Uno de los notables representantes de la colonia árabe
fue don Aziz Abrajim, a quien el pueblo apenas identificó como el turco Aziz.
Personaje de excelsas condiciones humanas nació a
finales de 1800 en una aldea cristiana del Líbano, distinta a la corriente
maronita, célebre por su antigüedad, y un día dejó las montañas de su terruño,
el olor de las fincas maderas, las ovejas de reminiscencias bíblicas, y con
sólo 16 años abandonó el oriente, se
olvidó del Cantar de los Cantares, otras enseñanzas del juicio de su linaje y
tras largo viaje llegó a Chinácota.
A tan corta edad empezó a mirar hacia el sudor y la
labor del prójimo bien dirigida, sin otra virtud y capital que el deseo de
abrir sitios de producción, y así, con el paso del tiempo erguirse como un
piloto del adelanto regional.
Industrializó la agricultura, montó un verdadero
emporio de la arcilla, se tornó en el primero en lo que se propuso y por eso
sus allegados, desde especialistas hasta simples obreros no sufrieron desnudez
y las arremetidas del hambre.
El turco Aziz con su enorme capacidad laboral fue un
visionario y precursor de la historia económica de la frontera, en medio de
actos de filantropía realizados en forma anónima y al tiempo puso a funcionar
varios aspectos de la ciudad a tales extremos que nunca se llevó su capital de
esta zona del país.
Muy joven, siempre prudente y con el ceño fruncido, empezó a ver los frutos de su obra e
inauguró un negocio llamado La Artística, donde hoy queda el edificio del antiguo Banco Comercial
Antioqueño, avenida 6ª entre calles 10 y 11, dotado en marquetería e imágenes situadas en la parte más alta del
santoral por su capacidad milagrera. La necesidad de la construcción de dicho
banco, aceleró el fin del negocio, pero don Aziz ya era dueño de varios
establecimientos comerciales.
Su amor por el campo lo llevó a adquirir algunas
haciendas en El Zulia las cuales convirtió en propios lugares de producción,
para demostrarle a la gente que estaba parada sobre la fortuna y no la veía, en
este caso la arcilla, la ganadería y demás facetas de la naturaleza.
Era consciente que lo único jamás atacado por la
devaluación es la tierra y así decidió invertir el resultado de sus ganancias
en pedazos de planeta, extendió su dominio hacia diferentes lugares, pero no le
negó a los desposeídos de la fortuna un metro cuadrado donde vivir.
Por eso andaba sin escoltas, se desplazaba solitario
en el campo, no tenía temor de sentarse en todas partes y hablaba sin
discriminación alguna con quien lo buscaba en pos de consejo agrario y
comercial.
Para él lo mismo fue un mullido sillón que una grada
esquinera donde acomodaba su tremenda estatura llena de dones, entregado a la
charla con aire de abuelo querendón en sus últimos años, todavía al frente de
sus molinos, bodegas, tejares y otras formas de mover la riqueza.
No tuvo recelo cuando el alcalde Eustorgio Colmenares
le solicitó un terreno a bajo precio para fundar el INEM, a lo cual el árabe lo
hizo complacido por conocer la calidad de la persona solicitante. Al poco tiempo el Concejo Municipal autorizó pagar, la
cancelación se adelantó, y lo mismo ocurrió con el punto donde más tarde empezó
a construirse el hospital Erasmo Meoz y las instalaciones de la clínica del
Seguro Social.
Cada vez que le pidieron en donación terrenos para
escenarios deportivos, no se negó, y el tiempo tuvo en cuenta su actitud,
porque uno de los verdes pulmones del norte de Cúcuta lleva su nombre por haber
sido considerado un benefactor de la frontera.
Apoyó los distintos grupos políticos debido a su
condición de demócrata, recibía a sus amigos rodeado de incontables nietos, en
patriarcal actividad normal en alguien que ha gozado la vida e iniciado
tranquilo el descuento de la cita con la muerte.
Arabe o turco como se le conoció, Aziz Abrajím realizó
varios viajes a los Estados Unidos con distinto fin; sin duda fue el as en lo
que pensó, dejó la vida el 13 de septiembre de 1976, y su deseo de montar la
más grande fábrica de cemento del oriente colombiano no se pudo realizar.
Sin embargo sus industrias están activas, de ellas
comen centenares de personas y sigue la producción sobre todo en el campo.
A las pocas horas de muerto la alcaldía promulgó un
decreto de honores a su memoria y lo puso como ejemplo de generaciones
venideras, debido al tesón para crear empleo, su desarrollismo, su amor
infatigable por la ciudad, su filantropía y por haber invertido su patrimonio
en Cúcuta, no obstante haber tenido empresas en otros lugares.
Don Aziz Abrajim nació marcado con la estrella de la
faena, la fortuna y su elevación en lo que supo hacer, lo consagró más arriba
de la cúspide de la realización. Su tumba guarda el hermetismo de la grandeza
de sus actos, la dulzura de su espíritu, la importancia concebida en torno a
algo que le sirvió a sí mismo y de alabar la necesidad ajena.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
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