Juan Pablo Cohen
Una joven
venezolana da a sus hijos un vaso de avena, en la Plaza Fundadores.
En la frontera, dos pueblos hermanos unen esfuerzos para darle una mano a
quienes salieron de Venezuela por la grave crisis en el 2017.
La tertulia a su alrededor, en el parque Los Fundadores, no interrumpió su
andar por el mundo onírico. ¿Qué puede
soñar esta niña de tres años? Eliángela estaba en un coche, mientras su madre
Rosángela Magdanel cargaba sobre sí algo más que los 21 años de vida que tiene:
su otro hijo Emanuel Isaac, de un año aproximadamente.
Junto a su esposo Edinsson Guillén,
dejó todo en Valencia, una de las principales ciudades venezolanas, a unos 690
kilómetros, para tratar de encontrar en Cúcuta un futuro diferente al que les
ofrecía su país, en medio de la crisis económica, social y política. Pero, ¿qué hacer sin papeles? ‘La
Perla del Norte’ fue el lugar más accesible ante la falta de pasaporte.
“(Allá) no hay medicinas y mi hija
tiene un soplo en el corazón. (Aquí) Mi esposo vende chocolatinas y dulces para
pagar el cuartico en el que estamos, cerca de la terminal –de transporte-. No
tenemos colchonetas, estamos tratando de salir adelante. Es complicado, pero
hemos encontrado gente buena”, indicó la delgada mujer, antes de sentarse al
pie de un árbol a amamantar a su pequeño, aprovechando la escasa luz de una
bombilla.
Esta venezolana, que estaba rodeada
por otros coterráneos, esperaba pacientemente el tan anhelado ‘pan de cada
día’, ese
que aquí recibe desde hace semanas, cada jueves y martes, luego de las 7:00 de
la noche, gracias al apoyo de venezolanos residentes y colombianos que con un
plato de comida intentan mitigar tanta necesidad.
A este parque, los connacionales arriban con sus manos llenas de
dulces, galletas, artesanías, trabajos manuales, termos de café, cajas de
cigarros y hasta instrumentos musicales o elementos para hacer malabares;
objetos que cuidan con esmero pues en ellos se encuentra la esencia de su
rebusque diario. Así se ganan algunos pesos en las calles de Cúcuta para
subsistir, y es por eso que agradecen la calidez y solidaridad que han recibido
en este terruño.
Y aunque son fáciles de identificar por su acento al hablar, no falta el
colombiano también necesitado, que se suma a las filas para recibir un sustento
alimenticio, quizás el único del día. Aquí ya no importa la nacionalidad, lo
indispensable es traer hambre y paciencia.
Luego de la repartición de unos tickets, entre 150 y 180 en cada jornada, y
la entonación de las notas del ‘Gloria al bravo pueblo’, los asistentes a esta
gran cena avanzan lentamente. Incluso, a algunos que parecieran estar ‘fuera de
este mundo’ por alguna sustancia psicoactiva, tampoco los dejan con la mano
estirada.
“Una que otra persona -colombiana- aprovecha, pero son muy pocas. Sin
embargo, lo que queremos hacer es ayudarnos como hermanos que somos”, señaló
Eduard Parra, de la comunidad Venezolanos en Cúcuta.
“Ninguno de los que estamos aquí somos mendigos”, dijo con fuerte voz
Eduardo Espinel, coordinador de ese movimiento de migrantes, y quien ataviado
con la bandera venezolana y una gorra, ambas con las ocho estrellas, informó a
los presentes que iniciarán un nuevo censo, pues el fin principal es
capacitarlos para que tengan herramientas laborales.
Este joven también salió de la patria de Simón Bolívar en busca de un mejor
futuro y la capital de Norte de Santander se lo está brindando. Él hace parte
de la comunidad Venezolanos en Cúcuta, integrada por unos 15 profesionales que
llevan en cada plato de comida “un mensaje de fe y esperanza” para personas
como William José Pino, quien desde hace un mes se vino de Barquisimeto y ahora
vende por las calles de Cúcuta manillas o pulseras amarradas a un tubo, pero no
olvida su patria pues en un extremo del mismo siempre está presente el tricolor
venezolano.
A sus 42 años mantiene un espíritu de lucha, que contrasta con la mirada
triste, imposible de ocultar aunque lo intente. Después de disfrutar la avena y
el pan repartidos, se le vio con una bolsa plástica recogiendo la basura, un
comportamiento que habla bien del comensal.
¿Pánico? No, es solo un carro con
comida
Empresas,
organizaciones y ciudadanos del común les dan una mano a los venezolanos que
llegan a Cúcuta.
Y un tropel se escuchó…muchos corrieron, como cuando hay un tiroteo, un
robo o cualquier situación de emergencia. Al llegar al lugar, una larga cola se
formó en pocos segundos desde un taxi cargado de comida.
Eran miembros del Club Fénix de Cúcuta, un grupo de moteros que se han unido
a muchos otros altruistas para brindar su solidaridad. “Por favor,
organicémonos, vuelvan todos a donde estaban…es verdad que necesitan comida,
pero no se desesperen”, les dijo Espinel, quien conversó con Fénix para unir
todos los alimentos y hacer una sola entrega.
