Gerardo Raynaud
En 1924, el gobierno nacional en cabeza de su presidente Pedro Nel Ospina
había instituido la Fiesta de los Estudiantes como una fórmula para incentivar
la educación y promover las actividades extracurriculares, particularmente
entre los estudiantes que cursaban los últimos años de bachillerato.
La medida debía ser cumplida, tanto en los colegios oficiales como en las
instituciones privadas, que a la sazón eran relativamente pocas o más bien,
tenían un reducido número de estudiantes, más por razones obvias de economía
que por calidad de los estudios.
En ese año, se produjo el punto más elevado de la prosperidad económica del
país al recibir los pagos acordados por la indemnización de los 25 millones de dólares,
por la separación de Panamá. El buen manejo fiscal dado a esos recursos se
tradujo en crecimiento de las inversiones extranjeras y de las exportaciones de
café, lo cual impulsó a su vez el desarrollo industrial.
Sin embargo, durante esos mismos años comenzaron a surgir los
conflictos sociales que se manifestaron como protestas campesinas, sindicales y
estudiantiles, lo que en la práctica avivaba los enfrentamientos partidistas de
cuyos resultados, siempre arrojaban pérdidas humanas.
Pero a medida que transcurría el tiempo, los gobiernos fueron cambiando y
ya para 1942, fecha en la que se desarrolla nuestra crónica, comenzaba un nuevo
periodo presidencial el doctor López Pumarejo, con renovados bríos pero con la
desventaja de tener que lidiar con los problemas generados por la Segunda
Guerra Mundial que estaba en pleno apogeo.
En la soleada Cúcuta, las actividades cotidianas se sucedían con la
acostumbrada tranquilidad y para mediados de año se había programado una serie
de tareas estudiantiles que ya eran tradicionales de tiempo atrás. Los
estudiantes de los pocos colegios, públicos y privados de la ciudad, habían
conformado la Federación de Estudiantes del Norte de Santander y se disponían a
realizar una programación digna de los mejores exponentes de la cultura y el
saber regional.
Además de los actos representativos de la cultura, la ciencia y el deporte,
se incluían los correspondientes reinados, que sea conveniente aclarar, eran
específicamente relacionados con la simpatía que irradiaban las candidatas más
que por la belleza que exhibían.
Desde el año 1938, el estudiantado venía celebrando su fiesta tradicional,
tal como se merece y según decían, sin atreverse a programar reinados, pues
consideraban que “carecían de nobilísimos exponentes representativos”, dicho de
otra forma, no se atrevían a organizar reinados, pues creían que no se les
tomaría en serio y que ninguna de las “señoritas” de la época, se lanzarían
como candidatas, dado el nivel mojigatería que imperaba en la pacata sociedad
colombiana, muy dominada por la religión y en particular por los párrocos,
quienes imponían lo que podía y no podía hacerse.
Pero nada más equivocado, como se pudo constatar días más tarde, lo que a
su vez, condujo al fracaso el planeado primer reinado de la Federación de
Estudiantes.
Aquí es necesario aclarar, que no se trataba del primer reinado que se
cumplía con ocasión de la Fiesta del Estudiante, sino el primero que era
organizado por la Federación, como ente organizador de este evento, el que anteriormente
era organizado por las instituciones gubernamentales encargadas del manejo de
la educación en sus jurisdicciones.
El desarrollo de las actividades venía presentándose sin dificultades
durante las etapas previas, en las cuales se definían las fechas y las
jornadas, sin embargo, debido a lo heterogéneo de la composición de la
Federación, resultaba complejo ponerlos de acuerdo y allí comenzó la hecatombe.
En esa Federación se integraban estudiantes de los diversos planteles de la
ciudad, entre los que había alumnos de establecimientos públicos, como el
Sagrado Corazón, La Escuela Industrial, el Colegio Cúcuta, entre otros; de
colegios privados, como el San José y el Gremios Unidos que era el más
representativo; pero además, éstos se podían clasificar en colegios laicos y
colegios religiosos, según fueran regentados por seglares o por alguna
comunidad religiosa.
Esta mezcla tan desigual, era apenas normal que no lograra consensos y por
esta razón, entre las posibles candidatas surgieron dudas que no permitieron
decisiones en cuanto al reinado se trataba.
La primera en decidirse, que al final resultó siendo la única candidata,
fue lanzada y patrocinada por el Colegio San José y quien aceptó fue la hermosa
Stella Garbiras muy poco tiempo antes de cerrarse el límite de las
aceptaciones. Dicha decisión fue objeto de los más diversos comentarios, por
cuanto se conocían las pugnas que existían al interior de la Federación.
Al parecer, el único de los eventos que generaba controversia era el
reinado, tal vez por las diferencias de formación entre los componentes de la
agrupación, pues los demás, que componían el certamen cultural, se dice que
“revistió la esplendorosidad y la magnificencia, despertando el interés
general, moviendo a los particulares a tomar cartas en el asunto, ya en la
organización de un baile, en los que decididamente prestaron su apoyo material
y económico, como sosteniendo el nombre, en verdad emotivo, de la noble
candidata, señorita Stella Garbiras.”
Otros colegios, estudiaron la posibilidad de respaldar otras candidatas a
este reinado de la simpatía, pero debido a las grandes e infundadas disidencias
que se presentaron en el seno de la Federación por otras postulaciones o
inscripciones diferentes a las de la señorita Garbiras, decidieron apartarse
del evento.
Del grupo de candidatas que tenían la intención de participar pero que al
final decidieron no hacerlo, estaban las señoritas Eddy Gandica, Maruja
García-Herreros y Adela Abbo Fontana quien había ganado un concurso anterior y
que se decía, tenía la mayor opción de vencer.
El grupo de estudiantes de la Federación se mantuvo en su posición de
apoyar la candidatura de Stella Garbiras, pues argumentaban que “la señorita
Stella es la única que está llamada a representar al estudiantado cucuteño, por
sus dotes de clara inteligencia y por su integridad moral y espiritual, por sus
cualidades y virtudes, ciñendo en sus núbiles sienes, la real corona emblema
del designio.”
Ante esta situación, que consideraba íntegramente arbitraria, pues querían
imponerla a como diera lugar, la única candidata hasta ese momento presentó su
carta de renuncia irrevocable, agradeciendo al colegio y a la Federación, el
honor de representarlos, pero también exponiendo sus motivos que no eran otros
que las pugnas internas que no permitían un resultado ecuánime. En un principio
la renuncia no fue aceptada pero ante su insistencia, no tuvieron más remedio.
La Fiesta del Estudiante continuó por algunos años más, y la
Federación, a pesar de sus pugnas internas, logró sobrevivir, con
participaciones menores que le permitieron mantenerse vigente hasta la
siguiente reestructuración del sistema educativo, después de la cual
desapareció.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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