La Opinión
En todas las actividades se ponen
sobrenombres. Hipocorísticos.
Un apodo es, según el DRAE, un «nombre que suele darse a una persona,
tomado de sus defectos corporales o de alguna otra circunstancia»; o
bien, un nombre similar en origen o pronunciación al del nombre primigenio.
Los apodos no son exactamente lo mismo que los hipocorísticos: estos son
las formas familiares o afectuosas de los nombres propios de las personas, por
ejemplo, Pacho es un hipocorístico de
Francisco; a los José les decimos Chepe; a los Ramón, Moncho; a los Juan,
Juancho; a las María, Mayo o Mayito; a las Mercedes, Mencha o Mechas; a las
Isabel Chava; a los Vicente, Chente, etc.
A los Gabriel les decimos Gabo.
Apenas, pues pocos pueden acordarse fácilmente del nombre completo de nuestro
ilustre Nobel: Gabriel José de la Concordia García Márquez.
Según el profesor Antonio Vélez Montoya, escritor, columnista, ingeniero
electricista de la Pontificia Bolivariana de Medellín y máster en matemáticas
de la Universidad de Illinois, los apodos, sobrenombres, motes o alias son en
cierta forma resúmenes de aquellos aspectos de la persona que encajan o
concuerdan de alguna manera con los de los elegidos; en cierta forma, definen a
la persona con una gran economía de palabras.
Suelen emplearse por amistad y afecto o ser despectivos.
“Si además son jocosos, o ingeniosos
y creativos, prosperan hasta convertirse en un segundo nombre, y se eternizan,
lo que los convierte, sin buscarlo, en un reconocimiento al acto creativo”, sostiene el profesor Vélez
Montoya. El término «apodo» proviene del latín apputare (‘evaluar’ o ‘comparar’).
Pamplona y El Zulia
Como en todas partes del mundo, en Cúcuta y la zona de frontera siempre
hemos sido muy dados a poner apodos. Y llamar a la gente más por como la apodan
que como figura en la partida de nacimiento o en la cédula.
Nadie está exento de que los familiares, amigos de la escuela o compañeros
de trabajo, le encuentren cierto parecido con alguien o algo, para que inmediatamente le pongan su alias,
término este más del bajo mundo de la delincuencia y el crimen.
Pamplona tiene fama como ciudad de
apodos. Tanto, que merece una crónica aparte.
Por muchos años en la esquina de
una calle del municipio de El Zulia funcionó una farmacia que la llamaban Punta
Arrecha. A todo el que pasaba por allí le clavaban su apodo. Nadie se
escapaba y en pocos días todo el mundo en el pueblo lo sabía.
En la política
La política es una cantera de apodos. Consultando varias fuentes
encontramos que en Cúcuta operó por muchos años un grupo que le llamaban
“gallina vieja”.
Sus integrantes se aparecían en todas las fiestas y reuniones. Comían,
bebían, picaban y se deleitaban con los pasapalos… pero no ponían… ¡Gotereros
de profesión!
Fue notoria una pareja de políticos a la que llamaban “tomatín y cebollín”…
porque estaban en todos los guisos.
Un exalcalde le puso al gobernador
William Villamizar “Mechiparao”. Eso fue hace varios años y el gobernador tuvo que
cambiar de look.
‘Gato seco’ fue el apodo que hizo famoso al hoy presidente del Concejo,
Víctor Suárez. Decimos fue porque desde
que llegó al Concejo se pasó de kilos y hoy le dicen ‘Gato gordo’.
A propósito, al exsenador
conservador Gustavo Sánchez Chacón le decían ‘Bon Bon’, por sus cachetes
generosos.
Hace varios años, a un diputado de la Asamblea lo apodaban ‘Patepuntilla”:
caminaba como si tuviera un clavo en un zapato.
Al dirigente ocañero Fernando Carvajalino le decían ‘Rabanito’ y al
exconcejal y expersonero de Cúcuta José Félix Román lo llamaban ‘Palito’. A
Hernando Díaz Parada casi todo el mundo le decía ‘El borugo’.
Cuando fue alcalde de Cúcuta al exministro de Comunicaciones José Fernando
Bautista le pusieron el apodo de ‘La marmota’.
Al exconcejal Juan Manuel
Morelli Santaella le dicen ‘Guanábano’. Y a su hermano Jorge Enrique todo el
mundo lo llama por su apodo: ‘Koki’.
En el deporte, la radio y el periodismo sí que hay gente con apodos.
Uno de los personajes de la radio más
populares en la ciudad por muchos años fue el dirigente cívico Carlos Ramírez
París, a quien todo el mundo le decía ‘Trompoloco’ o ‘Trompo’.
Recordamos también al dirigente ‘Perico’ Fuentes, al ‘Mocho’ Barreto, a
Carlos Pérez Ángel (‘El ronco), a Jesús Ramírez (‘Chucho’ Mentiras’), a Germán
‘Burrito’ González y a ‘El faraón’ Serrano.
