Luis Arturo Melo
Nota de La Opinión.- Los títeres y los escenarios
teatrales en Norte de Santander, hoy ya no cuentan con Alirio Antonio Ramírez
Mogollón, uno de sus exponentes y quien era conocido en el mundo artístico como
Trapitos, nombre que adquirió en los
años 80 durante la adecuación de una escenografía, por un aspecto desarreglado
y vestimenta llena de pintura de esta locación.
A sus 57 años, una enfermedad lo venía aquejando, pero su
amor por el arte, las risas y los aplausos le impedía retirarse de los
escenarios, solo hasta el 5 de junio de 2017, tras su paso por cuidados
intensivos, se conoció su deceso en un centro médico de Cúcuta.
“Trapitos”, quien se formó en el Instituto
de Cultura y Bellas Artes de Cúcuta, contaba
con más de 30 años de actividad artística, especialmente en comunidades
vulnerables, impulsando campañas en
valores y convivencia por medio de los títeres.
Fue cofundador de uno de los
primeros grupos independientes de títeres de teatro, conocido como “Títeres
Periquito Periquín”, fue el primer director de la Casa de Cultura El Tarra y,
en los últimos años, se desempeñó como gestor y promotor de las artes escénicas
del departamento. La Gobernación de Norte de Santander y la Secretaría
departamental de Cultura, lamentaron profundamente su fallecimiento.
Me hice amigo de Alirio en los años ochenta, era
trabajador de la empresa de Acueducto y Alcantarillado de Cúcuta y yo asesor
jurídico. La carga prestacional de 650 trabajadores era asfixiante.
Nos trazamos la estrategia de conciliar los dos
intereses y pasé al lado de ellos en el manejo del Derecho colectivo. Fue la
persuasión más larga en la que me he visto envuelto, con dos líderes sindicales
a quienes en esta misma columna les rindo el tributo que se merecen Edgar
Patiño Antúnez y Martín Alarcón.
A los diez años los abandoné por razones de estudio y
de trabajo fuera de la ciudad. A mi regreso, la conciliación de intereses dio
fruto y se llegó a la solución actual que transformó la empresa industrial de
acueducto y alcantarillado en EIS CUCUTA SA ESP con la acertada visión de
Ramiro Suárez Corzo, algunas de cuyas ideas a esta hora han sido burladas.
Alirio, a quien cariñosamente llamábamos Trapitos era
un romántico soñador de esa izquierda silvestre que espontáneamente florece en
el yermo colombiano.
Teníamos unas afinidades de amistad que se desenvolvían
en derredor de Luis Bernal y Carlos su hijo, inmolado por esta violencia atroz
que ha desangrado a Colombia desigualando y excluyendo a los de abajo como en
la novela mejicana.
Y de esas amistades que tenían multiplicador, surgía
esa característica unidad y solidaridad clandestina que se desahoga en el arte,
en el humanismo, en la filosofía y en la docencia. Trapitos era un autodidacta
integral, agresivo y librepensador, que en el instante de defender sus
convicciones, se transformaba en el energúmeno más decente que en mi vida he
conocido.
Entraba como Pedro por su casa por varios claustros universitarios
de la ciudad, especialmente a la jornada nocturna de la Universidad Libre y a
veces en mis asignaturas encargadas era el más severo contradictor sin ser
alumno, sobre todo en la de ciencia política de los primeros años. Hubo un
periodo en que su asistencia era mejor que la de los matriculados, en la época
que Carlos Bernal era nuestro estudiante preferido.
Nunca ocultaron su militancia, ni los objetivos de su
causa, en momentos en que arreciaron los embates de la reacción de fin de siglo
y de comienzos del presente y que culminó con el sacrificio de Carlos.
Pero Trapitos, que era un ser inerme, tenía una
devoción meticulosa por la historia universal, por temas específicos como la
Revolución de octubre y la Mejicana, que yo siempre he presumido de manejar por
el sabor latinoamericano de las frustraciones y de las decepciones.
Trapitos conocía hasta los corridos y con quien
alternaba hasta los “tarariaba”. Me sorprendió su muerte, pues día por medio
hablábamos a la entrada de la EIS. Hacíamos un hueco, pues charlábamos hasta
una hora.
Un día me preguntó sobre el llamado teatro arena
brasilero y me corchó. Lo mismo que con algunas preguntas históricas cuando
entrabamos en clase a los temas de los socialismos utópicos de Luis L´eblanc,
de Proudhom, de Owen, de Fourier.
Ya entre amigos me trataba duro a veces, diciéndome
neoliberal y reaccionario disfrazado de marxista. Pero como todo lo arreglaba
con sonrisas, archivábamos la disputa y seguíamos la amistad.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
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