domingo, 19 de febrero de 2017

1077.- DON ALFREDO DI STEFANO POR CUCUTA



Luis Fernando Carrillo

Don Alfredo Di Estefano

Fue un domingo, cuentan los que lo vieron por vez primera en San José de Cúcuta, en los inicios de los 50. Hacia las 3:30 pm., en el estadio General Santander hacía un sol menos duros que estos de ahora, que parecen anunciar el fin del mundo y el infierno.

La gente se hacía presente porque se veía un espectáculo propiciado por grandes jugadores. Cuando eso del fútbol era un deporte, una distracción, ajeno a las mafias, no un negocio.

No existían las palabras con que se relata ahora, como líbero alternado, doble zona de cuatro, marca zonal, media punta, carrileros, volante de contención, volante de apoyo y un poco de chimbadas más, inventadas para descrestar.

Era un concierto orquestado por 22 músicos que hacían las delicias de los espectadores, dirigidos por un árbitro que honraba el espectáculo.

La Villa fue afortunada porque alcanzó a vivir momentos de gloria. Por su escenario, ya sesentón, pasaron grandes orquestas que tenían un solo instrumento que se llamaba balón que, cuando lo cogían, le arrancaban las mejores notas.

Ese domingo venía a Cúcuta un muchacho argentino, proveniente de River Plate. Había firmado con Millonarios, por insinuación de otro monstruo llamado Adolfo Pedernera: se trataba de Alfredo Di Stefano, caracterizado por ser veloz y gran definidor.

Era lo que necesitaba El Maestro. “Bueno, Pibe” le dijo Adolfo en el primer entrenamiento en la ciudad universitaria, “lo que tenés que hacer es sencillo: yo te lanzo el balón de 30 o 40 metros, le picás a las defensas rivales y definís, como sabés hacerlo”.

Fue una de las tantas fórmulas de cómo Millonarios definió muchos partidos. Uno de esos fue su primera presentación en Cúcuta.

El estadio a reventar. José Atuesta y Bernardo Ramírez tomando las fotos; Roque Mora, Carlo Ramírez París y Álvaro Barreto haciendo bulla con sus micrófonos; la muñeca Arango engalanando el estadio con su bella presencia. Árbitro del encuentro el señor Diego de Leo.

Rossi, Di Estefano y Pedernera

Minuto a minuto la imponencia argentina acorralaba a esa otra gran escuadra llamada Cúcuta Deportivo, conformada por la flor innata del futbol uruguayo. Se dio lo que tenía que darse: dos pases de profundidad de Pedernera, dos piques de la Saeta Rubia, como se llamaría después a Di Stefano, y el partido quedaba definido.

Lo demás era el ballet luciéndose con otras figuras como Báez, Mourin, Cozi, Pini, Zuluaga, Rossi, Soria o Ramírez.

La historia de Di Stefano es harto conocida. De Millonarios va al Real Madrid, donde se consagraría como ícono del futbol español y europeo.

La Saeta Rubia

Por eso es bueno recordar ahora a ese atleta que, en su plenitud, era un todo terreno con corazón de aficionado, como en aquellas tarde del General Santander: corría hacia donde iba la pelota, pasada como con la mano, se llevaba a los defensas y a la salida de Tulic se la colocaba a donde no podía llegar: Días del futbol deporte, del futbol recreación, de los que Don Alfredo fue amo y señor.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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