A Ricardo Gélvez todavía le dicen ‘El cabezón’, pues sobre su testa se puede jugar dominó. En los últimos años se
convirtió en un émulo de ‘Chucho mentiras’, según varios colegas.
Hubo una empleada en la administración a la que llamaban ‘La tuteca’,
porque en todas partes “dejaba la cola…”
La gente castiga igualmente a los movimientos políticos cuyos dirigentes
toman atajos que no debieron. A
Convergencia Ciudadana, por ejemplo, la llaman ‘Sinvergüenza Ciudadana’ y a
Civismo en Acción todo el mundo le dice en Cúcuta ‘Cinismo en Acción’.
Y hasta hace poco a Corponor le decían ‘Corzonor’ por el dominio político y
burocrático que allí tuvo en los últimos años el senador Juan Manuel Corzo.
‘Compañerito’ y ‘Turupe’
El exgobernador Álvaro Salgar Villamizar les decía ‘Compañerito’ a los
periodistas y a muchos de sus amigos políticos. A él también todo el mundo le
dice ‘Compañerito’.
Entre los funcionarios del poder judicial se destaca o es muy conocido el
apodo de ‘Turupe’, que corresponde al
abogado Carlos Arturo Mutis. Otro apodo famoso es el de ‘Lengua peluda’ que
corresponde al odontólogo Germán Pérez Aranguren.
A un hermano del exgobernador Luis Morelli Navia una dama lo abofeteó en
una ocasión porque la llamó por el apodo. Entonces sus amigos comenzaron a
decirle ‘Cachetano’. Era uno de los hijos del exgobernador Cayetano Morelli
Lázaro.
Imposible olvidar a otro gobernador de Norte de Santander, conocido por su
bonhomía y don de gentes: Jorge García Herreros, a quien todos llamaban cariñosamente ‘El gordo’ García Herreros. Y un
gobernador más famoso por su apodo fue Sergio Entrena López, a quien todo el
mundo le decía ‘Pañete’.
En La Opinión recordamos al inolvidable ‘Molinillo’, por varios años
conductor del fundador y director de este diario, doctor Eustorgio Colmenares
Baptista, y celoso portero de sus instalaciones hasta los últimos días de su
vida.
En la redacción le decíamos ‘Piolín’ a José Suárez; ‘El tigre’ al reportero
gráfico César Obando; y ‘aún conserva su apodo de ‘Caballo’ el periodista y
contador público juramentado Pedro León Jáuregui.
Entre los voceadores de periódicos, imposible olvidar a ‘Elefante’, ‘El Pollo’, ‘Chicharrón’, ‘La
diabla’, ‘Tambá’, ‘El mago’ y ‘El toche de oro’.
Seguramente no están todos los que son ni son todos los que están, pero el
tema da para más escritos como este.
Entre choferes y músicos
En el gremio de los choferes de Cúcuta – de ayer y de hoy – los apodos dan
para un gran zoológico: ‘El gorila’,
‘El duende’, ‘El chivo’, ‘El burro’, ‘Caregallina’, ‘El ovejo’, ‘Vampiro’,
‘Alacrán’, ‘Burro con sueño’, ‘El zorro’, ‘La cabra’, ‘El mico’ y ‘Cara e’
tigre’.
También hay muchos músicos con apodos y algunos de ellos son: ‘Rubirosa’, ‘Canta bonito’, ‘Bocachico’,
‘Fumanchú’, ‘Bejuco’, ‘El gato’, ‘Vikingo’, ‘Pecueco’, ‘Macarrón’, ‘Cacho e’
teléfono’, ‘Patecanoa’, ‘Chancleta’, ‘Pelícano’, ‘El toro, ‘La mula’ y
‘Fosforito’.
En los colegios
Según el profesor Vélez Montoya, en los colegios, los apodos son el pan de
cada día, para diversión de los estudiantes.
Es muy común que los profesores
tengan su apodo, sobrenombre burlón que circula por todo el colegio, a
espaldas, claro está de la víctima.
Se cuenta que a un profesor de origen alemán, de nalgas abundantes, los
estudiantes lo bautizaron Fondillón (por Von Dillón).
Alguien en Cúcuta nos contaba que en su clase del colegio, de los 40
compañeros, solamente 4 o 5 se salvaban de que los llamaran por el apodo.
“Eso era un zoológico”, nos decía. Allí estudiaban ‘El gallo’, ‘El
ovejo’, ‘El cocodrilo’, ‘El burro’, ‘El mico’, ‘El pato’, ‘Carecabra’, ‘Muela
linda’, ‘Volkswagen’, ‘Careteta’, ‘Bocadillo’, “Carevieja’, ‘Cucaracho’,
‘Masato’, ‘El chino’, ‘Guarapo’ y en fin otros más.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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