Gustavo Gómez Ardila
Trompo
Ni son todos los que están, ni están todos los que son, dice el refrán. Y
yo creo que sí. Han debido llevar a los Olímpicos los juegos más importantes de
nuestra infancia, el trompo, por ejemplo.
A excepción de los muchachos de hoy, que sólo saben chatear y en eso se les
va todo el día y gran parte de la noche, todos los hombres y muchas mujeres
tuvimos en el trompo una de nuestras mayores y mejores diversiones de la niñez.
En reuniones con amigos de Cúcuta, Pamplona, Gramalote, Salazar y
otros pueblos, todos cincuentones y algunos sesentones, todos, digo,
coincidimos en hablar bellezas de aquella época en que, al lado de la cartilla
Charry y el cuaderno, echábamos en el bolso o la mochila los dos trompos que
cada uno tenía, con sus respectivas cuerdas.
Dos trompos: el de jugar y el de poner. El de jugar, sedito, de colores,
bien cuidado, con herrón cuidadosamente afilado, con el que se daban muestras
de ser experto en el arte de tromponear (porque trompear es otra cosa, en lo
cual los muchachos también éramos buenos).
El de poner era un trompo viejito, descolorido, de herrón oxidado, cuya
función era ponerlo, si uno perdía el juego, la ronda o la moma, para que los
demás le dieran quines, es decir, a punta de herronazos sacarle astillas o
tratar de acabarlo.
Canicas,
popas, metras
Otro juego que falta en Río es el de las bolas de cristal o pipas o
canicas. Recuerdo que cada niño tenía una bolsa para echar las bolas que se
iban ganando. Había que tener buena puntería para darles a las pipas de los
otros jugadores y así ganarlas. Las bolas eran hermosas pues por dentro tenían
figuritas de colores.
Faltó en los Olímpicos el zuncho o runcho. Se hacía con tapas de cerveza o
de gaseosa que, a martillazos o con piedra se aplanaban, se les abrían dos huequitos
en el centro por donde había que pasar una cuerda, que se sujetaba en los dedos
corazón de las dos manos.
Al hacer girar el zuncho, tomaba grandes velocidades y la competencia
consistía en romperles las cuerdas a los otros zunchos.
Zuncho,
runcho, gurrufío
Cuando el tranvía llegó a Cúcuta, los muchachos corrían y ponían las tapas
en las carrileras para que las aplanara. Les quedaba más fácil.
Vi por televisión en Río los saltos de caballos. Hermosos, fornidos y muy
bien amaestrados para saltar las talanqueras sin tocarlas. Un bonito
espectáculo. Pensé, entonces, que faltó haber llevado nuestros caballitos de
palo, con crines de lana y cabezas de caballo de cartón.
El caballito de palo nos ponía a soñar con héroes que ganaban las batallas
a caballo, que conquistaban territorios a caballo, que perseguían a los
malvados a caballo. Sin saberlo, nos sentíamos el Cid Campeador.
Faltan muchos juegos en los Olímpicos.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
Hermano Gastòn, estos juegos nos traen el rcuerdo de la infancia,en mi pueblo natal de Michelena, los disfrutè con mis hermanos y compañeros de escuela ,en el 49 y principios de los 50....Felicitaciones, recordar es vivir...
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