Gerardo Raynaud
El 12 de octubre de 1924, la celebración más importante, en Cúcuta, no fue
la del descubrimiento de América, como se llamaba entonces ese día la
conmemoración en agradecimiento a la madre patria, por haber traído su cultura,
su religión y sus costumbres, sino que con el pasar de los días se acentuaba
más la idea de que la mejor manera de celebrar las fiestas patrias, era dando
al servicio obras de progreso, puesto que, estimada la magnitud de aquellas
efemérides, resultaba pequeño consagrarles el solo tributo del recuerdo.
Sin embargo, la tradición no podía quedar en el olvido, así pues las
ceremonias religiosas de la mañana consistieron en la santa Misa y el Te Deum,
oficios a los cuales asistieron todos los representantes del poder público, los
estudiantes de las escuelas y colegios, el regimiento Santander, la banda del
departamento, el pueblo católico y la alta sociedad.
Se nota en estas líneas, extraídas de un diario católico de la época, la
estricta clasificación que ejercía la jerarquía católica de sus fieles, a
los cuales categorizaba convenientemente.
Los oficios religiosos de este día, recordaban entonces, la escena en la
cual Colón, arrodillado sobre las playas de la que posteriormente sería nuestra
América, daba gracias a Dios por el éxito de su viaje y ganaba para la religión
católica, tierras que hoy “florecen a la sombra bienhechora de la Cruz”, según
palabras del recordado presbítero Demetrio Mendoza.
La siembra del árbol, realizada después de los actos previstos, se hizo en
el Jardín Abrego con el acompañamiento de las palabras del vicerrector del
colegio provincial, don Clemente Blanco, con lo cual quedó finalizada la
primera parte de ese jubiloso día.
El resto de la jornada la acapararon los miembros del clero, pues para ese
día habían programado unos actos especiales, con ocasión de la inauguración del
edificio de la Prensa Católica, ubicado en la esquina noroccidental de la esquina de la calle 11 con avenida 4. Desde hacía algunos años, el clero católico se
había propuesto divulgar sus doctrinas a través de medios que le permitiera
llegar hasta lo más profundo de los sentimientos de sus fieles y con ese
objetivo, el R.P. Daniel Jordán inició sus ejercicios periodísticos publicando
un folleto en el cual informaba a su feligresía las principales noticias del
mundo católico, incluyendo una que otra perlita política del gobierno local y
nacional, en aquellos momentos en que la hegemonía conservadora detentaba un
amplio poder a todos los niveles.
Esta publicación se llamó El Granito de Arena y fue el predecesor de El
Popular, periódico que precisamente, hoy, inauguraba su elegante y cómodo
edificio ubicado en la calle de Ricaurte a pocas cuadras de la iglesia de San
José. Su director, el padre Demetrio Mendoza, venía precedido de una amplia
experiencia, toda vez que años atrás había dirigido con éxito, la publicación
oficial de la diócesis de Pamplona, La Unidad Católica, por encargo del obispo
Afanador y Cadena.
El protocolo de la inauguración se inició con la bendición que hiciera el
canónigo José de Jesús Peralta, en compañía de los sacerdotes Jaimes, Santaella
y Sanmiguel, de la elegante mansión y adicionalmente de la moderna prensa
importada de Alemania, que reemplazará las primitivas y gastadas máquinas, que
a pesar de su edad, no dejarán de trabajar sino que complementarán las tareas
que a partir de ese momento, emprenderá la editorial Prensa Católica, en busca
de frenar el avance de las ‘fábricas de deshonra’, como llamaban a la prensa
liberal.
Desafortunadamente y por razones de trabajo, el padre Mendoza no pudo
asistir al festejo, ya que se hallaba en el poblado de Ricaurte atendiendo
compromisos y deberes patrióticos y en especial, religiosos.
En el acto de la bendición de la empresa editorial fueron leídos sendos
discursos, el primero, por el Secretario de Gobierno del departamento señor
Januario Sarmiento y para cerrar el evento, un joven abanderado de la causa
conservadora, Víctor M. Pérez, ambos oradores hicieron gala de sus dotes de
elocuencia y sus palabras fueron alabanzas a las obras que se consagraban y
para sus promotores.
Posteriormente, vino la entronización de la imagen del Sagrado Corazón en
la sala de la Administración, después de lo cual, la Banda del Departamento
selló el festival con una selecta ejecución de sus piezas musicales.
En las primeras horas de la noche, una multitud compuesta por lo más
granado de la sociedad local y del pueblo de Cúcuta, literalmente colmaron las
instalaciones del Centro Católico, con el propósito de asistir a la velada
organizada por ‘apreciabilísimos elementos amantes del arte y generosos en
regar el bien’, según comentarios del periódico objeto del tributo.
Fueron anfitrionas de este magno acontecimiento las matronas Elisa de
Ferrero, María de García-Herreros y Elisa de Soto quienes con sus encomiables
esfuerzos lograron que la fiesta se realizara de manera suntuosa.
Fueron muy aplaudidas las disertaciones sobre los secretos del arte
dictadas por la señora Mercedes Gandica de Alvarado y los señores Eleazar
Belloso y Elías M. Soto.
La Banda Departamental abrió concierto con la ópera Rigoletto de Verdi, en
cuya admirable ejecución sobresalieron las virtudes artísticas de don
Caracciolo Vega quien mereció repetidos cumplidos.
El presbítero Daniel Jordán evocando la figura de la reina Isabel la
Católica, disertó sobre la gestión católica de la mujer para ofrecer su humilde
homenaje al grupo de damas que con carácter desinteresado habían organizado la
velada.
A continuación la música se apropió del escenario. Las Campanas del
Convento, pieza delicada interpretada con maestría por la señorita Matilde
García-Herreros; la niña Blanquita Rosales con una precocidad que llamó la
atención, cantó El Abanico, canción que despertó la simpatía entusiasta del
público y los consumados artistas Angel María Corzo, Carmelo Lacruz y Pedro
Elías Soto en compañía de la pianista Carmen Soto, interpretaron los conocidos
fragmentos de La Gran Fantasía de Fausto y El Barbero de Sevilla. De Aurelio
Martínez Mutis se interpretó por parte de Roberto Ramírez Cardozo la oda Salve
Madre Gloriosa.
Luego de algunas interpretaciones corales, el público esperaba con grandes
expectativas el drama La Gota de Sangre, una pieza teatral que evocaba la
época cristiana durante el imperio romano y en la cual, la habilidad de los actores,
la belleza del guión y la elegancia y suntuosidad del vestuario, fueron las
particularidades que dominaron la atención de los concurrentes.
El Centro de Juventud Católica de cuya iniciativa nació la idea de realizar
esta jornada artística, recibió de los homenajeados sus más sinceros y
cordiales agradecimientos, así como el merecido premio que dejaban en manos de
Dios.
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