martes, 13 de diciembre de 2016

1044.- ADIOS AL CAMPEON ALFONSO ZARATE CABALLERO



Gabriel Zárate Caballero

Alfonso Zárate Caballero

Darle el ultimo adiós a un hermano, es un momento de una gran pena. Es experimentar en carne propia la amargura, el dolor, la impotencia y sentir que pudimos haber hecho algo más para seguir teniéndolo entre nosotros y no hubo manera de lograrlo… se perdió la batalla.

Llegan a mi memoria evocaciones del pasado en los que compartí directamente con Alfonso… instantes de la vida, de los cuales algunos quedaron congelados en el pasado y otros trascendieron en el espacio-tiempo y dejaron huella indeleble en los corazones de todos los que lo conocieron de cerca.
Soy hermano menor que él y por ende uno de los más cercanos en su infancia y adolescencia. Prácticamente él fue mi maestro, puesto que de él aprendí a batallar con la vida.

La infancia de Alfonso transcurrió en medio de grandes avances en el saber. Cuando terminó su primaria en la escuela de varones de Guaimaral, no aplicó para el primer año de bachillerato en el Colegio Municipal, porque los directivos del colegio dijeron que estaba muy niño para comenzar su bachillerato porque le faltaba un año de edad.

Entonces mi papá, don Zárate, ‘Don Pipo’ como le decíamos cariñosamente, decidió que lo mejor era que repitiera el quinto año de primaria, mientras alcanzaba el año de edad requerido para que entrara a la secundaria.

En el Colegio Municipal brilló por su desempeño como estudiante y deportista. Aunque le gustaba el futbol, don Copete no lo alineó en ninguno de sus equipos porque en las prácticas siempre hacía autogoles. Alfonso se desempeñaba como defensa centro y su hábito era cabecear hacia atrás marcando el tanto en su propia portería.

Don Pipo le armó una bicicleta para que se transportara al colegio y él le gustó tanto montar en bici que al poco tiempo ya estaba participando en competencias ciclísticas. Ganó trofeos en esta disciplina los cuales exhibía al lado de los que había cosechado nuestro hermano, mayor Pedro Antonio.

La verdad es que ellos Pedro y Alfonso fueron connotados ciclistas, conquistaban triunfos montando bicicletas ordinarias que, en el argot de la familia, les decíamos “las burritas”, porque eran bicicletas pesadas no aptas para competencias.

Estando en el Colegio Municipal, tuvo la fortuna de conocer a un profesor que le enseñó a jugar ajedrez. Este profesor al que conocimos como ‘El Loco Pardo’, lo inició en el arte de la defensa y el ataque en el juego ciencia. Fue tanto su gusto por este juego que se apasionó por él y en la búsqueda de nuevos retadores que le dieran la pelea conoció a Antonio Moreno Fossi, un veterano del ajedrez que se encontraba ranqueado por la Federación Colombiana de Ajedrez.

Los dos se volvieron Maestro y Discípulo y con ello, se logró que Alfonso mejorara sus conocimientos en el juego ciencia. Fossi le vendió un libro de ajedrez escrito por el antiguo campeón mundial de ese deporte José Raúl Capablanca, de origen cubano. Este libro siempre lo llevaba Alfonso bajo el brazo y con el paso del tiempo fue cosechando éxitos y avances notorios con tácticas de defensa y ataque, así como estratagemas de batalla en el tablero.

Antonio Moreno Fossi le tomó mucho aprecio a mi hermano Alfonso y le dedicaba extenuantes horas a la práctica del ajedrez, en su fábrica de colchones de la calle 13 entre avenidas 4a. y 5a.

Alfonso en su búsqueda incansable de nuevos contendores, visitaba el Club “El Gambito” ubicado en la calle 12 frente al Parque Colón. Yo lo acompañaba hasta altas horas de la noche en los que se debatía en luchas tenaces con el Maestro Pinto. En este club se codeó con Fernando Benítez, con el Maestro Urbina y demás ajedrecistas reconocidos en la ciudad.

