Carlos
Eduardo Orduz
La toma pública
Toma
Pública en la Av.4a entre Calles 17 y 18. Estas tomas venían del río Pamplonita
y servían de acueducto para las casas y establecimientos comerciales de la
ciudad a principios del siglo XX.
Al transcurrir el tiempo se nos van olvidando muchas
de las cosas buenas y las circunstancias que ayudaron al desarrollo de la
ciudad actual y que nosotros fuimos testigos de su accionr en nuestra niñez.
El agua que se consumía y que se empleaba en los
menesteres diarios era sacada de la toma pública que atravesaba Cúcuta de sur a
norte.
Su transporte a las residencias se hacía cargándolas
en yugo que se colocaba en los hombros de las personas, en dos recipientes o
potes que colgaban en cada extremo amarrados con lazos o cadenas para resistir
el peso, también en lomo de burro, al cual se le instalaba una montura y en
cada lateral se ponían dos vasijas de lata para lograr mayor volumen de carga.
Algunas personas se ganaban el sustento diario con la
venta puerta a puerta del precioso líquido.
La naturaleza es sabia: Tomábamos de esta agua impura
y nunca nos enfermamos, ahora el agua es del acueducto potable pero hay que
hervirla para evitar las diarreas por amebas y parásitos intestinales.
A continuación un viaje recordatorio que llevaba el
cauce de la toma, en la margen izquierda (sur-norte), del puente San Rafael
(inicialmente se le denominó puente Cúcuta) construido en 1859 y que fuera
parcialmente destruido por la corriente brava y furiosa del río Pamplonita en
varias oportunidades, 1861, 1865, 1869, y en el presente siglo en 1938 y 1939.
Se había hecho una compuerta en la toma que permitía
el ingreso al canal de conducción y se dirigía rauda hacia la bomba de gasolina
de López Moros, seguía hacia la vuelta del Molino zigzagueante, llegaba a la
casa donde se veneró a la Virgen de La Hojita, pasaba a puente Barco en donde
corría por un canal elevado de 15 metros al estilo del famoso acueducto romano
de la ciudad de Segovia (por debajo existía una hondonada que recogía las aguas
de lluvia de los cerros de La Cabrera y Santo Domingo) desembocando en el Asilo
Andressen donde se encontraba el filtro desarenador-purificador que limpiaba el
agua para el consumo de los del centro y norte de la ciudad.
Luego se dirigía a la calle 17 con avenida 5ª (negocio
denominado El Pensamiento), bajando hasta donde hoy existe el teatro Avenida
(avenida 5ª entre calles 15 y 14), allí por medio de varias gradas bajaban al
lecho para aprovisionarse los vecinos del sector, seguía su curso hasta la
avenida 8ª y en entre las calles 13 y 12, en la casa del señor Duarte apodado
´el herrero´ por el negocio que tenía, existía la otra gradería donde se
surtían los habitantes de los barrios El Contento y El Llano, partiendo después
hacia El Callejón.
Cuando cerraban la compuerta, la gente aprovechaba y
sacaba chichetes, rabisecas, lasngostas de agua dulce, panches y guabinas para
los sancochos de la época.
Los pozos del río Pamplonita
Puente Araujo sobre el río Pamplonita en la vía a San Luis. Este puente
inicialmente se construyó para el Ferrocarril de Cúcuta y posteriormente se
utilizó para el tráfico de vehículos. Década del 40.
Desde hace largo tiempo ha existido una rivalidad
entre la gente de Pamplona y la de Cúcuta, ambos bandos acuden a múltiples
argumentos para defender sus tesis sobres las cualidades y merecimientos de
cada ciudad.
En ocasiones se presta esta situación para que salgan
a flote anécdotas, chistes que los llevan michas veces a enfrentamientos y
ofensas, para la muestra el caso siguiente:
Un cucuteño decide mofarse de un pamplonés, le dice
que ¨lo mejor que tiene Pamplona es la salida para Cúcuta¨, la respuesta no se
deja esperar, ¨Cucuteño, cucuteño come caca con empeño¨ (las aguas negras de la
ciudad mitrada caen al Pamplonita).
Lo anterior como inicio para comentar que al igual que
las ilusiones se esfuman, nuestro querido río está quedando en puros recuerdos
y agoniza lentamente.
Volvamos nuestra mente años atrás, cuando el
Pamplonita majestuoso irrumpía muchas veces en su trayecto a la toma pública
(surtía del precioso líquido a la ciudad para su consumo) en el puente de San
Rafael e inundaba el barrio La Playa, cuyos habitantes veían correr toda clase
de árboles y animales por la avenidas 1ª y 2ª (algunas casas aún conservan en
sus puertas las defensas que hicieron para que el agua y el barro no se
introdujeran en ellas).
Los muchachos eran quienes disfrutaban y gozaban
haciendo sus barcos de papel, haciéndolos navegar por largo trecho en las
turbias corrientes.
Era tan caudaloso nuestro Pamplonita que los
´pancheros´ (apodo para los habitantes del otro lado del río), se subían a la
cima del puente metálico de San Luís, y al estilo de Acapulco (México), se
lanzaban en picada al agua demostrando ser los mejores nadadores que tenía la
ciudad, ¡Qué espectáculo tan emocionante presenciábamos!
De igual manera en el trayecto del río existían pozos
donde acudían los cucuteños por sus características, hoy sólo queda en el
recuerdo de los bañistas, como el del Soldado, el de La Canoa (allí se pagaban
unos centavos para que lo transportaran de una orilla a otra), el Niágara, el
Faenza, el Cantaras, el de La Virgen con su historia sobre la aparición en una
cueva.
Con nostalgia y pesar de los cucuteños del ayer, vemos
como se acaba algo que es parte de nuestra vida infantil y juvenil que inspiró
las célebres Brisas del Pamplonita.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
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