lunes, 22 de agosto de 2016

988.- GUERRA DE CERVEZAS EN CUCUTA



Gerardo Raynaud

Cervecería Bavaria

Antes de terminar la primera mitad del siglo pasado se había desatado, entre los fabricantes y expendedores de cerveza, una feroz pugna por el mercado de los bebedores. Habíamos narrado sobre el control a las bebidas alcohólicas y fermentadas que el gobierno nacional, en busca de garantizar el buen manejo de la salubridad pública, había decretado comenzando los años 20.

Por esa misma época, se les otorgó a las Asambleas  de Norte de Santander las facultades de restringir la producción, venta y consumo de licores destilados y bebidas fermentadas, entre ellas la chicha, que era la bebida preferida del pueblo raso, pero que originaba grandes perjuicios a la salud de quienes la consumían, con las consecuencias muchas veces fatales que preocupaban a las autoridades de higiene.

Sin embargo, la influencia de los fabricantes de cerveza era tan grande, que lograron introducir, lo que hoy llamamos “un mico” en las leyes de intervención a las bebidas alcohólicas, consistente en que “se exceptuaban de este control, las cervezas cuyo contenido alcohólico no excediera el 4% y que tengan la calidad de extractos que correspondan a aquella proporción de alcohol”. Así pues, la garantía estaba servida y esta condición perduró hasta finales del siglo.

En las principales ciudades se habían instalado pequeñas cervecerías que fueron creciendo a medida que penetraban los mercados. Con el tiempo se fueron fusionando o fueron adquiridas hasta conformar los sólidos conglomerados que hoy conocemos, no solo en Colombia, sino en el mundo entero.

En Cúcuta, desde 1912 se había fundado la Cervecería Santander que, en 1930, construyó un magnífico edificio que aún podemos observar en la esquina suroriental del cruce de la avenida sexta con calle trece, ahora sede de un colegio oficial, pues tengo entendido que fue cedido al departamento, una vez se trasladaron a su nueva ubicación, con la condición que se destinara al uso exclusivo de la educación de la juventud cucuteña, lo cual hasta ahora se ha cumplido ya que inicialmente fue entregado en concesión a la comunidad de los padres escolapios, quienes establecieron el colegio Calasanz, luego cedido a la Universidad Francisco de Paula Santander y últimamente funciona allí un Colegio Departamental.

Ahora bien, la Cervecería Santander comenzó fabricando los clásicos tipos de cerveza conocidos en ese momento, la Pilsen, la cerveza negra tipo lager, más fuerte y amarga que la tipo stout, que también se fabricaba, así como los sifones de cinco litros, que eran cervezas sin pasteurizar.

Algunos años después la familia Barco fundó la Cervecería Nueva de Cúcuta, cuyo mayor éxito fue la explotación comercial de su marca Sajonia, la que comercializó a gran escala, acción que hizo disminuir la participación de la Cervecería Santander, al punto que a mediados de los años treinta fue absorbida por su competencia.

Después de la fusión, la nueva empresa gerenciada por don Jorge Enrique Barco, emprendió una estrategia expansionista que la posicionó como una de las más importantes del país.

Aprovechando estas ventajas, la empresa cervecera sacaba al mercado las populares marcas como la Chivo, que se promocionaba como la cerveza de los deportistas; en realidad era la marca popular a un precio inferior a la elitista Sajonia, la que se anunciaba como una inimitable tipo Pilsen y todas las cervezas se exhibían como fabricadas a base de la afamada malta checa, única en el mundo.

Por ser el maestro cervecero originario de ese país europeo, don Rodolfo Stalzer, lograba la excelencia de sus productos a base de conocimiento y experiencia.

La conquista de los mercados con la Sajonia no impedía que se probaran nuevas marcas y por esta razón, buscando conquistar a las damas, que en esa época eran poco dadas al consumo de bebidas alcohólicas y menos aún cerveza, la Cervecería Nueva de Cúcuta, lanzó al mercado un producto orientado a satisfacer el refinado gusto de las mujeres y para ello presentó su nueva cerveza Cucuteña.


Tal vez no fue la mejor ocasión para sacar una bebida para mujeres, cuando las costumbres veían con malos ojos que se inclinaran a la perdición, pues la percepción que se tenía entonces era que solo las mujeres de mala reputación eran quienes consumían licores y en general esa clase de bebidas y además, en lugares que no eran propiamente recomendables, al decir de los señores párrocos en sus púlpitos, en la misa dominical.

Esta empresa también envasaba bebidas gaseosas que anunciaba, fabricada con las aguas destiladas con las que se elaboraba la cerveza y con esencias finísimas, legítima garantía para su salud. La producción de gaseosas se suspendió cuando la empresa dedicó todo su empeño a contrarrestar la arremetida de la competencia.

La Cervecería Nueva de Cúcuta, se constituyó en un orgullo para la ciudad y por esa razón, en los años finales de la década de los treinta y comienzos de los cuarenta, se desató una batalla campal con la competencia representada por la empresa Bavaria, que poco a poco había venido apoderándose de las pequeñas fábricas cerveceras en distintas ciudades.

Buscando la fórmula que le permitiera quitarle clientes a la empresa cucuteña, Bavaria, que en realidad ya era un consorcio cervecero a nivel nacional, nombró como su representante exclusivo al señor Mario A. Quintana para que iniciara el proceso de penetración de sus productos, con estrategias de divulgación propagandísticas y de rebaja de precios, además de ciertas promociones que eran ofrecidas de manera preferencial a sus clientes tenderos, sus mayores compradores.

No faltaron otros competidores que invadieran nuestro mercado, que por ser tierra caliente era atractivo para ese refrescante producto, como fue el caso de la Cervecería Águila de Barranquilla con su producto del mismo nombre, al que trasportaban en barcazas por el rio Magdalena y que llegaba a la ciudad por la ruta de Ocaña.

A pesar del arraigo de las marcas tradicionales de la Cervecería Nueva de Cúcuta, marcas de la competencia como la Bohemia y la popular Bavaria fueron tomando puesto en el gusto de los consumidores locales.

De la misma manera los productos de malta entraron en la pelea, pues la Doble Malta de Cúcuta, la Maltina de Bavaria y la Nutrimalta de Águila, se disputaban por igual el gusto de los jóvenes.

Finalmente, la partida la ganó el Consorcio Cervecero Nacional Bavaria, cuando en el año 1943 absorbió a la fábrica cucuteña, que a pesar de todo se quedó con la administración y con una buena participación en la nueva empresa, situación que perduró hasta finales del siglo XX y que por razones de todos conocidas, cerró sus instalaciones en la ciudad.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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