miércoles, 12 de abril de 2017

1107.- MILTON ERRE, La estación de los suspiros

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Nació en Cúcuta, en Agosto de 1939 y murió en Medellín el 28 de Febrero de 2007; su vida estuvo ligada a la expresión literaria, ya que a muy temprana edad publica en La Opinión sus primeros poemas. En su adolescencia comenzó a participar como declamador en programas de radio (La Voz del Norte de Cúcuta), lo cual le va determinando en su afición y luego actividad profesional, en permanente vinculación con los medios de comunicación: prensa, radio y televisión.

Vinculado a la ciudad de Medellín, desde 1972, permaneció en ella la más productiva de sus etapas; estuvo vinculado a RCN, a la emisora cultural de la Universidad de Antioquia . Y en la docencia a: ESUMER, ATEC y a la Universidad San Martín.

Estudioso de la música colombiana, fue un difusor permanente a través de la radio, encuentros musicales y festivales. Fue Maestro de Ceremonia en innumerables eventos.

Entre sus publicaciones están: Los Frutos de la Espera (poemas), Koala…, Cartas a María Madrugada (Epistolario), Los Eventos del Anciano Cuenta Cosas (meditaciones), El Hombre de la Voz y la palabra en el Aire (meditaciones II), la Estación de los Suspiros (poemas).

Y por editar: las Palabras Pequeñas (poemas), Las Voces en la Ausencia (poemas), Apuntes Pedagógicos del Anciano Chamán (meditaciones III).

                       Meditación bajo la sombra y el olvido

Se puede olvidar.
Y el olvido es como una caracola
que fabrica el viento con sus lágrimas.
Se puede olvidar…
porque yo olvido
y porque también me olvidan.

Se puede olvidar aunque crezcan los días
aunque el sol sonría
y siga tejiendo espejismos de flores
en la tarde
sobre la sed de la agonía.

Se puede olvidar.
Aunque se sienta que todavía caemos
Por abismos de soledad y sombras.
Aunque sintamos que acariciamos –siempre-
las mismas piedras grises.
Aunque se sigan viendo florecer las tardes
con harapos de tiempo,
de ecos salobres y marchitos.
(Aunque nos sintamos solos olvidando)

Se puede olvidar
Y el olvido es una flor gigantesca
Que vemos crecer inexorablemente…
es una paz engañosa
que nos besa el alma…
es una insensibilidad-metálica
que lastima con sus pétalos de alambre.
El olvido es un grito diluido en los colores,
canto son fin que llega sin recuerdos,
solamente con frutos deshojados por la espera.

Se puede olvidar, mientras el campesino
teje parcelas y lágrimas y espigas
y en las tardes pretende renacer en el amor
y en la esperanza.

Se puede olvidar
cansadamente,
alegremente,
despaciosamente,
soñadoramente…
mientras toda la voluptuosidad
de la tarde se estira por la comarca
de los sueños desechos.

Se puede olvidar
mientras soñamos con amar el futuro,
mientras vemos florecer
y prolongar nuestras manos
hacia el infinito extendido,
hacia la perpetua floración de la esperanza
sobre el hastío y los fracasos de los días.

Se puede olvidar
como olvido las alas perdidas
en tantas vueltas del destino.

Sí. Se puede olvidar
-TODO-
menos que existimos
Y que somos la prolongación de la vida sobre el mundo.











Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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