Escenas como esa, de gente desesperada por un sándwich y un jugo, se han
evidenciado en el emblemático parque Santander, convertido en dormitorio de
venezolanos. “Los colombianos también han ayudado con ropa y calzado”, agregó
un lánguido muchacho de unos 20 años, muy animado después de haber comido.
Algunos de estos migrantes reconocen que la vida en esta metrópolis es
difícil.
“Si no hay empleo para la gente de Cúcuta, mucho menos para nosotros que
venimos de tan lejos”, palabras que salieron de la boca de un joven de poca
carne, cara ‘chupada’ y que no articulaba claramente los sonidos del castellano
con su lengua, fácil de recordar por los tatuajes de varias estrellas negras en
su brazo derecho y quien tiene como uno de sus nuevos amigos a la estatua del
‘Hombre de las Leyes’, la cual comparte con las reinas del lugar: las palomas.
Y entre los buenos venezolanos que huyeron de su país, hay otros no tan
buenos por su mal comportamiento, así lo lamentó uno de ellos, Jhon Neomar
Díaz, que lleva meses en Cúcuta con su esposa y su hijo, y quien instó a sus
paisanos a ser ciudadanos de bien.
“Nosotros mismos tenemos que dar ejemplo. A los papeles búscale una
papelera…Coño, si vas a hacer tu cola –por un plato de comida- hazla normal y
no insultes a otros, porque con groserías no vamos a salir adelante. Hay que
buscar que la gente te aprecie”, dijo este muchacho que ha ayudado a repartir
las ayudas y a recoger la basura que queda regada.
Así están las calles de Cúcuta por estos días; pulula la solidaridad en
medio de las difíciles condiciones económicas de la frontera. Aquí, a
diferencia de la canción del venezolano Yordano, que dice “por estas
calles la compasión ya no aparece…”, tema de la popular telenovela ‘Por estas
calles’ trasmitida por RCTV, y que relató la difícil situación venezolana al
inicio de los 90, los venezolanos han encontrado una tierra que, a pesar de su
propia tragedia, les abre sus puertas con lo que poco que aún le queda para
dar...
La Iglesia
Católica, a través del Banco de la Diócesis, será la encargada de la preparación
y entrega de las comidas para los venezolanos en las diferentes parroquias, centro de
migración y casa de paso en el corregimiento La Parada.
Nota
1.- Sin embargo la administración local
inició una campaña pedagógica con el comercio y fundaciones de la ciudad para
regular la entrega de alimentos preparados en los parques y terminal de
transportes y evitar así problemas de salud pública.
Nota 2.- Situación migratoria del
venezolano (cucuta7dias.com)
Venezuela ya
no es solo esa porción de tierra entre Colombia, Brasil, Guyana y el Caribe.
Venezuela es España. Venezuela es, también, Estados Unidos o México. Si los
países son sus habitantes y de Venezuela ya se han ido tantos, ¿dónde está
Venezuela? El portal de noticias del diario español El País reseñó
la historia de distintos venezolanos que desde el inicio del chavismo en 1999
han sido forzados a emigrar.
“En todo el
mundo. Los venezolanos se han expandido tanto que están construyendo
una nueva geografía. Una geografía que no se ve en el mapa tradicional”,
reflexiona el sociólogo Tomás Páez, coordinador de La voz de la
diáspora venezolana (Catarata, 2015).
El País reporta
que el primer informe global sobre este fenómeno migratorio, elaborado por el
Observatorio de la Voz de la Diáspora Venezolana con cifras de los institutos
de estadística de los países de acogida, concluye que más de dos millones de
ciudadanos han dejado Venezuela en los últimos 18 años, desde la llegada del
chavismo al poder.
La mayoría se
ha marchado a Estados Unidos (entre 400.000 y 450.000) y España (300.000). El
éxodo empezó en el gobierno de Hugo Chávez (1999-2013) y se ha
acelerado, en distintas oleadas migratorias, al calor de la crisis. “El ritmo
de crecimiento de la emigración es tan rápido que es casi imposible mantener
los datos actualizados”, matiza Páez. “Pero la gente lo puede percibir en el
metro o en la calle: no hay lugar donde no escuches el acento venezolano”.
La diáspora
se ve empujada, principalmente, por los altísimos niveles de inseguridad —28.479
muertes violentas en 2016, según el Observatorio Venezolano de Violencia— y el
cada vez más grave deterioro económico —con una inflación del 720%, según la
proyección del FMI para 2017—. Lo confirma el estudio, pero también lo dice
cualquier venezolano al que se le pregunte.
Páez resume las razones del exilio: “En el cuestionario que hicimos en más de 40 países preguntamos por qué se iban; decían, por ejemplo, que la única nevera que estaba llena en Venezuela era la de la morgue o que preferían despedir a sus hijos en el aeropuerto y no en el cementerio”.
Páez resume las razones del exilio: “En el cuestionario que hicimos en más de 40 países preguntamos por qué se iban; decían, por ejemplo, que la única nevera que estaba llena en Venezuela era la de la morgue o que preferían despedir a sus hijos en el aeropuerto y no en el cementerio”.
Los países a
los que los venezolanos emigran más son Estados Unidos, España, Colombia y
México.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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