viernes, 11 de agosto de 2017

1170.- PRIMERA MISS NORTESANTANDEREANA



Gerardo Raynaud


El mundo estaba, apenas en reconstrucción, tras la cruenta guerra y Colombia comenzaba a recomponer sus actividades, sin olvidarse de sus costumbres tradicionales suspendidas a raíz del conflicto mundial.

Por esta razón, en Cartagena de Indias, se recuperaba aquel reinado nacional comenzado en 1934 y que fue suspendido por diversos eventos que habían impedido su continuidad pero que ahora, cuando la calma había retornado, nuevos vientos soplaban y era necesario retomar esas agradables acciones que distraían las preocupaciones del pasado y hacían olvidar las dificultades que se avecinaban.

En aquel año, 12 candidatas habían disputado el cetro y la corona que finalmente ganó la representante de Bolívar, Yolanda Emiliani Román, constituyéndose en la primera reina de belleza del país. Para el departamento, era la primera vez que se participaba en este episodio, que en el futuro será la mayor demostración de colombianidad y orgullo de su nacionalidad.

En 1947 había causado un extraordinario entusiasmo en los círculos sociales el torneo para elegir la señorita Norte de Santander, que ese año iría a competir, por primera vez, con las demás representantes a la corona de señorita Colombia. Serían 14 aspirantes de los departamentos de la nación.

Con este fin, se conformó un comité integrado por los presidentes de los clubes sociales de la ciudad, el alcalde y secretario de educación del departamento quien actuaba en nombre y representación del Gobernador y el presidente de la Sociedad de Mejoras Públicas, quienes se encargarían de organizar la campaña, además, se definió que le escogencia se haría por votación el sábado 25 de octubre en los salones del Club Tennis y que la coronación sería el día 30 del mes, en un suntuoso baile de gala que se realizará en los elegantes salones del Club del Comercio.

Desde el mismo día del anuncio, comenzaron a barajarse los nombres de las más bellas mujeres de la ciudad y  de las principales poblaciones del departamento, toda vez que la convocatoria incluía localidades como Pamplona, Ocaña, Chinácota y Salazar.

En ese tiempo, la selección y escogencia se formalizaba a través de los clubes sociales y eran sus asociados quienes las escogían. En realidad, las candidatas representaban las ciudades por intermedio de sus clubes sociales que eran las instituciones que agrupaban lo más selecto y representativo de sus pobladores.

En torno a cada postulante se conformaban “comités pro-candidatas” que llevaban su nombre y que eran los encargados de la logística que la llevaría a su elección. Recibidas las invitaciones, los clubes sociales de Cúcuta, Ocaña y Pamplona, se dispusieron a organizarse para enviar sus más hermosas mujeres al magno evento.

En Cúcuta lo hicieron, Olga Marciales, Leonor Gómez, Elvira Escalante, Nena Marciales, Ligia Ramírez Soto, Blanca Victoria Hernández Duplat, Cristina Soto, Ana Luisa Colmenares, Cecilia Vargas y Lucila Lara. Por Ocaña, fueron seleccionadas, Ligia Martínez, Elvira Perdomo, Mary Roca, Ofelia Gómez y Fanny Zurek Mesa; por Pamplona, Marina Villamizar, Elena Valencia y Leonor Canal.

Los clubes de Chinácota y Salazar de las Palmas no enviaron candidatas, pues aseguran que la invitación fue tardía y no alcanzaron a prepararse adecuadamente para un certamen de esa magnitud.

A medida que pasaban los días, candidatas salían e ingresaban a la baraja, por diversas razones, pues aunque los requisitos no eran tan exigentes como los actuales, motivos de índole personal, social o cultural eran manifestados por las aspirantes para retirarse de la contienda. También eran evidentes las inclinaciones o preferencias de algunos “jurados” por algunas participantes, lo que generaba malestar entre las propias concursantes y sus seguidores.

El trabajo de las comitivas era arduo y se enfocaban básicamente, a buscar el apoyo popular mediante las actividades propias que realizan las reinas de belleza, como las visitas a los asilos, con entrega de presentes, verbenas populares en las plazas o bailes en los clubes, todas actividades que también tenían como objetivo recaudar recursos que servirían para sufragar los gastos requeridos para una decorosa participación.

Avanzaban los días y se presenciaban los actos destinados a elegir la representante de la belleza, la distinción, la cultura y la hidalguía del departamento y naturalmente, no era una tarea fácil, especialmente cuando se trata de llegar a un acuerdo y de poder cristalizar deseos de conjunto en torno a una sola dama, que sea el símbolo de la raza rebelde y altiva, apasionada y noble del nortesantandereano.

Por momentos, la situación se ponía más tensa, pues los “comités” que actuaban en defensa de sus candidatas a veces  asumían posiciones que reñían con la decencia y la cultura. Y es que respaldar con criterio unánime a una sola candidata que reúna física, espiritual, social e intelectualmente, cualidades y virtudes que representen a los habitantes de una región, es un quehacer de cuidado, máxime si se quiere alcanzar el éxito.

Llegado el día de la elección y cuando todo parecía consumado, ninguna candidata se presentó, pues horas antes del baile habían enviado su renuncia, causando un inusitado revuelo entre la ciudadanía que esperaba la elección de una figura de indiscutible belleza, de exquisita distinción y cultura que representara la raza regional.

Ahora la queja era por la ausencia del departamento en la fiesta de la belleza nacional y la culpa se endilgaba a nuestra falta absoluta de entusiasmo como consecuencia del medio ambiente que nos absorbe y que por esa misma razón “siempre nos lamentamos que estemos casi desconocidos hasta de nuestros hermanos del resto del país.”

Sin embargo, el clamor ciudadano fue escuchado, debido a la tesonera campaña emprendida por la prensa hablada y escrita para que el departamento no quedara sin representación, de manera que reunido nuevamente el Comité Organizador, esta vez con la presencia adicional del personero municipal Manuel Guillermo Cabrera, se decidió oficiar a la señorita Carmen Meoz Canal, quien vivía entonces en la capital de la república y trabajaba en los laboratorios de su familia, nombrándola como representante de la belleza nortesantandereana, distinción que fue aceptada sin dilación.

Carmencita, según rezaban las informaciones locales era “verdadera honra y prez de su amada tierra cucuteña y cuya belleza, distinción y simpatía se une a la más refinada cultura.”

El mismo comité remitió al alcalde de Cartagena, la nota de participación de nuestra candidata y el alcalde de Cúcuta, giró a la Ciudad Heroica la suma necesaria para la construcción de la carroza en la que desfilaría la Reina de la Belleza del Norte de Santander.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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