viernes, 12 de mayo de 2017

1123.- EL PADRE JUAN, toda una vida de servicio

Patrocinio Ararat Díaz

El padre Juan y Patrocinio Ararat con su patrono San Juan Bosco.

Lo conocí en 1958. Llegó a nuestra ciudad para unos ejercicios religiosos. Después fue mi profesor en el Salesiano. Para ser razonables, desde 1963, somos amigos. Cincuenta y cuatro años. Toda una vida.

Usted seguramente lo ha visto caminando rápido y muy erguido bajo el inclemente sol de las mañanas por las calles del barrio Popular. Tiene pinta de galán, tiene estilo, es de buen genio y aun cuando cuenta con 87 años cumplidos, pocos podrían “cogerle el paso” por la energía que le coloca a su caminado.

Hace pocos días, le propuse que habláramos de su vida y aceptó. Con lujo de memoria, me contó muchas cosas “con pelos y señales”.

Me dijo que nació en Junín (Cundinamarca) y que ha vivido en Cúcuta unos 30 años, sumando tiempos de las décadas de los cincuentas, los sesentas, los noventas y los años del siglo XXI. Se considera de esta tierra y aspira a vivir lo que le resta de vida en nuestra ciudad, donde tiene muchos amigos que lo quieren.

Se llama Juan de Jesús Urrego Ladino, hijo de Hermenegildo y Virginia, campesinos cundiboyacenses que criaron a sus ocho hijos en medio de un ambiente religioso y finquero, con río incluido y cultivos de café, plátano, aguacate y frutas. Los Urrego Ladino, murieron todos y solo supervive él, que es más conocido como el Padre Juan.

Inició su carrera religiosa a los siete años cuando entró al Colegio María Auxiliadora de Gachetá. Luego pasó al Instituto San Juan Bosco de Bogotá, después hizo aspirantado y noviciado en Mosquera. Se ordenó como sacerdote salesiano en 1961, es decir que actualmente cuenta con 55 años de carrera sacerdotal. Cree que es un regalo maravilloso de Dios que le haya concedido esta dicha.

En la academia de algunos colegios salesianos del país, donde enseñó, siempre estuvo dedicado a las Ciencias Naturales y era profesor de Biología, Botánica y Zoología. Me dice que todo esto lo aprendió en Irlanda, Estados Unidos y la Universidad Javeriana. Yo doy fe de que era exigente y cumplidor de su trabajo. Por esos buenos resultados se granjeó la estimación de sus alumnos. En sus labores académico-administrativas fue Director de Estudios, Consejero y Prefecto de Disciplina.

También fue Párroco en muchas localidades de EEUU con gran éxito y en Cúcuta, estuvo mucho tiempo como Párroco en la Iglesia de María Auxiliadora. Aprendió perfectamente el inglés y gracias a él ha disfrutado de sus viajes por EE.UU., Europa y el Medio y Lejano Oriente.

Un selfie familiar:  Patricia Ararat, el padre Juan Urrego y Patrocinio Ararat.

Como por el Colegio pasaron varios sacerdotes inolvidables, “le tomé el pulso” sobre algunos. Aquí están sus conceptos:

Del padre Miguel Muller, dijo que fue quién más propagó la devoción por María Auxiliadora, por ello construyó siete templos en su honor. Impulsó el Técnico Salesiano y trajo a Cúcuta varios alemanes a enseñar.

Del padre Eduardo ‘El Negro’ Martínez, manifestó que era admirable y polifacético. Manejaba todas máquinas del Instituto Técnico. Pero su sangre “hervía” por la música. Formó mucha gente en las bandas de guerra y de música.

Del padre Eladio Agudelo anotó que era una figura salesiana muy especial para los alumnos y para la comunidad cucuteña. Era una persona que gozaba del aprecio general por su mística. Me dijo que él confesaba a los demás curas. Y anotaba una cosa de la cual me preció de haberla escuchado. Que en su participación de los lunes salesianos en un programa que se llamaba “las buenas tardes”, el padre Agudelo siempre hablaba del Cúcuta Deportivo e hilaba este tema con algún mensaje religioso.

Del Padre Pedro León Reyes, me dijo que era un verdadero prefecto de disciplina, por lo vertical y exigente. Muy buen catedrático y excelente administrador.

Pasamos a otro campo, entonces habló de su devoción por la Eucaristía y por María Auxiliadora. Me anotó que a él Ella nunca le había fallado y que la Virgen se esmera mucho por resolverle las solicitudes a la comunidad. Agrega que a Ella hay que buscarla con confianza y con toda seguridad, se la encuentra.

En seguida, yo lo saqué de lo parroquial y me lo llevé a lo general y el primer tema que salió fue el del Papa Francisco. Expresó que es una figura que le ha dado a la Iglesia una imagen diferente que él comparte mucho, pese a “que tengo muchos noviembres encima”. Está de acuerdo conmigo en que la Iglesia se había retrasado respecto a la evolución del mundo y de la tecnología y que con Francisco es preciso acortar distancias.

Anota que hace falta actualización a la Iglesia en muchos sentidos. Por eso, aun cuando se necesita mucha prudencia, se requiere más debate de los problemas, más compromiso y de pronto, más valentía y arrojo, para plantear con firmeza y fuerza los cambios que se necesitan en nuestra sociedad.

Le “toqué” el punto del desarrollo político y social de la ciudad y me manifestó que ve a Cúcuta como una ciudad de avanzada y que aprecia mucho los cambios en infraestructura y urbanismo. Piensa que hace falta mucho en lo que respecta al desarrollo social y cultural y con tristeza nota mucha pobreza y falta de instalaciones y programas de arte y cultura.

Después lo “metí en cintura” con el proceso de paz y dijo que esperaba algo más del Gobierno para que por fin se acabe la violencia y podamos vivir armónicamente. Coincidió otra vez conmigo en que “no cree” mucho en la guerrilla por sus constantes inconsistencias. Pero considera que debemos darles la oportunidad.

Como dicen los muchachos “fue muy bacano” hablar con el padre Juan, con mi amigo de muchos años. Con el hombre que a pesar de sus últimos quebrantos de salud, vive feliz sirviéndole a la gente y viviendo por y para la comunidad. Con una persona que está siempre dispuesta a aprender y que cree que lo que se hace en esta vida, tiene eco en la eternidad. Con un señor que como anota Pablo Picasso, “Cuando le dicen que es demasiado viejo para hacer una cosa, procura hacerlo bastante rápido” o haciendo eco de Gabriel García Márquez manifiesta “El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”.




Recopilado por Gastón Bermúdez V.

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