Gerardo Raynaud
Cervecería Bavaria
Antes de terminar la
primera mitad del siglo pasado se había desatado, entre los fabricantes y
expendedores de cerveza, una feroz pugna por el mercado de los bebedores.
Habíamos narrado sobre el control a las bebidas alcohólicas y fermentadas que
el gobierno nacional, en busca de garantizar el buen manejo de la salubridad
pública, había decretado comenzando los años 20.
Por esa misma época, se
les otorgó a las Asambleas de Norte de Santander las facultades de
restringir la producción, venta y consumo de licores destilados y bebidas
fermentadas, entre ellas la chicha, que era la bebida preferida del pueblo
raso, pero que originaba grandes perjuicios a la salud de quienes la consumían,
con las consecuencias muchas veces fatales que preocupaban a las autoridades de
higiene.
Sin embargo, la
influencia de los fabricantes de cerveza era tan grande, que lograron
introducir, lo que hoy llamamos “un mico” en las leyes de intervención a las
bebidas alcohólicas, consistente en que “se exceptuaban de este control, las
cervezas cuyo contenido alcohólico no excediera el 4% y que tengan la calidad
de extractos que correspondan a aquella proporción de alcohol”. Así pues, la
garantía estaba servida y esta condición perduró hasta finales del siglo.
En las principales
ciudades se habían instalado pequeñas cervecerías que fueron creciendo a medida
que penetraban los mercados. Con el tiempo se fueron fusionando o fueron
adquiridas hasta conformar los sólidos conglomerados que hoy conocemos, no solo
en Colombia, sino en el mundo entero.
En Cúcuta, desde 1912 se
había fundado la Cervecería Santander que, en 1930, construyó un magnífico
edificio que aún podemos observar en la esquina suroriental del cruce de la
avenida sexta con calle trece, ahora sede de un colegio oficial, pues tengo
entendido que fue cedido al departamento, una vez se trasladaron a su nueva
ubicación, con la condición que se destinara al uso exclusivo de la educación
de la juventud cucuteña, lo cual hasta ahora se ha cumplido ya que inicialmente
fue entregado en concesión a la comunidad de los padres escolapios, quienes
establecieron el colegio Calasanz, luego cedido a la Universidad Francisco de
Paula Santander y últimamente funciona allí un Colegio Departamental.
Ahora bien, la
Cervecería Santander comenzó fabricando los clásicos tipos de cerveza conocidos
en ese momento, la Pilsen, la cerveza negra tipo lager, más fuerte y amarga que
la tipo stout, que también se fabricaba, así como los sifones de cinco litros,
que eran cervezas sin pasteurizar.
Algunos años después la
familia Barco fundó la Cervecería Nueva de Cúcuta, cuyo mayor éxito fue la
explotación comercial de su marca Sajonia, la que comercializó a gran escala,
acción que hizo disminuir la participación de la Cervecería Santander, al punto
que a mediados de los años treinta fue absorbida por su competencia.
Después de la fusión, la
nueva empresa gerenciada por don Jorge Enrique Barco, emprendió una estrategia
expansionista que la posicionó como una de las más importantes del país.
Aprovechando estas
ventajas, la empresa cervecera sacaba al mercado las populares marcas como la
Chivo, que se promocionaba como la cerveza de los deportistas; en realidad era
la marca popular a un precio inferior a la elitista Sajonia, la que se
anunciaba como una inimitable tipo Pilsen y todas las cervezas se exhibían como
fabricadas a base de la afamada malta checa, única en el mundo.
Por ser el maestro
cervecero originario de ese país europeo, don Rodolfo Stalzer, lograba la
excelencia de sus productos a base de conocimiento y experiencia.
La conquista de los
mercados con la Sajonia no impedía que se probaran nuevas marcas y por esta
razón, buscando conquistar a las damas, que en esa época eran poco dadas al
consumo de bebidas alcohólicas y menos aún cerveza, la Cervecería Nueva de
Cúcuta, lanzó al mercado un producto orientado a satisfacer el refinado gusto
de las mujeres y para ello presentó su nueva cerveza Cucuteña.
Tal vez no fue la mejor ocasión
para sacar una bebida para mujeres, cuando las costumbres veían con malos ojos
que se inclinaran a la perdición, pues la percepción que se tenía entonces era
que solo las mujeres de mala reputación eran quienes consumían licores y en
general esa clase de bebidas y además, en lugares que no eran propiamente
recomendables, al decir de los señores párrocos en sus púlpitos, en la misa
dominical.
Esta empresa también
envasaba bebidas gaseosas que anunciaba, fabricada con las aguas destiladas con
las que se elaboraba la cerveza y con esencias finísimas, legítima garantía
para su salud. La producción de gaseosas se suspendió cuando la empresa dedicó
todo su empeño a contrarrestar la arremetida de la competencia.
La Cervecería Nueva de
Cúcuta, se constituyó en un orgullo para la ciudad y por esa razón, en los años
finales de la década de los treinta y comienzos de los cuarenta, se desató una
batalla campal con la competencia representada por la empresa Bavaria, que poco
a poco había venido apoderándose de las pequeñas fábricas cerveceras en
distintas ciudades.
Buscando la fórmula que
le permitiera quitarle clientes a la empresa cucuteña, Bavaria, que en realidad
ya era un consorcio cervecero a nivel nacional, nombró como su representante
exclusivo al señor Mario A. Quintana para que iniciara el proceso de
penetración de sus productos, con estrategias de divulgación propagandísticas y
de rebaja de precios, además de ciertas promociones que eran ofrecidas de
manera preferencial a sus clientes tenderos, sus mayores compradores.
No faltaron otros
competidores que invadieran nuestro mercado, que por ser tierra caliente era
atractivo para ese refrescante producto, como fue el caso de la Cervecería
Águila de Barranquilla con su producto del mismo nombre, al que trasportaban en
barcazas por el rio Magdalena y que llegaba a la ciudad por la ruta de Ocaña.
A pesar del arraigo de
las marcas tradicionales de la Cervecería Nueva de Cúcuta, marcas de la
competencia como la Bohemia y la popular Bavaria fueron tomando puesto en el
gusto de los consumidores locales.
De la misma manera los
productos de malta entraron en la pelea, pues la Doble Malta de Cúcuta, la
Maltina de Bavaria y la Nutrimalta de Águila, se disputaban por igual el gusto
de los jóvenes.
Finalmente, la partida
la ganó el Consorcio Cervecero Nacional Bavaria, cuando en el año 1943 absorbió
a la fábrica cucuteña, que a pesar de todo se quedó con la administración y con
una buena participación en la nueva empresa, situación que perduró hasta
finales del siglo XX y que por razones de todos conocidas, cerró sus
instalaciones en la ciudad.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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