Hugo
González Correa
Andrés José Ramírez Contreras conserva en su celular
una foto tomada cinco minutos antes de que su vida se partiera abruptamente en
dos. Catorce años atrás (2004), un conductor borracho lo arrolló, en un accidente que por poco le
cuesta la vida y aunque truncó su deseo de ser médico, hoy es un reconocido
abogado especializado en derecho de familia.
Para aquel 27 de marzo de 2004, Andrés José era un
adolescente de 17 años que recién se graduaba como un destacado estudiante
del colegio Calasanz, con el mejor puntaje del ICFES en Norte de Santander
2003, ganador de dos premios Andrés Bello en matemáticas y biología. Además,
fue seleccionado, entre los primeros puestos, en la convocatoria para iniciar
la carrera de medicina en la Universidad de Antioquia.
Hoy, a sus 31 años, pertenece a la firma Abogados y
Asociados luego de superar un arduo camino de rehabilitación que inició en
Teletón y de
quebrantar todos los desalentadores pronósticos de que no volvería a ser el
mismo.
Andrés sufrió un severo golpe en el cráneo, con lesión
en el tallo cerebral, que le paralizó el lado derecho del cuerpo. Medicamente, una hemiplejía, sumado
a una fractura de tibia y peroné.
Tras el golpe, la mente de Andrés borró buena parte de
la información que guardaba sobre sus estudios y tuvo amnesia aproximadamente
durante un año, que ni siquiera le permitió acordarse de que se había graduado.
En su proceso de recuperación, tuvo que volver a ser un
niño: aprender a caminar y escribir planas de bolitas y palitos.
“Lo más difícil fue darme cuenta que no podía hacer
nada. Me reía con media cara. Para
entonces, los especialistas me dijeron que era imposible que yo o cualquier
persona con este tipo de trauma pensaran en estudiar. Me aseguraban que no iba
a ser capaz”, así recuerda Andrés esas palabras que causaron un afecto adverso
y a partir de entonces se propuso ser el primero en lograrlo.
La medicina
El accidente que sufrió Andrés conmocionó a Cúcuta
y llamó a la solidaridad de toda la ciudadanía.
Las universidades
locales emprendieron un radiotón y la Universidad de Antioquia le guardó el
cupo por dos semestres.
Cinco minutos después de tomada esta foto,
sobrevino el accidente en plena avenida Los Libertadores.
Aún con ciertas dificultades en sus movimientos, Andrés
llegó a Medellín y se instaló en la casa de una tía con el firme propósito de
convertirse en médico e inició la carrera en el segundo semestre de 2005.
“Al llegar a estudiar descubrí que se me olvidaron
muchos temas de química, que eran fáciles en el colegio. Un primer parcial de química
orgánica lo perdí con 1.5. No lo creía y eso no me podía estar pasando”,
recuerda.
Pero, por casualidades de la vida, Andrés también
estudiaba una materia llamada salud y sociedad, relacionada con el
derecho, en cuyo primer parcial obtuvo un importante 4.5. Este fue su primer
contacto con la abogacía.
Destrozado
Química orgánica era una de las materias más importantes del semestre de
medicina. Por eso, Andrés quedó destrozado y al llegar al apartamento
donde vivía, en un octavo piso, pensó en saltar desde el balcón.
Pero, rápidamente reflexionó que al brincar “podía
hacer viento y seguro me chocaba contra un árbol y sobrevivía. Así que no quería
volver a pasar por otro proceso médico y menos demostrarle al mundo que soy
inmortal. Así que desistí de esa vaina (risas)”, comenta de manera
jocosa.
Así las cosas, antes de terminar el semestre, Andrés
abandonó su sueño de convertirse en médico neurocirujano y de dirigir su propio
centro asistencial. Enseguida,
tomó sus maletas y regresó a Cúcuta, junto a su madre y otra tía que también
son su apoyo incondicional.
El derecho en su vida
Pero en Medellín, no todo el tiempo fue perdido porque
precisamente la materia de salud y sociedad dejó inquieto a Andrés y en el
segundo semestre de 2006 ingresó a la Universidad Simón Bolívar a estudiar
derecho.
Fue un fuerte cambio, pero la carrera le empezó a
gustar a partir del tercer semestre gracias a los maestros y compañeros que lo
apoyaron.
“Sin embargo, no permitía que me ayudaran, porque yo
podía solo, así tuviera que memorizar más de la cuenta o prepararme con muchos
días de anticipación para los exámenes”, señala.
Andrés se graduó cinco años después y su primer trabajo
fue en el Juzgado Quinto de Familia como auxiliar de servicios generales.
Luego, fue nombrado
citador en el Juzgado Segundo de Descongestión Civil.
Hoy en día, Andrés escribe el libro Relato de un
accidente y comparte con su novia en los ratos libres. Ella también
superó un accidente similar.
Con su pasión inquebrantable por el estudio y con sus
ahorros se especializó en derecho de familia en la Universidad Libre, adelantó
un diplomado en derechos humanos en la Universidad Francisco de Paula Santander
y cursó estudios
técnicos en diseño gráfico, como terapia para seguir recuperando sus
movimientos. Sumado a ello, está escribiendo un libro sobre su vida y sus
experiencias.
Este año, Andrés, quien ya no depende de ningún medicamento,
ingresó a dicha firma de abogados y
en su escritorio cuenta con seis procesos que espera resolver a favor de sus
clientes.
A la hora de dar gracias a las personas que lo han
apoyado en su rehabilitación la lista es interminable desde familiares, amigos,
compañeros de estudios, médicos, funcionarios e instituciones públicas y
privadas. Sin embargo “quiero concluir esta entrevista con un gracias a Dios
bien grande”, finalizó.
Aquel día
Cinco minutos después de tomada una fotografía en la
que Andrés José, aparece de pelo largo y sonriente, salió de la casa de unos amigos en
la Urbanización Prados II donde celebraban la despedida del colegio.
Junto a cuatro amigos iniciaron el camino hacia otra
vivienda cercana donde se reunirían con más compañeros.
“Veníamos
molestando y cantando, cuando íbamos llegando a Prados Club escuché que alguien
dijo ¡cuidado!, pero volteé a mirar y no vi nada, fue entonces cuando el carro
rojo se vino sobre nosotros y nos arrastró”,
afirmó Giuseppe Lidonnia, uno de los mejores amigos de Andrés, quien también
salió herido.
Juan Carlos Ramírez Sayago, conductor del vehículo, fue
detenido preventivamente y al siguiente día afirmó no acordarse de lo
ocurrido.
En el 2006, hubo una sentencia condenatoria en su
contra que lo obligaba a indemnizar económicamente a la víctima, con alrededor de $210 millones, pero
la orden nunca se cumplió y no llegó ni un peso a la familia Ramírez Contreras.
Recopilado por: Gastón Bermúdez
V.
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