martes, 12 de julio de 2016

970.- EL GRAN TERREMOTO DE CUCUTA



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Este terremoto ocasionó para los habitantes de la villa la destrucción total y una pérdida de su economía, haciéndola retrasar en su avanzado desarrollo.

Ocurrió el 18 de mayo de 1875 a las 11:15:11a.m. de magnitud 7,3. Su epicentro fue Cúcuta; sin embargo, afectó a su área metropolitana así como al vecino estado venezolano de Táchira.

En este día la ciudad de Cúcuta (así como los municipios metropolitanos de Villa del Rosario, Los Patios, San Cayetano y El Zulia) y los vecinos pueblos venezolanos de San Antonio del Táchira y Capacho fueron destruidas totalmente por este catastrófico terremoto.

Además causó graves daños en las poblaciones venezolanas de San Cristóbal, La Mulera, Rubio, Michelena, La Grita, Colón, entre otras, y fue sentido en Bogotá y Caracas.

Villa del Rosario era una población histórica y tranquila. En 1821 se habían reunido en la sacristía de su iglesia, a medio construir, los miembros del Primer Congreso de la Gran Colombia.

Aún se observan los restos de la iglesia que se colapsó durante el gran movimiento sísmico, las casas de esa época en la zona eran del más puro estilo colonial español, con teja de barro, muros de tapia y patios interiores, se puede afirmar que no quedó ninguna en pie.

Tres o cuatro sacudidas precedieron al terremoto durante los días anteriores, y tal fue la magnitud de éstos que, según los testigos, llegaron a agrietar los muros y arrojar al suelo objetos de las mesas, la noche anterior al terremoto.

El paso de un bólido o bola de fuego que recorrió de norte a sur una vasta extensión del cielo rosariense, presagio para los pobladores de la villa que algo malo se les avecinaba, éstas fueron suficientes alarmas para los habitantes de la zona, que algunos tomaron previsiones, ya que temían una gran desgracia.

Uno de los testigos refiere así la primera sacudida, anotando que era domingo por la tarde, 16 de mayo de 1875, (dos días antes del terremoto):

“Caminábamos a lo largo de un amplio corredor, cuando de repente oímos un ruido como el de gente que corre huyendo de un toro salvaje. Caminamos en medio de vibraciones que en vez de inspirarnos terror nos dieron un sentimiento agradable”.

La segunda sacudida sorprendió a los habitantes el lunes 17 de mayo, a las 5.00 a.m. pero menos intensa que la primera, haciendo correr nuevamente a la gente a los patios y jardines. Hubo otra sacudida en la tarde de ese mismo día, y quizás otras dos más la víspera de la catástrofe.

Por eso el pueblo de la Villa de Cúcuta estaba aterrado por los temblores.

El gran terremoto, ocurrió el día martes 18 de mayo de 1875 a las 11:15 a.m. y la hora fatídica quedó marcada en el reloj de la iglesia de Cúcuta.

Testigos refieren, sin exageración, que duró entre 40 y 50 segundos y que hubo tiempo para varios viajes desde el interior de la casa a la calle, con el fin de rescatar a los niños y enfermos.

Muchas personas se salvaron pues se encontraban en sus faenas rutinarias de agricultura, ganadería y de comercio al aire libre; no obstante, en un colegio de niñas, todas sus alumnas murieron bajo los escombros ya que en vez de correr hacia un patio lateral del aula, lo que hicieron fue correr hacia la calle, cayéndoles la estructura del portal de entrada del colegio encima.

El señor Vicente Morán cabalgaba en una mula y estaba para cruzar el río Pamplonita cuando la mula perdió el equilibrio y cayó al agua. Con el temblor las aguas del río cambiaron de dirección y empezaban a moverse hacia arriba por unos minutos. El río corre de norte a sur, y se concluye por esto de la oscilación, debió ser tan fuerte que cambio de dirección al río.

Por las faldas de los cerros y montañas inmensos peñascos se deslizaban y los caminos se bloquearon de derrumbes, de aludes de tierra suelta, árboles y matas caídos por todos lados, algunos hasta arrancados de raíz, otros simplemente caídos de lado.

En ese entonces aún no se había implementado completamente el telégrafo, pero en Cúcuta había una oficina y el operador no podía comunicar la novedad. Recogió algunos instrumentos del telégrafo y viajó en mula hasta Chinácota, donde encontró la línea que no se había cortado, y telegrafío a Bogotá.

Desde el atrio de la catedral se leían los telegramas públicamente para enterarse de lo ocurrido mientras que, del lado venezolano, permanecían aislados.

Rafael Salas, joven dependiente del señor José María Catalán, quedó sepultado en las ruinas de la botica en que servía, expuesto al incendio que había comenzado en diversos punto de las ruinas; y cuando fue localizado por su padre y hermanos que fueron a sacarlos de aquella horrible situación les dijo: “Saquen primero a la familia del señor Catalán”.

