jueves, 2 de febrero de 2017

1069.- ESCUELAS SIN DIOS



Gerardo Raynaud

Desde finales del siglo XIX cuando el gobierno colombiano firmó un nuevo Concordato con la Santa Sede, que le otorgaba al país el control de la educación, de las misiones y la autoridad moral del país, la Iglesia Católica se puso del lado del Partido Conservador.

Ante estas nuevas perspectivas, comenzaron a crearse, en todo el territorio nacional y Cúcuta no fue la excepción. Colegios y escuelas laicas, que no fueron propiamente del agrado de la curia, especialmente en aquellos pueblos donde los sacerdotes ejercían un especial dominio sobre las costumbres y por qué no decirlo, sobre los gobiernos locales.

No fueron muchas las poblaciones que se atrevieron a lanzarse a este tipo de aventuras, toda vez que el gobierno central, en manos del partido conservador desde, prácticamente, inicios del siglo XX, mantenían fuertes lazos de unión con la Iglesia, que dificultaba la puesta en marcha de cualquier tipo de instituciones profanas.

Las primeras noticias que se tienen sobre estos planteles laicos, en Cúcuta, datan de 1890 cuando un grupo de personalidades de la ciudad, encabezado por  Andrés B. Fernández, que preocupado por la instrucción de sus paisanos propusieron la creación de una escuela nocturna, “para el pueblo”, que se llamó Liceo Girardot.

Con el pasar del tiempo y dada la aceptación del Liceo, decidieron ampliar la oferta educativa con una jornada nocturna, desconocida entonces, porque sólo se estudiaba de día, pero lo que se buscaba era brindarles oportunidades a quienes trabajaban en horas diurnas, abriendo la Escuela Nocturna anexa al Liceo.

Las dos instituciones se mantuvieron hasta  1894, porque las sucesivas guerras no facilitaban la asistencia de sus estudiantes. Pasada la Guerra de los Mil Días, los habitantes comenzaron a reintegrarse lentamente a sus actividades y a preocuparse por la educación de sus hijos.

El gobierno procuraba ofrecer las facilidades, sin embargo, muchas talanqueras aún se presentaban para poder acceder a la educación formal. Que si eran hijos naturales o de padres liberales o masones, ateos o libre pensadores, protestantes o de cualquier otra religión distinta de la católica; en vista de tales circunstancias, comenzaron a emerger, en todo el país, organismos que promovieron oportunidades de ingreso de estos marginados, a las aulas de formación y capacitación y que se caracterizaron por no estar sometidas al control de la Iglesia, pues consideraban que la educación religiosa era materia que solamente concernía al fuero interno de cada familia.

Bajo estos conceptos se iniciaron, en Cúcuta, la Escuela Nocturna Soto y el colegio Gremios Unidos, ambos auspiciados por la naciente Sociedad de Artesanos Gremios Unidos. No les resultó nada fácil, por la férrea oposición de la curia, especialmente por la del párroco de la iglesia de San José, Demetrio Mendoza que no perdía ocasión para atacarlos por todos medios a su alcance en aquella época, todo ello basado en el artículo 12 del Concordato, que a la letra decía:

”En las universidades, los colegios, las escuelas y en los demás centros de enseñanza, la educación e instrucción pública se organizará y dirigirá en conformidad con los dogmas y la moral de la Religión Católica. La enseñanza religiosa será obligatoria en tales centros y se observarán en ellas las prácticas piadosas de la Religión Católica”.

Es la razón del nombre de esta crónica, que hace referencia a uno de esos virulentos ataques emprendidos contra una actividad iniciada por esta Sociedad, que pretendía recabar fondos para su funcionamiento y que pasaré a contarles a continuación.

Para el domingo 19 de octubre de 1924, la Sociedad de Artesanos de Cúcuta, programó un bazar con el fin de reunir fondos para las obras educativas antes mencionadas. El acontecimiento tuvo un gran éxito, debido en buena parte al favor de la ciudadanía que contribuyó  desinteresadamente a este fin, pues conocían el magnífico servicio que le prestaba a la juventud.

En resumen, el producido fue de $3.000, una cifra altamente significativa y que motivó aún más el desagrado del párroco, quien se fue lanza en ristre contra todos aquellos que habían participado, directa e indirectamente de la jornada.

En el sermón del día siguiente se expresó en palabras como:

“Con lo recolectado se ha prolongado por unos días más la vida del enfermo, pero la muerte se cierne sobre él, terrible, implacable. Y es que ya todos los liberales están convencidos de que Gremios Unidos, al único que le reporta ventajas es a su director. Por eso algunos liberales se han preguntado si el director de la escuela laica no está en connivencia con los godos para explotar al liberalismo y hacerlo objeto de sangrienta burla”.

No contento con estas palabras, siguió en su tarea de descalificar a los asistentes, diciendo que “En definitiva, en el bazar, sólo hicieron acto de presencia los parias del Ferrocarril y unos cuantos de la masa del pueblo liberal que todavía está en la más espantosa obscuridad”. 

Esta última afirmación era una lógica consecuencia de la animadversión manifiesta que el prelado le tenía  Manuel Guillermo Cabrera, presidente de la Sociedad del Ferrocarril de Cúcuta, quien apoyaba cuanta gestión se desarrollara en beneficio de los habitantes locales.

Fue más lejos aún en la publicación del editorial de su interdiario ‘El Popular’, cuando informó de las personas, con nombres y apellidos, que habían asistido y colaborado con lo que él llamó “las escuelas sin Dios”.

Cito textualmente:

“Aquí los liberales han fundado una escuela para levantar una generación sin Dios. Pobres diablos, están peor que las ratas. Los paganos no se han atrevido a tanto. En esta obra les ayudaron las siguiente señoras y señoritas: María de Villamora, Lola Lamus de Rodríguez, Ana Francisca de Silva, las hermanas Concepción, Adela y Margarita Salas Nieto, Natalia Troconis de García-Herreros, Carmen Belén y María Villamora Valero. Son pocas en verdad pero han sido capaces, contra la pléyade de damas que aquí velan por el honor de Dios y por su dignidad de madres y de mujeres, de pisotear los más caros ideales de un sociedad cristiana”.

La verdad es que el R.P. Mendoza trató por todos los medios de impedir la realización del bazar, incluso acudiendo a las más altas autoridades civiles, como lo fueron el gobernador y el alcalde, sin embargo, los directivos de Gremios Unidos, amparados por los derechos que les otorgaba la Constitución Nacional (la de 1886) lograron el permiso del gobierno, no sólo para el mencionado sino para otro adicional que se cumplió, quince días más tarde, con el cual ‘redondearon’ los recursos necesarios para cumplir los compromisos académicos del siguiente periodo lectivo.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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