Gerardo Raynaud
El mérito que rodea al teniente de la fuerza aérea colombiana componente
entonces, del Ejército Nacional, Antonio José “Toto” Hernández Mora, casi
desconocido en nuestro medio, a no ser que sea recordado porque el coliseo y
anteriormente, la cancha de baloncesto lleve su nombre, es que fuera declarado
como el mejor jugador del campeonato nacional de ese deporte, realizado en 1939
en la ciudad de Cali.
Su pasión por el deporte era compartida con la afición que tenía por los
aviones y por esa razón, regresó a la ciudad de Cali para enrolarse como
estudiante de la base-escuela Ernesto Samper acantonada en la localidad de El
Guabito, en las cercanías de la capital del Valle del Cauca.
Después de un año de intenso trabajo ascendió al grado de alférez y
posteriormente fue galardonado con las alas que lo identificaba como
piloto-subteniente.
Por su dedicación, la Escuela de aviación lo envió a realizar el
curso de instructor de vuelo en Estados Unidos, de donde regresó en noviembre
de 1943 e inmediatamente dedicó sus energías a entrenar a los futuros aviadores
militares del país, actividad que apenas comenzaba a tomar importancia entre
las fuerzas militares.
Por desgracia a pocos días de su regreso, el primero de diciembre, ocurrió
un accidente fatal, cuando en compañía de un alumno, en un vuelo de
entrenamiento, el avión en que realizaban la maniobra sufrió un desperfecto
mecánico y se estrelló en cercanías a la ciudad base de sus operaciones.
La tragedia fue muy lamentada en la región fronteriza al punto que el
gobernador Ardila Ordóñez solicitó al Ministro de Guerra que el cadáver del
desafortunado militar fuese trasladado a su ciudad de origen siendo esta
petición negada y el cuerpo sepultado con los honores militares
correspondientes, en la ciudad de Cali.
En esa época, por las circunstancias, especialmente las económicas, no se
permitían erogaciones costosas y por ese motivo, todas las solicitudes eran
archivadas, a menos que las presiones se mantuvieran vigentes y lograran
convencer a los superiores jerárquicos a dar las autorizaciones reclamadas.
Efectivamente se logró después de cuatro largos años de insistencia, que se
autorizara el traslado del cuerpo del militar a su ciudad natal, acción que fue
realizada por el personal castrense originario de esta ciudad, como lo fue el
teniente César Fernández Acero y el alférez José Manuel Villalobos en compañía
del sacerdote Jorge Pérez Gómez y el técnico Guillermo Ramírez.
Gran agitación hubo en la ciudad por la noticia, cuando se supo que
llegaría el sábado 29 de noviembre de 1947, cuatro años después de ocurrido su
deceso.
En Cúcuta lo esperaban para rendirle un grande y justísimo homenaje a quien
identificaban como “un gallardo muchacho, todo inteligencia y simpatía, que
supo darle a su tierra honor y gloria, ya en los campos del deporte como uno de
los mejores, ya como piloto militar experto, intrépido y valiente”.
Fue recibido por una multitud que se hizo presente en el aeropuerto
Cazadero, en ese momento de propiedad de la Avianca, como le decían entonces.
El cabildo de la ciudad, como representantes del pueblo y las distintas
organizaciones y entidades invitaron por medio de carteles a las honras
fúnebres y al desfile hasta el cementerio donde depositaron sus restos en un
panteón, especialmente dedicado a su honor. Hubo una ofrenda floral
copiosísima.
El cuerpo fue trasladado a los salones de la Sociedad Mutuo Auxilio de la
avenida quinta entre calles nueve y diez, para permanecer en Cámara Ardiente hasta
la hora del entierro. Esto en razón a que su padre, don José Antonio Hernández
era un socio dilecto de la institución y esa era la manera de expresarle su
testimonio de simpatía y cariño a quien fuera modelo inspirante para la
juventud y timbre de orgullo para el Norte de Santander, según lo expresaba la
Proposición firmada por las directivas de la Sociedad.
La Cámara Ardiente fue organizada por las destacadas damas Virginia de
Ramírez, Merceditas Gandica y Elisa de Ibarra, con la colaboración de una comisión
de caballeros miembros de esa sociedad.
El programa establecido desde el mismo momento que se conoció el traslado
fue el siguiente: a las 10 a.m. recepción en el Aeropuerto Cazadero con
asistencia de las comisiones del Concejo Municipal, oficiales del Batallón
Santander No. 15, representantes de diversas instituciones y asociaciones,
periodistas y ciudadanos. Traslado a la Sociedad Mutuo Auxilio donde estará en
Cámara Ardiente hasta las 4 de la tarde; la guardia de honor estará a cargo del
Batallón Santander. A esa hora se realizarán las exequias en la iglesia de San
José y el desfile hasta el Cementerio estará acompañado por la Banda del
Departamento.
Sus condiscípulos de colegio, los compañeros de triunfos deportivos y sus
camaradas de la aviación militar fueron los encargados de llevar en hombros el
féretro. En el Cementerio se le rindieron los honores militares y las palabras
fúnebres fueron pronunciadas por el doctor José Manuel Villalobos a la sazón
director del periódico Comentarios y padre de su compañero de armas.
Las autoridades civiles de la ciudad y el departamento expidieron sus
respectivos decretos de honores.
La alcaldía expidió el decreto 229 de la fecha, en el que se resume,
primero; lamenta la temprana y trágica desaparición del distinguido militar;
segundo; que el alcalde así como todos sus secretarios, asistirán a los actos
oficiales con los cuales se honrará su memoria y tercero; copia del presente
decreto será entregado a sus familiares. Fue firmado por el alcalde Gustavo Soto
Franco y todos sus secretarios.
Por su parte, el Concejo Municipal, presidido por el ingeniero Virgilio
Barco Vargas, también se manifestó con una Resolución en la cual se declaraba
que el Concejo se asociaba en nombre del pueblo a los homenajes que se le
rendirán al personaje; que se nombraba una comisión que representara al Cabildo
en la recepción de sus restos y en todos los actos fúnebres programados, así
como el envío de corona de flores naturales; finalmente, la entrega de un
ejemplar autógrafo de la Resolución que será enviada a sus familiares y además
publicado en carteles y en la prensa.
Fue una triste despedida que tuvo una espera de cuatro años, para que sus
familiares, compañeros y amistades en general, tuvieran la oportunidad de
acompañarlo hasta su última morada. Hoy descansa en paz en la tierra de sus
ancestros.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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