Allí fue moldeando y construyendo su propio estilo de juego, con el que conquistó varias veces el título de Campeón Departamental del Norte de Santander.

Delante de su pasión, el ajedrez

Cuando el Club “El Gambito” cambió su sede para la avenida primera entre calles 13 y 14, local exactamente al lado de la casa de la familia Hernández Cambindo, Alfonso empezó a observar que en esa casa habitaba una linda doncella, morena que le impactó a primera vista. Pronto se dio cuenta que esta morena le hacía desviar su mirada del tablero para observarla pasar. Esta señorita, de nombre Elizabeth, le empezó a quitar el sueño a Alfonso.

Alfonso, a pesar de ser bastante tímido e introvertido, se interesó tanto por esta morena de figura esbelta y mirada inocente. Elizabeth, por su parte, le atraía con curiosidad era el juego que se desarrollaba en los tableros de ajedrez. Ella asomaba la cara por la puerta del club sin atreverse a entrar y solo curioseaba. Alfonso no fue centro de su interés y creo que ni se dio cuenta de la existencia de mi hermano, solo miraba lo que jugaban y no sospechaba que allí se encontraba el hombre que se convertiría en su esposo… esposo para toda la vida como lo dice el sagrado compromiso matrimonial.

Alfonso insistió e insistió tanto que logró conquistarla y casarse con ella formando la familia Zárate- Hernández. No fue fácil para Alfonso ganarse el aprecio y corazón de esta hermosa morena, pero él que no le huía a los retos perseveró tanto que la doncella cayó en sus brazos y lo convirtió en el Príncipe de su fantasía angelical. Entonces, se casaron y esta unión dio como frutos a Boris y a Iván.

Antonio Moreno Fossi

Alfonso, apasionado por el ajedrez, se volvió adicto a este juego. Su obsesión lo llevó a retar al destino en una única contienda sin límite de tiempo. Y Alfonso había escogido sus fichas e iba a jugar con las negras.

Iniciaba el juego defendiéndose. Él pensó en diseñar una defensa imbatible contra los continuos ataques que le lanzaba el destino. La partida se desarrolló en el tablero de la vida. La apertura del juego, en los primeros años de casado, Alfonso los libró con movimientos tácticos de posicionamiento de piezas. El destino inició la partida con una apertura agresiva. Se ensañó con la dama y la atacó y al final, la puso en contra de Alfonso. Entonces, éste, como gran estratega, se defendió esgrimiendo como punta de lanza sus dos alfiles.

Los embates del destino pronto sacaron del juego a la dama y a los dos alfiles y el destino amenazó con ganarle la partida. Alfonso se sintió morir…sufrió, se desesperó, lloró y enloqueció… pero no abandonó la partida. Aunque sintió que todo está perdido pues ya no tenía a su lado a su dama y sus dos alfiles, no declinó el juego.

Viéndose perdido Alfonso hizo una jugada brillante, aprovechando un descuido del destino y Alfonso coronó otra reina; se enamoró de una hermosa mujer de nombre Estela, con quien sostuvo un romance que dio como fruto a Diego Alfonso.

Con nueva reina y nuevo alfil, se reagrupó para lanzar la embestida contra su rival de juego. Fue un jaque al descubierto para el destino. El destino viéndose acorralado reorientó su ataque y volvió a diezmar a Alfonso, le quitó la vida a la dama y alejó a su nuevo alfil. Alfonso perdió las únicas dos piezas que le quedaban y otra vez, vio perdida la partida.

Se quedó solo… el destino lo superó, se ensaño con él y lo mató lentamente. La partida entró a su final… Alfonso no tenía defensa para contrarrestar las diferentes amenazas de jaque en las que le puso el destino y se vio obligado a asumir el movimiento del peón… peón de ajedrez… caminó valientemente hacia adelante… pero muy lentamente… está perdido… sus pasos son pesados, cansados, de enfermo grave, herido mortalmente… pero siempre en línea recta, hasta que el destino vislumbrando el final del juego le asestó el jaque mate. Y Alfonso perdió la partida y con ella perdió también la vida.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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