miércoles, 13 de julio de 2016

971.- LIOS CON EL ALCALDE NUMA P. GUERRERO



Gerardo Raynaud

Numa P. Guerrero

En esta ocasión, la narración se desarrolla durante su primer gobierno, cuando tuvo fuertes enfrentamientos con algunos funcionarios que ejercían cargos de niveles nacionales, sobre los cuales no tenía mayor injerencia y que sentía afectaban su gestión.

El primero de ellos y con el que se inició la seguidilla de problemas, tuvo relación con las actuaciones del director de la oficina de Higiene Municipal, el doctor Alcibíades González.

Los conflictos comenzaron a presentarse durante el primer trimestre de 1953, cuando el alcalde denunció ante las autoridades judiciales al director de Higiene Municipal por los delitos de “falsas imputaciones ante las autoridades”, “falsedad de documentos” y “calumnia pública”; como decían entonces, “todo el Código penal, de cabo a rabo”.

En días anteriores, el mismo alcalde había oficiado al Ministro de Salud Pública una queja formal en el sentido de que el  director de Higiene desatendía sus deberes oficiales. Por tal motivo, el Ministerio se dirigió al director de Higiene solicitándole un informe sobre el particular.

Al parecer, desde el mismo momento de su  posesión como alcalde, las relaciones con el director nunca fueron armoniosas.

Este último se quejaba que lo invitaban a las reuniones en las que se trataban asuntos importantes del municipio, pero sin relación con sus funciones, pero en cambio, lo citaba frecuentemente para criticar las actuaciones de su personal de saneamiento, en especial de los inspectores cuando, en desarrollo de sus funciones y en colaboración con la policía, efectuaban decomisos, particularmente en materia de ventas ambulantes de alimentos, que tenían una reglamentación especial, con permisos incluidos, expedidos por la misma alcaldía, pero sin el cumplimiento de todos los requisitos.

Estos vendedores ambulantes, así como todos quienes expendían alimentos, debían contar además, con el respectivo Carnet de Salud, razón de más, para proceder a los decomisos cuando carecían de él y esto ocasionó tremendo disgusto del alcalde, quien amenazó a los Inspectores de Saneamiento de impedir, con la policía, que se continuara pidiendo tal documento. 

Fue tanta la conmoción que esta situación originó, que tuvieron que apelar a las altas instancias del Gobierno Nacional, quienes solicitaron la intervención del gobernador, mediación que tampoco sirvió, pues el alcalde no se retractó.

La Dirección de Higiene tuvo que emplear otros mecanismos para evitar, según sus propias palabras “que tuberculosos y otros con enfermedades infectocontagiosas expendan alimentos con grave peligro para la sanidad pública”.

Otro conflicto fue el generado por la utilización del lote del mercado incendiado años atrás, donde fue construido posteriormente el edificio San José, un terreno que carecía de las mínimas condiciones sanitarias y que servía de “depósito de materias excrementales” y que sin embargo, la alcaldía permitía que allí se establecieran bazares y circos, a pesar de los sellos de prevención que se habían instalado y para colmo, se estaba permitiendo que los vehículos del municipio y algunos de sus operarios, permanecieran a pesar de los olores nauseabundos que allí se producían.

El informe detallaba tantos y tan variados desafueros, que no se explicaban las razones de su ocurrencia, entre las que les puedo narrar, por ejemplo, que se le señalaba al Director de Higiene, no haber emprendido la campaña de vacunación de perros contra la rabia, cuando la verdad era que llevaba más de un año realizándose, gracias a la colaboración de la Secretaría de Agricultura en cabeza de Nicodemus Rangel, quien había donado un lote de vacunas para tal fin.

El argumento peregrino del alcalde era que no se cumplía porque el Director de Higiene era dueño de un can y no quería vacunarlo.

En otro aparte, la alcaldía expidió el decreto 247 del año 53, que reglamentó la presentación de los planos de las construcciones, para su aprobación, saltándose lo dispuesto en las leyes y resoluciones vigentes sobre servicios sanitarios que exigían el visto bueno de la Dirección de Higiene.

También se hacía referencia al estado general del servicio de aseo, puesto que no se habían tomado las medidas necesarias para que éste fuera prestado en toda la ciudad, habida cuenta que sólo se proporcionaba a las casas particulares del centro de la ciudad y eso solamente tres veces por semana; pero tal vez, lo más preocupante, era que la ciudad no contaba con alcantarillado, por lo menos oficialmente, pues algunos particulares habían realizado obras privadas en algunos sectores y habían establecido “fuertes derechos de conexión”.

En este sentido, el alcalde informó que el ministro de Obras Públicas, el ingeniero Jorge Leiva, había prometido, en su reciente visita a la ciudad, que pronto acometerían las acciones necesarias para dotar la ciudad de este primordial servicio, lo cual efectivamente se cumplió años más tarde.

Una obra urgente y sobre la cual no se había empezado a trabajar, era lo dispuesto en un decreto expedido por el alcalde anterior Manuel Jordán Pabón, en el cual se establecía que la toma pública debía embovedarse desde el puente San Rafael hasta la calle 19, toda vez que las cloacas del sector de El Resumen, estaban conectadas a esta fuente de agua y con la instalación, en esa zona de los cuarteles del ejército, se presentaría un grave problema sanitario con una corriente descubierta que transcurría por la ciudad y de la cual se abastecían muchos hogares.

Sin embargo, la causa principal de estas controversias entre los dos funcionarios, fue el “pacto de honor” firmados entre el alcalde y los farmacéuticos de la ciudad, en el cual se acordaba boicotear lo dispuesto en la Resolución 481 de 1949, en la cual se autorizaba la venta de algunos productos farmacéuticos, remedios y medicamentos, en las tiendas de barrio, especialmente en aquellos donde no hay boticas.

Como el impedimento era manifiesto, dada la condición de farmaceuta del alcalde, el Director de Higiene no tenía más remedio que enfrentarlo y a partir de ahí comenzó la guerra.



Recopilado por: Gastón Bermúdez v.

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