Gerardo Raynaud
Estos encuentros atraían tanto público como
hoy lo hace el futbol, durante la primera mitad el siglo XX. Tanto, o quizás
más populares que el futbol, durante la primera mitad el siglo XX, fue el basketball,
tal como lo identificaban entonces los deportistas que lo practicaban con
pasión y entusiasmo y los medios que lo transmitían, pero especialmente quienes
estudiábamos en los colegios de los Hermanos Cristianos en esta región y en
todo el país.
Fue el Hermano Arturo Monier, quien todavía ejercía
sus funciones académicas durante la década de los sesenta, en el colegio
Sagrado Corazón, a quien se le atribuye la iniciación y promoción de este
deporte en Colombia.
En la época mencionada, los partidos de básquet
atraían tanto público como hoy lo hace el fútbol, en guardadas proporciones y
su popularidad fue motivo suficiente para que la ciudad fuese designada sede de
los Juegos Suramericanos de este deporte en los años cincuenta, motivo por el
cual se construyó la cancha que por razones de agradecimiento bautizaron con el
nombre de Rojas Pinilla, gracias al impulso que este presidente le dio para
terminarla a tiempo y poder cumplir exitosamente el compromiso adquirido.
Sabemos los motivos por los cuales después le cambiarían de nombre, pero eso
será inspiración para alguna crónica posterior.
En esta ocasión, vamos a narrar las incidencias de
algunos encuentros ocurridos en el año 1947, época en que estaba en furor este
deporte y cuyos partidos se celebraban en la cancha del Colegio Cúcuta, en el
sitio donde hoy se encuentra la Normal de María Auxiliadora, en la esquina de
la calle 13 con avenida 4, pues a pesar de la existencia del colegio Sagrado
Corazón, unos metros más al sur por esa misma avenida, sus canchas no tenían
las condiciones que permitieran una asistencia cómoda y segura, situación que
se solucionaría años más tarde, cuando se programarían los Juegos Nacionales
del deporte de la cesta, por los años cincuenta.
El primer partido que les cuento fue el realizado
entre los quintetos de La Salle y Guasimales. Pero antes veamos ciertas
características de ese momento.
En primer lugar, los equipos tenían muy pocos
jugadores, incluso aquellos más renombrados y populares, todo debido a la escasez
de practicantes de ese juego, aunque en la práctica se tenían suplentes, éstos
no llenaban las expectativas de los dirigentes y apenas jugaban para darle
descanso a los titulares o cuando alguno de ellos quedaba imposibilitado para
continuar.
Además, los partidos se jugaban a dos tiempos de 20
minutos y las canastas eran de dos puntos. Las sanciones se castigaban con
tiros desde la “bomba”, con uno o dos tiros, según la gravedad de la falta.
En este juego las alineaciones fueron, en el equipo
de La Salle, Erasmo Hernández y Porras en la defensa y en la delantera, Alfredo
Díaz Calderón, Olinto Merchán y Antonio Soler, en la banca estaban Alfredo
Garbiras y Rosario Gómez.
Por el equipo de Guasimales alinearon Carlos Arenas
y Olivares en la retaguardia, Abdénago Moros, Eduardo Jácome y J. Porras
adelante, suplente Moisés Barroso.
Los seguidores del equipo de Guasimales estaban
ansiosos por ver a su nueva adquisición, Eduardo Jácome, quien venía de
participar con la Selección Colombia en los pasados Juegos Centroamericanos y
del Caribe y en el Campeonato Nacional de Barranquilla, y que en Bogotá era
considerado como uno de los mejores jugadores que haya pisado sus canchas. El
partido comenzó a la 4:15 p.m.
El Juego estuvo parejo durante el primer tiempo,
terminando con un marcador de 14-14 puntos. Comenzando el segundo tiempo se dan
algunas sustituciones en ambos equipos y Guasimales se adelanta hasta 26-20
puntos en el marcador pero en una crecida del equipo de La Salle, se apodera de
la situación hasta el pitazo final terminando el partido 32 La Salle y 26
Guasimales.
Otro partido célebre fue el realizado el domingo 15
de junio, en el mismo escenario contra el fogueado, técnico y pesado equipo
bogotano de Los Millonarios, en ese momento campeón nacional. La Salle como
representante local estaba en el trance de foguearse con miras a participar en
el próximo campeonato nacional que se escenificaría en Manizales y nada más
provechoso que hacerlo con un equipo de la valía de los bogotanos quienes
venían a reafirmar su título de invencibles dentro y fuera de la capital.
Sin embargo, los partidos estuvieron matizados con
problemas que a veces se presentan y que paso a contarles.
Millonarios llegaba invicto a la ciudad y con
ínfulas de imbatible y la pelea con el conjunto local se había iniciado desde
los medios y ahora se trasladaba a la cancha del Colegio Cúcuta. En los
periódicos no se dio la alineación de los bogotanos evitando darle importancia
mientras que los créditos locales eran los conocidos de siempre, Alfredo Díaz,
Olinto Merchán, Antonio Soler, Erasmo Hernández y Rosario Gómez los titulares.
Comenzando el partido, una arremetida de los
visitantes los puso adelante en el marcador, terminando el primer tiempo con
dos puntos de ventaja 17-15. En el segundo tiempo, según relatan las crónicas,
en sucesivas y rápidas jugadas, los locales igualaron el marcador 28-28 y
faltando un minuto una rápida combinación de pases entre Díaz y Merchán, logran
desestabilizar la defensa millonaria y dejar el partido 28-32 a favor de los
nuestros.
Las notas periodísticas escribieron:”…fue un
encuentro muy interesante, en el cual quedó demostrado la superioridad de
nuestro cuadro.”
El conjunto capitalino, solicitó entonces una
revancha, la cual le fue concedida para el día siguiente, lunes en las horas de
la noche.
Pasadas las ocho y media de la noche, el partido
inició con la misma intensidad del día anterior, esta vez con dominio de los
bogotanos que mantuvieron una ventaja mínima de un punto a lo largo del primer
tiempo. En la segunda parte, La Salle reaccionó y paulatinamente fueron
apoderándose de la cancha y el marcador hasta mantener una ventajosa diferencia
hasta que ocurrió un apagón en algunas luminarias que hicieron suspender el
juego faltando cuatro minutos declarando ganador al equipo local.
Sin embargo y luego de acaloradas discusiones se
acordó retomar el juego al día siguiente. Con lo que no contaban los dirigentes
del equipo anfitrión era que los visitantes obligaron a que se jugara
nuevamente todo el segundo tiempo y no los 4 minutos que faltaban para terminar
el partido, así que, como podrán suponer mis lectores, al término del partido
los visitantes se alzaron con una victoria por 51 contra 40.
Esta componenda la llamaron “la galleta” y lo único
bueno que quedó en el ambiente fue la impresión que “en ningún momento el
quinteto de la capital fue superior al nuestro”
Recopilado por:
Gastón Bermúdez V.
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