Magaly Rubio (La Opinión)
Aunque en Cúcuta hay 129.630
víctimas del desplazamiento, un barrio que fue construido para ellos se queda
casi vacío.
Luego de haber caminado al menos 15 minutos desde el Anillo Vial, un cartel
en medio de la carretera en el que se lee, ‘Vereda El Almendrón Los Mangos’, da la bienvenida. Una polvorienta vía
guía el camino hacia el conjunto de 126 viviendas que dio en el 2008 el
gobierno Nacional a un puñado de desplazados de la región y que ha ido quedando
solo.
El silencio reina en el lugar, unos cuantos perros al frente de las casas,
son los únicos que dan fe de que aún hay residentes.
“Es que aquí solo viven 20
propietarios y unos 30 cuidanderos”, explica Yeinis Jaimes, como justificando lo
silencioso del sitio. “Nos hemos quedado solos”, afirma.
Las calles permanecen desoladas. De pronto, cuando algún vecino enciende un
equipo de sonido, hay música para todo el barrio, si no, vuelve el silencio.
Los que aún habitan el lugar
permanecen dispersos por las ocho cuadras que conforman el complejo
habitacional.
Y es que desde que estas viviendas fueron dadas, en el sector se ha venido
presentando un desplazamiento continuo. La
falta de transporte público, escuelas cercanas, campos recreativos y centros de
salud, ha hecho que los vecinos dejen del lugar al que llegaron con la ilusión
de tener una nueva vida.
La única vía de acceso es intransitable y cuando llueve salir del lugar que
está a solo unos 15 minutos de Cúcuta, en la vía que lleva al Carmen de
Tonchalá, se convierte en una odisea. Además, para ir al centro deben disponer
de unos 15 mil pesos o tiempo para caminar hasta el anillo vial, pues no hay
transporte público.
Las motocicletas se han convertido en el único medio de transporte, aunque
en las noches nadie se atreve a entrar.
La falta de residentes hizo que se fuera la única ruta de servicio público que
han tenido.
Las ocho cuadras que conforman el proyecto de vivienda gratis están casi
vacías. En las casas permanecen las familias que se rehúsan a perder lo único
que tienen, y aquellas que, pese a las incomodidades, se metieron a la fuerza a
los predios, y a los que nadie ha venido a reclamarles.
Un cartel
en medio de la carretera en el que se lee, ‘Vereda El Almendrón Los Mangos’, da
la bienvenida.
No hay nada más que casas. Reclaman no tener espacios lúdicos, ni áreas de
sesión dónde crearlos.
Por años jugaron en una improvisada
cancha en un terreno prestado, pero cambió de dueño y se quedaron sin ese
espacio. Hoy, un lote escarpado al pie del cerro vecino es el espacio con el
que cuentan para la construcción de sus escenarios recreativos.
“Al principio llegaban las familias entusiasmadas al barrio por haber sido
favorecidas para las viviendas, pero no duraban más de un mes por las
carencias”, cuentan quienes aún caminan por el desolado lugar.
Otro de los problemas con el que tiene que lidiar la comunidad es la falta de escuelas cerca, pues los niños deben
trasladarse al Carmen de Tonchalá o El Rodeo.
No tienen alcantarillado, aunque sí se lo cobran y el alumbrado público
solo es el que está en las casas.
Con impotencia dicen que es imposible, con tan pocos residentes, lograr un
proyecto de mejoramiento por parte del Estado para el barrio.
Cuestionan, una y otra vez, la falta de autoridad para poner orden a los
moradores, lo que permitiría un desarrollo para la comunidad. “Hay mucha gente que necesita vivienda y no
la tiene. Es una lástima que estas casa estén vacías”, aseguran.
Según el último reporte de la Unidad Nacional de Víctimas, en Norte de
Santander hay 235.709 víctimas de desplazamiento, de las cuales 129.630 están
en Cúcuta.
El nacimiento de Los Mangos
Las viviendas gratis Desplazados 1 y 2, como se llamó en un principio, están ubicadas en la vereda Almendrón, finca
Los Mangos, corregimiento Carmen de Tonchalá. El proyecto se inició en 2006
como una solución de vivienda para las familias desplazadas.
Entregaron 126 casas de interés social avaluadas en $9’800.000 cada una.
Las casas tienen una habitación, baño, sala comedor, cocina y patio de ropas,
sin encerramiento.
Ante la falta de transporte, la
gente recorre dos kilómetros para llegar al Anillo Vial Occidental.
Tras la entrega de las primeras casas los vecinos intentaron fallidamente
cambiarle el nombre a la urbanización por Villas de María Elena, para dejar
atrás el rótulo de desplazados, pero no lo lograron.
No tienen
ni transporte, ni escuelas, ni escenarios deportivos, ni mucho menos un centro
de salud.
Actualmente hay solo unas 50 casas habitadas y la comunidad, en la que hay
al menos 130 niños, no supera las 200 personas. Quienes aún están en el sitio han luchado por sacarlo adelante y
gestionar un mejoramiento para el sector, sin embargo, las ayudas no han
llegado.
A través de Comunidad-Gobierno pavimentaron las ocho calles que tienen,
pero para la avenida principal necesitan 18 millones y aún no los tienen.
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