Gerardo Raynaud (Imágenes)
Don Joaquín Bermúdez
Rivera elegantemente vestido con su sombrero Stetson
en los años 40 del
siglo XX
Durante la primera mitad del siglo XX, cubrirse la
cabeza, era además de elegancia, protección de los dañinos rayos solares, aún
en esa época cuando la capa de ozono no sufría el ataque inclemente de los
gases perjudiciales que hoy la mantienen en su mínima expresión. Signo de
distinción era entonces lucir un elegante sombrero que le diera a su portador
el refinamiento que exigían las circunstancias del momento y ahí es cuando
entra a relucir el ícono de la moda mundial, el sombrero Stetson.
El Stetson comenzó a fabricarse en 1855 en los Estados
Unidos y rápidamente fue masificándose en todo el mundo. Cien años después,
para celebrar su primer centenario, la marca diseñó y fabricó un sombrero
conmemorativo que bautizó como “El sombrero de los 1.500 dólares” una cifra
exorbitante para la época, pues con esa cantidad, se podía comprar un automóvil
nuevo en los Estados Unidos.
Con esa estrategia, la empresa quería mostrar al mundo
la ”Joya Stetson”, un sombrero que seguía el famoso estilo del Oeste americano
que allí denominaban “Boss of the Plains” (Patrón de las llanuras) y que había
sido creado por John B. Stetson.
Este fino sombrero fue confeccionado con pieles
selectas de castor y nutria; 43 técnicos sombrereros de la fábrica de la
compañía en Filadelfia participaron en su fabricación cuyo resultado se tradujo
en un ‘Stetson’ con un ala de 3.5 pulgadas, color silver, formado con dos
cuerda de plata pura en forma de cadeneta y el “moño”, de oro de 14
quilates, representa la cabeza de un toro. Para la conservación de este
‘tesoro’, se elaboró una caja en cuero repujado a mano, en cuya tapa aparecen
labrados manualmente, un mapa del mundo y el escudo de la marca ‘Stetson’.
Apenas, una mínima exigencia para gira mundialista que emprendería este símbolo
de la elegancia masculina de la época e insignia de la tradición evocadora del
Oeste Americano.
Durante todo el año de su centenario fue exhibido en
la mayoría de las ciudades de los Estados Unidos y posteriormente emprendió su
periplo por los países más representativos, donde la marca se había posicionado
como Australia, Japón, Inglaterra, Bélgica, Holanda, Noruega Suecia y
Dinamarca.
A Colombia se programó su visita a partir de febrero
del 56, en un gira que se iniciaría en Cali y continuaría por las ciudades
donde el ‘Stetson’ tenía distribuidores. Terminada su ‘vuelta a Colombia’,
continuaría su viaje alrededor del mundo comenzando por México, continuando por
Nueva Zelanda y terminando en Suráfrica para retornar a su sede en
Norteamérica.
En Cúcuta, el distribuidor autorizado era el almacén
Tito Abbo Jr. y Hno. Ltda. Siendo uno de los mayores vendedores de esta marca,
le cupo el honor de tenerlo en exhibición en sus vitrinas durante varios días,
tiempo en el cual un numeroso desfile de personas de todas las edades, género y
clases sociales, tuvo tiempo de apreciarlo.
Llegó a la ciudad el día 4 de abril, en el vuelo 682
de la empresa AVIANCA, a las diez y treinta de la mañana e inmediatamente
trasladado al almacén de la avenida quinta esquina de la calle 12, acompañado
de un séquito que parodiaba los cortejos propios de los ilustres visitantes.
Esta clase de tratamientos era inusual en casos
diferentes de personas, común solamente cuando se trataba de reliquias
religiosas que eran objeto de correrías y cuyo destino final eran las iglesias.
Por esta razón, el “gallo cucuteño” no tardó en aparecer en los distintos
medios, como fue el caso de una célebre columna escrita con genialidad, sobre
este tema, por el sin igual “Buziraco”, partes de la cual me permito traer a
colación.
“… yo quiero referirme
al millonario Stetson que con barbuquejo de oro y prendedor de esmeraldas y
broche de brillantes, y ejecutado con piel de marta y otros animalitos por el
estilo, viene en misión de recubrir las cabezas despeinadas y sobre todo
desnudas, inmoralmente desnudas de tantos calvos y de tantos que no se peinan y
sobre todo no se lavan la bola que descansa sobre los hombros y que cuando así
se ve, se presta a que otros, con la misma adlatere se pongan a pensar, y lo
que es peor, a pensar mal. Porque dígase lo que se quiera a propósito del
‘sinsombrerismo’, está de moda y es de las de peor gusto, y quizás una de las
más antiestéticas y sobre todo ridículas que hemos podido inventar los varones
de ahora.
Yo creo sinceramente
que cuando los varones dejaron de usar el sombrero diaria y cotidianamente, el
alma se sintió tan desnuda, tan al aire que salió avergonzada en carrera, a
refugiarse a más no poder en la copa de los árboles y de ahí que ahora los
hombres no tengan alma ni tengan nada en la cabeza…
El uso del sombrero o
mejor, la aparición del mismo, marca seguramente un hito en la civilización de
la humanidad. Los antiguos y de eso hace ya días, se cubrían la cabeza con
ramas, con pieles o a lo sumo con toallas, si era que estas ya habían hecho su
aparición, pero cuando el hombre se dio cuenta que llevar la cabeza descubierta
era signo de pobreza, de mal gusto y sobre todo de indecencia, porque repito,
es indecente, impúdico, llevarla al aire y exponerla a la mirada de todos,
inventó el sombrero: los usó de mil formas y tamaños y variedades, hasta que
los gringos, que saben tanto de esas cosas de la comodidad, el buen gusto y el
practicismo, inventaron el sombrero tejano, de alta copa, anchas alas, de buen
fieltro, resistente, elegante, cómodo y servicial.
Porque a mi entender,
el Stetson, filial del que nos visita y que es el que usan los tejanos de Texas
y el que a no dudarlo, comenzarán desde hoy a usar nuestros ganaderos,
agricultores y hombres de negocios, comenzando por el Secretario de Agricultura
y Ganadería, mi grande amigo el doctor Manuelito Guzmán Prada y Alfonso Jaimes
y Abel Silva y otros ganaderos, es de lo más elegante, cómodo y vistoso.
Sirve de abanico, de
paraguas, sirve incluso para soplar el fogón, sirve para todo, sirve inclusive
para llevarlo sobre la cabeza y así siendo él, ‘el Refugio del Alma’… De ahí
que yo felicite a don Felice Torre y a todos los de la Casa Tito Abbo por la
feliz ocurrencia de traernos al Stetson, es decir al embajador del sombrero
tejano, para los hombres volvamos a tener alma y sobre todo para readquiramos
esa prenda que servía para todo inclusive para ser decentes, saludar a
las damas y que, Dios me perdone, para hacer revoluciones, como aquellas en que
los gobiernos ‘se tumbaban a sombrerazos’.
Yo aspiro a que Tito
Abbo, me deje colocar, así sea por un minuto, esos mil quinientos dolaretes, me
retraten con él encima… y me regalen uno del mismo o de menor precio, que yo
soy muy modesto.”
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