viernes, 25 de agosto de 2017

1176.- DON AZIZ ABRAJIM, UN FILANTROPO



Beto Rodríguez   (Capítulo de libro no publicado)


Uno de los notables representantes de la colonia árabe fue don Aziz Abrajim, a quien el pueblo apenas identificó como el turco Aziz.

Personaje de excelsas condiciones humanas nació a finales de 1800 en una aldea cristiana del Líbano, distinta a la corriente maronita, célebre por su antigüedad, y un día dejó las montañas de su terruño, el olor de las fincas maderas, las ovejas de reminiscencias bíblicas, y con sólo  16 años abandonó el oriente, se olvidó del Cantar de los Cantares, otras enseñanzas del juicio de su linaje y tras largo viaje llegó a Chinácota.

A tan corta edad empezó a mirar hacia el sudor y la labor del prójimo bien dirigida, sin otra virtud y capital que el deseo de abrir sitios de producción, y así, con el paso del tiempo erguirse como un piloto del adelanto regional.

Industrializó la agricultura, montó un verdadero emporio de la arcilla, se tornó en el primero en lo que se propuso y por eso sus allegados, desde especialistas hasta simples obreros no sufrieron desnudez y las arremetidas del hambre.

El turco Aziz con su enorme capacidad laboral fue un visionario y precursor de la historia económica de la frontera, en medio de actos de filantropía realizados en forma anónima y al tiempo puso a funcionar varios aspectos de la ciudad a tales extremos que nunca se llevó su capital de esta zona del país.

Muy joven, siempre prudente y con el ceño fruncido, empezó a ver los frutos de su obra e inauguró un negocio llamado La Artística, donde hoy queda el edificio del antiguo Banco Comercial Antioqueño, avenida 6ª entre calles 10 y 11, dotado en marquetería e imágenes situadas en la parte más alta del santoral por su capacidad milagrera. La necesidad de la construcción de dicho banco, aceleró el fin del negocio, pero don Aziz ya era dueño de varios establecimientos comerciales.

Su amor por el campo lo llevó a adquirir algunas haciendas en El Zulia las cuales convirtió en propios lugares de producción, para demostrarle a la gente que estaba parada sobre la fortuna y no la veía, en este caso la arcilla, la ganadería y demás facetas de la naturaleza.

Era consciente que lo único jamás atacado por la devaluación es la tierra y así decidió invertir el resultado de sus ganancias en pedazos de planeta, extendió su dominio hacia diferentes lugares, pero no le negó a los desposeídos de la fortuna un metro cuadrado donde vivir.

Por eso andaba sin escoltas, se desplazaba solitario en el campo, no tenía temor de sentarse en todas partes y hablaba sin discriminación alguna con quien lo buscaba en pos de consejo agrario y comercial.

Para él lo mismo fue un mullido sillón que una grada esquinera donde acomodaba su tremenda estatura llena de dones, entregado a la charla con aire de abuelo querendón en sus últimos años, todavía al frente de sus molinos, bodegas, tejares y otras formas de mover la riqueza.

No tuvo recelo cuando el alcalde Eustorgio Colmenares le solicitó un terreno a bajo precio para fundar el INEM, a lo cual el árabe lo hizo complacido por conocer la calidad de la persona solicitante. Al poco  tiempo el Concejo Municipal autorizó pagar, la cancelación se adelantó, y lo mismo ocurrió con el punto donde más tarde empezó a construirse el hospital Erasmo Meoz y las instalaciones de la clínica del Seguro Social.

Cada vez que le pidieron en donación terrenos para escenarios deportivos, no se negó, y el tiempo tuvo en cuenta su actitud, porque uno de los verdes pulmones del norte de Cúcuta lleva su nombre por haber sido considerado un benefactor de la frontera.

Apoyó los distintos grupos políticos debido a su condición de demócrata, recibía a sus amigos rodeado de incontables nietos, en patriarcal actividad normal en alguien que ha gozado la vida e iniciado tranquilo el descuento de la cita con la muerte.

Arabe o turco como se le conoció, Aziz Abrajím realizó varios viajes a los Estados Unidos con distinto fin; sin duda fue el as en lo que pensó, dejó la vida el 13 de septiembre de 1976, y su deseo de montar la más grande fábrica de cemento del oriente colombiano no se pudo realizar.

Sin embargo sus industrias están activas, de ellas comen centenares de personas y sigue la producción sobre todo en el campo.

A las pocas horas de muerto la alcaldía promulgó un decreto de honores a su memoria y lo puso como ejemplo de generaciones venideras, debido al tesón para crear empleo, su desarrollismo, su amor infatigable por la ciudad, su filantropía y por haber invertido su patrimonio en Cúcuta, no obstante haber tenido empresas en otros lugares.

Don Aziz Abrajim nació marcado con la estrella de la faena, la fortuna y su elevación en lo que supo hacer, lo consagró más arriba de la cúspide de la realización. Su tumba guarda el hermetismo de la grandeza de sus actos, la dulzura de su espíritu, la importancia concebida en torno a algo que le sirvió a sí mismo y de alabar la necesidad ajena.





Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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