Gerardo Raynaud
El mundo estaba, apenas en reconstrucción, tras la cruenta guerra y Colombia comenzaba a recomponer sus actividades, sin olvidarse de sus costumbres tradicionales suspendidas a raíz del conflicto mundial.
Por esta razón, en Cartagena de Indias, se recuperaba aquel reinado
nacional comenzado en 1934 y que fue suspendido por diversos eventos que habían
impedido su continuidad pero que ahora, cuando la calma había retornado, nuevos
vientos soplaban y era necesario retomar esas agradables acciones que distraían
las preocupaciones del pasado y hacían olvidar las dificultades que se
avecinaban.
En aquel año, 12 candidatas habían disputado el cetro y la corona que
finalmente ganó la representante de Bolívar, Yolanda Emiliani Román,
constituyéndose en la primera reina de belleza del país. Para el departamento,
era la primera vez que se participaba en este episodio, que en el futuro será
la mayor demostración de colombianidad y orgullo de su nacionalidad.
En 1947 había causado un extraordinario entusiasmo en los círculos sociales
el torneo para elegir la señorita Norte de Santander, que ese año iría a
competir, por primera vez, con las demás representantes a la corona de señorita
Colombia. Serían 14 aspirantes de los departamentos de la nación.
Con este fin, se conformó un comité integrado por los presidentes de los
clubes sociales de la ciudad, el alcalde y secretario de educación del
departamento quien actuaba en nombre y representación del Gobernador y el presidente
de la Sociedad de Mejoras Públicas, quienes se encargarían de organizar la
campaña, además, se definió que le escogencia se haría por votación el sábado
25 de octubre en los salones del Club Tennis y que la coronación sería el día
30 del mes, en un suntuoso baile de gala que se realizará en los elegantes
salones del Club del Comercio.
Desde el mismo día del anuncio, comenzaron a barajarse los nombres de las
más bellas mujeres de la ciudad y de las principales poblaciones del
departamento, toda vez que la convocatoria incluía localidades como
Pamplona, Ocaña, Chinácota y Salazar.
En ese tiempo, la selección y escogencia se formalizaba a través de los
clubes sociales y eran sus asociados quienes las escogían. En realidad, las
candidatas representaban las ciudades por intermedio de sus clubes sociales que
eran las instituciones que agrupaban lo más selecto y representativo de sus
pobladores.
En torno a cada postulante se conformaban “comités pro-candidatas” que
llevaban su nombre y que eran los encargados de la logística que la llevaría a
su elección. Recibidas las invitaciones, los clubes sociales de Cúcuta, Ocaña y
Pamplona, se dispusieron a organizarse para enviar sus más hermosas mujeres al
magno evento.
En Cúcuta lo hicieron, Olga Marciales, Leonor Gómez, Elvira Escalante, Nena
Marciales, Ligia Ramírez Soto, Blanca Victoria Hernández Duplat, Cristina Soto,
Ana Luisa Colmenares, Cecilia Vargas y Lucila Lara. Por Ocaña, fueron
seleccionadas, Ligia Martínez, Elvira Perdomo, Mary Roca, Ofelia Gómez y Fanny
Zurek Mesa; por Pamplona, Marina Villamizar, Elena Valencia y Leonor Canal.
Los clubes de Chinácota y Salazar de las Palmas no enviaron candidatas,
pues aseguran que la invitación fue tardía y no alcanzaron a prepararse
adecuadamente para un certamen de esa magnitud.
A medida que pasaban los días, candidatas salían e ingresaban a la baraja,
por diversas razones, pues aunque los requisitos no eran tan exigentes como los
actuales, motivos de índole personal, social o cultural eran manifestados por
las aspirantes para retirarse de la contienda. También eran evidentes las
inclinaciones o preferencias de algunos “jurados” por algunas participantes, lo
que generaba malestar entre las propias concursantes y sus seguidores.
El trabajo de las comitivas era arduo y se enfocaban básicamente, a buscar
el apoyo popular mediante las actividades propias que realizan las reinas de
belleza, como las visitas a los asilos, con entrega de presentes, verbenas
populares en las plazas o bailes en los clubes, todas actividades que también
tenían como objetivo recaudar recursos que servirían para sufragar los gastos
requeridos para una decorosa participación.
Avanzaban los días y se presenciaban los actos destinados a elegir la
representante de la belleza, la distinción, la cultura y la hidalguía del
departamento y naturalmente, no era una tarea fácil, especialmente cuando se
trata de llegar a un acuerdo y de poder cristalizar deseos de conjunto en torno
a una sola dama, que sea el símbolo de la raza rebelde y altiva, apasionada y
noble del nortesantandereano.
Por momentos, la situación se ponía más tensa, pues los “comités” que
actuaban en defensa de sus candidatas a veces asumían posiciones que
reñían con la decencia y la cultura. Y es que respaldar con criterio unánime a
una sola candidata que reúna física, espiritual, social e intelectualmente,
cualidades y virtudes que representen a los habitantes de una región, es un
quehacer de cuidado, máxime si se quiere alcanzar el éxito.
Llegado el día de la elección y cuando todo parecía consumado, ninguna
candidata se presentó, pues horas antes del baile habían enviado su renuncia,
causando un inusitado revuelo entre la ciudadanía que esperaba la elección de
una figura de indiscutible belleza, de exquisita distinción y cultura que
representara la raza regional.
Ahora la queja era por la ausencia del departamento en la fiesta de la
belleza nacional y la culpa se endilgaba a nuestra falta absoluta de entusiasmo
como consecuencia del medio ambiente que nos absorbe y que por esa misma razón
“siempre nos lamentamos que estemos casi desconocidos hasta de nuestros
hermanos del resto del país.”
Sin embargo, el clamor ciudadano fue escuchado, debido a la tesonera
campaña emprendida por la prensa hablada y escrita para que el departamento no
quedara sin representación, de manera que reunido nuevamente el Comité
Organizador, esta vez con la presencia adicional del personero municipal Manuel
Guillermo Cabrera, se decidió oficiar a la señorita Carmen Meoz Canal, quien
vivía entonces en la capital de la república y trabajaba en los laboratorios de
su familia, nombrándola como representante de la belleza nortesantandereana,
distinción que fue aceptada sin dilación.
Carmencita, según rezaban las informaciones locales era “verdadera honra y
prez de su amada tierra cucuteña y cuya belleza, distinción y simpatía se une a
la más refinada cultura.”
El mismo comité remitió al alcalde de Cartagena, la nota de participación
de nuestra candidata y el alcalde de Cúcuta, giró a la Ciudad Heroica la suma
necesaria para la construcción de la carroza en la que desfilaría la Reina de
la Belleza del Norte de Santander.
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