Gerardo Raynaud
Embajador
Carlos Felice Cardot
La mención del nombre del ilustre visitante parece
carecer de importancia, pero comenzando 1957, fue designado embajador de
Venezuela en nuestro país, el diplomático venezolano Carlos Felice Cardot quien
antes de asumir el cargo tuvo un gesto de reconocimiento con la ciudad, al
trasladarse por vía terrestre desde Caracas hasta la frontera, con su familia,
esposa y dos de sus hijos, para conocer de primera mano las inquietudes
que se presentaban entre los pobladores de ambas naciones.
El nuevo embajador, además de diplomático era abogado
y político cuya mayor ambición fue siempre el estudio de la historia,
especialmente la regional de su tierra. Había nacido en El Tocuyo el 15 de
junio de 1913. Sus primeros estudios los desarrolló en la ciudad de Mérida, en
el Liceo de la Universidad de los Andes donde se le otorgó el título de
bachiller en Filosofía y Letras, diploma que en aquel entonces era de gran
importancia, pues la cobertura de la educación en Venezuela era escasa y muy
pocos alcanzaban el bachillerato.
Al año siguiente se trasladó a la capital,
matriculándose en la Universidad Central donde obtuvo su título de abogado en
1936. Desde el mismo momento de su iniciación profesional desarrolló una intensa
actividad social, primero fundando la Sociedad Bolivariana, acción que le
traería algunos inconvenientes con el gobierno de turno, que veían en el joven
Felice Cardot un revolucionario que podría causarles problemas en el futuro;
sin embargo, continuó con su actividad promocionando la creación del Club
Rotario de Barquisimeto y luego el Centro Intelectual Artes y Letras con el
propósito de rescatar y difundir el patrimonio cultural del Estado Lara,
funciones que realizaba simultáneamente con el desempeño de los cargos públicos
que ejercía como fueron, el de Juez Superior del Estado y la mayoría de los
cargos del Colegio de Abogados.
En el trascurso de la década del cuarenta tuvo una
intensa actividad política. Se estrenó como diputado a la Asamblea Legislativa,
posteriormente elegido presidente del Concejo Municipal del Distrito Iribarren.
También elegido diputado por el Estado Lara y posteriormente nombrado
gobernador del mismo Estado.
Durante la primera mitad de los años cincuenta, se
dedica de lleno a la Academia Nacional de Historia de la cual es miembro desde
el año 1949. A partir del año 55 se dedica a la diplomacia, ejerciendo algunos
importantes cargos en la Cancillería antes de ser nombrado embajador en
Colombia, de donde salió para ser nombrado Ministro de Relaciones Exteriores.
Pues bien, su cargo como embajador en nuestro país le
sirvió de trampolín para que el presidente Pérez Jiménez lo nombrara en el más
alto cargo de la diplomacia de su país. Así que su primera aventura como
diplomático en el exterior, empezó precisamente en la ciudad de Cúcuta, la cual
pasaré a reseñar.
Anunciado su arribo para las seis de la tarde del día
martes 8 de enero de 1957, las autoridades locales encabezadas por el
alcalde de la ciudad, Isidoro Duplat y acompañado por el Secretario General de
la Gobernación, Víctor Julio Serrano y el Cónsul General de Venezuela en la
ciudad, Nicolás Cárdenas Ruiz y una numerosa comitiva, se trasladaron hasta
Peracal, sitio hasta donde lo permitían las autoridades venezolanas, para darle
la bienvenida al ilustre visitante.
Al día siguiente, el cónsul Cárdenas Ruiz ofreció una
copa de champaña en la sede del consulado, de donde se trasladaron a la
población de Ureña para cumplir con la inspección al recientemente inaugurado hotel
Aguas Calientes, uno de los más emblemáticos de la Corporación Nacional de
hoteles de Turismo (CONAHOTU).
De regreso a la ciudad, se entrevistó con el
gobernador del departamento, quien gustosamente lo invitó a un recorrido por
los sitios más representativos, jornada que concluyó a las cinco de la tarde.
En el palacio de la gobernación lo esperaba el director del Diario de la
Frontera para que se trasladaran a las instalaciones del periódico, situado a
pocos metros, para ofrecerle, conjuntamente con los representantes de los
gremios y los empresarios, encabezados por los directivos de FENALCO y de la
Cámara de Comercio, un sentido homenaje, luego del cual se procedió a realizar
un paseo por las instalaciones del periódico y terminar reunidos con todos los
miembros de la Seccional de la Federación de Periodistas de Colombia con el fin
de discutir los temas de mayor impacto que tendrá en su agenda como prioridad
en el desempeño de su cargo como nuevo representante del vecino país.
Un detalle que llamó la atención de todos los
asistentes y más del agrado del visitante, fue la presencia de la soberana del
Café, la reina coronada en la reciente Feria de Manizales, Amparo Canal
Sandoval, cuya presencia fue destacada como un detalle de fina coquetería y nota
de belleza a la recepción.
En los infaltables discursos pronunciados con ocasión
de esta visita, se destacan los agradecimientos mutuos de las personalidades
asistentes, pero el embajador hizo especial énfasis en la visita que ese mismo
día estaba cumpliendo el presidente Pérez Jiménez a la ciudad de San Cristóbal
para inaugurar una serie de obras que beneficiarían toda la región de frontera,
entre ellas el hotel El Tamá, el Círculo de las Fuerzas Armadas y el Cuartel de
Conscriptos, obras que le darían un nuevo impulso a la capital del Estado
Táchira.
El día siguiente, jueves 10 de enero, salió por vía
aérea rumbo a Bogotá, no sin antes dejar mensajes de agradecimiento por la
hospitalidad recibida, tanto de los funcionarios de las administraciones públicas
como a los representantes del sector privado y en especial a los periodistas.
Al doctor Parra Bolívar, director del Diario de la
Frontera le envió el siguiente mensaje: … Válgome de las páginas del diario tan
dignamente dirigido por usted para a través de sus columnas generosas expresar
a las autoridades, a la sociedad, a la prensa, a la radio y a los amigos de esa
noble ciudad, mi más sincero reconocimiento por las cordiales manifestaciones
que tuvieron para mí y mi familia durante nuestra permanencia en esa bella
ciudad, capital del Norte de Santander, amigo Carlos Felice Cardot.
Eran esos los tiempos en que los sentimientos de
amistad recíproca afloraban de los labios de las gentes que comprendían el
verdadero significado de la confraternidad que debe reinar entre los pueblos
hermanos.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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