La señorita Enriqueta Ferrero caminaba sobre las ruinas con dificultad, que es de suponerse, y desconcertada por completo tropezó con algo extraño, y observó que era una cabeza humana a la que le quito la tierra que la rodeaba con lo que el sepultado, que era Alcibíades González, pudo respirar y volver a la vida. De ahí no se separó la señorita hasta que pudo conseguir a varios personas para que cavaran y sacaran a la víctima y la pusieran a salvo.

Así como estos ejemplos, fueron muchos los casos de ayuda mutua y espontánea que se generaron en el “después” del terremoto.

En la familia Neira Contreras todavía se cuenta a modo de anécdota lo sucedido con la niña María del Carmen Contreras, quien momentos antes del gran sacudón había recibido una moneda de cobre para comprar dulces en la tienda.

Durante el sismo la madre de la niña logró ir corriendo entre gritos a salvarla. Todo aquel día, junto con su noche, no hubo nada qué comer, hasta la mañana del 19, cuando entre los escombros encontraron algunos pedazos de panela e hicieron “agua miel”.

Cuando a la niña María del Carmen le dieron el pocillo de bebida tenía totalmente cerrada su mano, como entumecida, y al abrírsela con ayuda, encontraron que con temor todavía sostenía entre su mano derecha la moneda de cobre con que iba a comprar dulces. Esto es una muestra sencilla de la gran impresión que el terremoto pudo haber causado en los habitantes de la ciudad.

Acerca del número de víctimas hay algunas exageraciones, algunos dicen que hubo unos 3.000, otros dicen que la lista de muertos en solo Cúcuta era de 900 a 1.000.

Sin embargo el número de cadáveres sacados de las ruinas y contados fueron: 253, hombres: 208, mujeres total: 461, más no se contabilizaron los muertos de las poblaciones vecinas en un radio de 80 km, que quedaron sepultados bajo los escombros de las casas.

Poblaciones como la Villa del Rosario, San Luis, Arboledas, Salazar de Las Palmas, Gramalote, Bochalema  y San Faustino en Colombia. Y de San Antonio, Capacho, San Cristóbal, La Mulera, Rubio, Michelena, La Grita, Colón en Venezuela cayeron las casas y hasta a más de 100 km de distancia como en Chinácota y más allá de Mérida hubo grandes daños. Además fue sentido a gran distancia como en Bogotá y Caracas, donde fue sentido como un sismo de mediana intensidad que alarmó a sus pobladores.

Además el terremoto en el Táchira derrumbó numerosas casas e ingenios (molinos) de haciendas y de fincas, que quedaron totalmente destruidas como también los patios de secado del café, todos agrietados y partidos al igual que los sistemas rudimentarios de regadío de las numerosas plantaciones de la época.

Fue de tal magnitud el sismo que afloraron aguas termales en los sitios hoy conocidos como “Agua Hedionda”, bautizada así por sus olores sulfurosos y se encuentra ubicada en “El Recreo” en la antigua carretera de “Capote” a “Las Dantas” cerca de “La Mulera”.

Vía carretera de San Antonio a Rubio existe otro afloramiento llamado “El Tampaco”, ubicado en el “km 17” de esa misma carretera en el sitio conocido como “Las Adjuntas”. Otra fue la de “Aguas Calientes” lugar cercano a Ureña, a 370 msnm, en el sitio se construyó un balneario terapéutico y un reconocido hotel que lleva el nombre de Hotel Aguas Calientes.

Los testigos concuerdan todos con una de las características, la de una espesa nube de polvo que envolvió las poblaciones producto de la caída de las paredes de tierra pisada, adobes y tapias como los techos de caña brava y tejas, que duró muchas horas en el ambiente, ya que no soplaba viento alguno, además de un calor sofocante que se sintió después del terremoto.

Como consecuencia del terremoto que fracturó la roca, se generan emanaciones de petróleo. Luego de tres años en el Distrito de Rubio del Estado Táchira, se establece la compañía minera Petrólea del Táchira para explotar esos yacimientos cedidos en concesión, en un área de 100 hectáreas.

Esa empresa en 1883 logra completar su primer pozo productor y pone en funcionamiento una refinería que estuvo produciendo kerosene y gasolina para abastecer la región hasta 1909, convirtiéndose en la primera empresa petrolera netamente venezolana.

Después del terremoto, la economía local cayó bruscamente y lo poco que tenía era de donaciones.

Las primeras acciones de ayuda oficial hacia los sobrevivientes de Cúcuta, datan en una carta fechada el 12 de junio de 1875 dirigida al General Antonio Guzmán Blanco presidente de Venezuela por parte del General José Antonio Baldó.

Debido a la colaboración prestada por el general venezolano Juan Bautista Araujo para rescatar víctimas y controlar los saqueos, el gobierno colombiano lo designa general activo del ejército de Colombia.

El chocolate que tomaba la reina Victoria del Reino Unido, última monarca de la casa de Hannover, provenía del cacao que se sembraba en esta región, al enterarse de la catástrofe la reina contribuyó con 1000 libras esterlinas, dinero que fue usado para la reconstrucción del hospital San Juan de Dios, hoy biblioteca Julio Pérez Ferrero.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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