Gerardo Raynaud
Después de los hechos del 9 de abril del 48, todo el país se vio inmerso en
situaciones de un precario orden público en todo el país. Por esa razón,
resultó algo extraño que se produjera un movimiento huelguístico, apenas un año
después de este infausto suceso.
Toda la administración pública estaba en manos de los militares a quienes
se les había entregado la misión de mantener la tranquilidad. Solamente unos
pocos cargos eran manejados por personal civil, obviamente del partido de
gobierno, entre esos, la gobernación del Norte de Santander, en esos momentos
en manos del doctor Carlos Vera Villamizar.
De hecho, las huelgas y paros estudiantiles no eran frecuentes ni comunes
por esa época y este evento constituyó una acción insólita en la Cúcuta de
mediados del siglo veinte.
La Escuela Industrial era un establecimiento público que impartía educación
y capacitación en actividades industriales como mecánica, electricidad, carpintería
y otras manualidades que resultaban de mucho interés para la juventud y de
mucha utilidad para la ciudad y la región. Estaba ubicada en las inmediaciones
de la Cervecería Nueva, en la calle trece entre quinta y sexta.
Había comenzado el año 1949 y la Industrial, como se le llamaba
familiarmente, iniciaba ese nuevo periodo académico con una renovada planta de
profesores, muchos de ellos al parecer, sin las competencias requeridas para la
difícil labor de educar y capacitar la juventud en las áreas anteriormente
expuestas.
Decían las informaciones periodísticas, a raíz de este caso, que los
estudiantes de la Industrial no pedían menos horas de trabajo, ni mejor
alimentación o confort en los alojamientos, ni más horas de recreo. Estos
muchachos, ávidos de aprender, estaban pidiendo los elementos mínimos
para cumplir su cometido, maquinaria para perfeccionar sus conocimientos
y profesores idóneos y capaces que les enseñen e instruyan en los procesos y
técnicas necesarias para desempeñarse con eficacia.
Pero veamos cómo empezó todo este embrollo. Desde comienzos del año
lectivo, los estudiantes veían cómo la situación de la Industrial venía
deteriorándose paulatinamente, sin que el rector Francisco Anaya Prada tomara
las previsiones necesarias para solventarla.
La falta de implementos y la obsolescencia de los actuales, en los
talleres, además de los cambios en el profesorado, por nuevos maestros, al
decir de los estudiantes, sin los conocimientos necesarios, impulsaron a los
alumnos del último año, el tercer año de entonces, a plantearle a las
directivas, en cabeza del director, una solución que no sólo no fue atendida
sino recibida con la mayor displicencia y desprecio, al punto de amenazar con
tomar represalias para amedrentar y tomar venganzas con el fin de hacerlos
desistir de sus justas aspiraciones.
Por estas razones, el martes 15 de marzo a las nueve de la mañana, empezó
el movimiento huelguístico de los alumnos de tercer año, encabezados por el
estudiante Uwaldo Carvajal, con el apoyo del profesor Antonio Carreño, quien
tenía a su cargo las asignaturas de educación física.
Enterado el alcalde, capitán Cuervo Araoz, de inmediato hizo destacar dos
piquetes de policías, uno en cada esquina de la calle 13 donde tenía su sede la
Escuela Industrial y minutos más tarde, hizo presencia allí, para dialogar con
el rector de la institución sobre las peticiones del alumnado y demás problemas
de orden interno del instituto.
A su llegada, el rector ordenó formar a los estudiantes, quienes se
rehusaron. En vista de semejante desacato, los amenazó con expulsión, lo cual
enardeció más los ánimos, haciendo que los muchachos pidieran de viva voz su
retiro; confundido se retiró a su despacho, fue entonces cuando el profesor
Carreño tomó la dirección del movimiento, ordenando la formación en el patio de
entrenamiento, siendo obedecido inmediatamente.
El alcalde, entonces, exhortó a los estudiantes a guardar el orden, la
tranquilidad y la compostura y los invitó a seguir a las aulas a fin de no
causar impresiones desagradables para con la tradición que le habían infundido,
de tiempo atrás, al establecimiento. Además les explicó a los jóvenes que
la presencia de la policía no tenía otra misión que la de guardar el orden y
protegerlos de cualquier alteración deplorable. Terminó pidiendo el
nombramiento de una comisión para que se trasladara a la Secretaría de Gobierno
e informara sobre el particular.
Seguidamente, el secretario de educación, mayor Hernández Pardo, se reunía
en el despacho del rector en compañía del alcalde de Pamplona, capitán Alonso
Sánchez y el alcalde de la ciudad para enterarse de la situación. De esa
reunión se hizo énfasis en que no se permitirían disturbios ni desfiles
huelguísticos, conforme a un decreto promulgado, a nivel nacional, por el presidente
Ospina Pérez.
Mientras tanto, los reclamantes habían elaborado el manifiesto en el que
pedían la renuncia del rector y del profesor Ramiro Calderón. El manifiesto
hace graves acusaciones al rector por su desorganización y frialdad para
resolver los problemas de la Escuela y pide mejores profesores.
Finalmente intervino el gobernador, quien en primer lugar, declaró ilegal
el paro y reafirmó que su despacho no tenía conocimiento de los problemas que
aquejaban a la comunidad educativa de la Industrial; pidió un compás de espera
mientras el ministro de educación respondía el telegrama que le habían enviado
informándole el acontecimiento pero sin mencionar las peticiones de retiro del
rector y el profesor Calderón.
Para resolver este impasse disciplinario, el rector declaró la suspensión
del profesor Carreño, promotor reconocido como responsable del paro, fomentando
la indisciplina y azuzando a los alumnos contra la institucionalidad.
A la mañana siguiente, se reunió el consejo directivo para escuchar los
descargos del profesor Carreño, quien relató cronológicamente los hechos
“amorales, las vulgaridades y la incapacidad de muchos de los nuevos docentes.”
Analizados los hechos y luego de una breve discusión, el consejo directivo
restituyó en su cargo al profesor Carreño, por considerar que intervino
voluntariamente para acallar, apaciguar e intervenir a favor del orden, de la
moral, de la disciplina y del buen nombre del establecimiento.
Mientras esto ocurría, los alumnos de los cursos inferiores se habían
adherido al paro en solidaridad con sus compañeros y el problema parecía
extenderse, pero nuevamente intervino el gobernador Vera, logrando la
colaboración del ministerio para la consecución de la maquinaria y los
materiales como parte de los requerimientos de los estudiantes.
Y aunque no se hizo mención de lo sucedido con el resto del profesorado, el
movimiento huelguístico se levantó y aprovechando el festivo del 19 de marzo,
la Escuela íntegra, salió a desfilar, encabezados por su banda de guerra, así
como los demás colegios, en la tradicional parada que se cumplía religiosamente
todos los años.
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