El Espectador
María Camila Osorio, tenista
colombiana.
Con 16 años, esta nortesantandereana es una de las jugadoras con más
proyección en nuestro país. En lo que va de la temporada ya ha ganado tres títulos
juveniles (febrero, 2018).
La vida de María Camila Osorio
Serrano es una suma de momentos. Unos trascendentales, otros
imperceptibles. Por ejemplo: no querer practicar patinaje luego de ver a una
niña llorando en el patinódromo de Cúcuta tras una caída. “Huy, no, papi, yo no
quiero ese deporte”.
Más adelante aprendería que ese verbo, caer, está presente en cualquier
actividad física, hasta en la competencia de alto rendimiento. Y ese día
apareció otro momento, el fundante, el que cambió todo.
“Vimos una pancarta de la academia de Édgar Muñoz y, como él había sido el
entrenador de Fabiola Zuluaga,
fuimos a inscribir a la niña”, rememora Adriana, mamá de la jugadora que el fin
de semana pasado ganó el Asunción Bowl,
torneo ITF que se llevó a cabo
en Paraguay.
Tenía seis años y sus papás le compraron una raqueta gris, sin marca,
sencilla, funcional, pesada. Y en menos de cinco meses ganó su primer torneo,
la Copa Masters Kids en Medellín, frente a niñas mayores que ella, con las
ganas de participar y, después, con la satisfacción de ganar.
“No se quedaba quieta y, como en la familia somos deportistas, creímos que
era la mejor manera de canalizar la energía”.
La anterior respuesta toma más fuerza al saber que María Camila es nieta de
Rolando Serrano, uno de los 22 jugadores que hizo parte de la selección de
Colombia dirigida por Adolfo Pedernera en el Mundial de Chile 1962;
que su papá, Juan Carlos, estuvo en las divisiones inferiores del Cúcuta, y que
su hermano, Juan Sebastián, es el capitán de Fortaleza F.C., equipo de la
segunda división del fútbol nacional.
“Así concebimos la vida, así se vive mejor”, dice Adriana, que en esta
ocasión la acompañó al sur del continente durante todo el torneo. Porque
mientras su hija le pega a la pelota en la cancha, ella tiene que camuflar sus
emociones, evitar que su rostro divulgue lo que está sintiendo y conservar la
calma, la mirada serena. “Ella me toma como punto fijo y luego de cada punto me
busca con los ojos. Creo que eso le da seguridad y si no me ve firme, se
desespera”.
Pero así como María Camila encontró el tenis siendo muy pequeña, también
hay otras cosas que aprendió tarde, como montar en bicicleta.
“Practicó con mi esposo un par de días en un parque que queda al frente de
nuestra casa, y luego de la segunda vez, le quitamos las ruedas auxiliares y
pudo mantener el equilibrio”.
Osorio es una joven afable, calmada, de ritmos mansos, alegre, amistosa y
extrovertida. El temperamento lo expresa cuando tiene que correr en la cancha,
cuando debe ser agresiva, tomar la iniciativa, impactar la bola en el punto más
alto y asfixiar a la rival.
“Mucha gente piensa que por ser de Cúcuta es brava, malgeniada, terca, pero
no. Es todo lo contrario, una persona muy dulce, cálida y muy respetuosa”.
A Adriana le cuesta recordar qué le saca el mal genio. De hecho, hace una
pausa prolongada y solo retoma la charla con un “es que solo se la pasa
sonriendo”. Más adelante hay clarividencia. “Cuando le prohíben comer
chocolate. Ahí sí se pone brava. Pero no refuta porque sabe que tiene que
cuidar su dieta para poder estar en forma”.
Osorio ha entendido que en un deporte individual, en el que la comunión
consigo misma es vital para sobrevivir a la disputa, valga la redundancia, con
ella misma, no hay que tenerle miedo a perder para merecer ganar.
Las derrotas de años anteriores curtieron el carácter, transformaron su
juego y por eso hoy en día es la número seis del mundo en el escalafón ITF, con
804,38 puntos, la mejor latinoamericana en el ranquin juvenil.
“Se lo merece por hacer del tenis su opción de vida”, concluye Adriana, de
manera delicada para hablar sobre alguien aún más tierna: María Camila Osorio.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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