Gerardo Raynaud
Desde los primeros años del
siglo pasado, la ruta más expedita para ir a la frontera era la del ferrocarril
que partía de la Estación Cúcuta (donde hoy queda la Terminal de Trasportes),
tomando la ruta conocida hoy como avenida Grancolombia hasta el puente San Luis
y bordeando el río Táchira, primero hasta Villa del Rosario para llegar al
puente internacional Bolívar y luego a la población de San Antonio.
Entiendo que paralelamente a
la carrilera se extendía un carreteable que permitía a los primeros automotores
realizar el mismo recorrido.
Pero con el avance del
tránsito de automóviles, se hizo necesario trazar recorridos más cortos y
prácticos que les permitieran a los pasajeros un viaje más cómodo y menos
demorado, por tales motivos, entre 1918 y 1919, el gobierno local proyectó una
carretera que, además, beneficiaría la
progresista población de San Luis, corregimiento en ese momento.
Esa nueva alternativa vial
favorecía revivir una actividad que permanecía alejada y casi olvidada por los
habitantes de la región como lo era el llamado “Balneario de la Agua Caliente”.
Pues bien, huelga decir que
el sitio de la explanada en la que posteriormente hizo la empresa de aviación
LANSA, su aeropuerto, había sido considerado por muchos personajes de la alta
alcurnia cucuteña, como el mejor lugar de expansión, dada la belleza del
panorama, desde el cual se dominaba todo
el valle del Pamplonita, sin embargo, por su condición de abandono, la
administración municipal, previas las consideraciones urbanística de la época
no quiso atender las insinuaciones de que se escogiera esa sabana como base
para la construcción de los barrios populares.
A pesar de los anteriores
reparos hubo quien se atreviera a lanzarse a la aventura de construir allí una
casa elegante, de las que es estilaban entonces. Don Arturo Cogollo, tomó la
iniciativa, aunque sin mucha convicción, pues no alcanzó a terminarla, aunque
aseguran que no fue suya la culpa, sino de la poca constancia en persistir en
ciertas iniciativas.
El abandono, al parecer, se
debió a la poca seguridad con que se contaba y que hubiera debido adaptarse
otro sistema de vigilancia, toda vez que muy frecuentemente se presentaban
casos de pérdidas y hurtos, por los cuales nadie respondía.
Claro que, además y debido a
las distancias, la falta de servicios públicos de agua, electricidad y otros,
fueron factores determinantes para abandonar el proyecto.
Ahora que se tenía una
posibilidad cierta, de reacondicionar el ‘balneario de la Agua Caliente’ de San
Luis, se veía como una alternativa que evita el largo y dispendioso viaje hasta
la vecina población de Ureña, en territorio venezolano, para obtener los mismos
resultados ‘sanativos’ a unos costos mucho más bajos.
La propuesta lanzada por
algunos notables de la ciudad era simple. Dentro de la serie de argumentos
esgrimidos se proponía ‘que la ciudad carecía de paseos elegantes y que sería
alternativa de turismo local económica y de gran ayuda para la salud’.
El apoyo recibido por la
prensa, particularmente por sus columnistas era bastante característico, muy al
estilo cucuteño.
Se leía, por ejemplo, perlas
como esta: “…que se siente uno con una
picazón, de esas producidas por el calor, pues un baño de la Agua Caliente de
San Luis, mejorará la piquiña y ¡ZAS! ¡Se toma el bus o el automóvil y mientras
se rasca un ojo, está allí, se refriega y listos! ¡Mejorado! ¿Que quiere
comerse un piquete y en tanto se condimenta el bocado apetitoso, un baño
‘refrigerado’ será el aperitivo para la atragantada! Que aspira a pasear con la
novia, ¡hombre! como que es más decente viajar a la Agua Caliente de San Luis,
sin descartar la obligación de guardar la cultura relativa, pasar las horas
allí, al amparo de las ventajas del baño, de la temperatura siempre fresca y
agradable y a la de la vida del espíritu, frente a las bellezas de la
naturaleza.”
Ante estas presiones
ciudadanas, las reacciones fueron más que positivas. El propietario de dichas
tierras era el prestante ciudadano de la colonia venezolana, empresario
residenciado en la villa de San José y como se decía en esa época, “padre de una lúcida familia formada al calor
de esta tierra de sus cariños e incansable luchador por el progreso de Cúcuta,”
don Caracciolo Vega.
Por sus condiciones de
empresario del sector de la salud, toda vez que regentaba un establecimiento
dedicado, especialmente a la oferta de productos de óptica, entre los cuales se
destacaban los lentes, anteojos y monturas que eran vendidos con receta, en lo
que podríamos asegurar que fue el pionero de los optómetras de la ciudad, así
no haya estudiado esa especialidad.
En lo que concierne al
propósito que tenía cuando adquirió los terrenos donde se encontraban las aguas
termales, dijo lo siguiente, en documento que fue publicado profusamente en el
mes de noviembre de 1942:
“Al comprarlas (se refiere a las tierras) fue mi
pensamiento, en primer lugar, hacer de esas zonas olvidadas, un rincón o
especie de sanatorio, en donde los enfermos curen sus enfermedades y los
alentados alaben mejor la salud de que disfrutan. En segundo lugar, aumentar el
patrimonio de mis hijos nacidos en esta ciudad.
No fue, pues, con fines de explotación comercial, sino
de que todo ser viviente que conozca el beneficio saludable de esas aguas
termales, adquiera allí la mejoría y el restablecimiento que anhela, como lo he
expresado antes.
Desde que esas tierras maravillosas pasaron a mi
propiedad, no he omitido gasto alguno a fin de presentarlas decentemente. He
construido varios baños de ducha, reconstruido otros y establecido mejoras,
tanto higiénicas como las relacionadas a la casa que servirá de albergue a los
enfermos o veraneantes.
Allí, en aquel ambiente, la naturaleza ha sido
pródiga. Bellos paisajes, frondosas arboledas, clima refrescante y delicioso y
fuentes que rondan el contorno, son el aporte de Dios a ese lugar de aguas
benéficas.
Falta solamente, que las autoridades municipales
cooperen, en lo que a ellas atañe, a la mayor divulgación de que a pocos
kilómetros de la ciudad de Cúcuta, hay unas fuentes termales de mucho valor
para la salud.
Así lo han hecho y lo hacen en otras partes, las
autoridades; estimular, apoyar y proteger debe ser el lema de todos los
funcionarios públicos.”
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