sábado, 8 de diciembre de 2018

1414.- SOBRE CRONICAS DE CUCUTA



La Opinión


CRONICAS DE CUCUTA  Edgar E. Cortés 

Una de las actividades más profundas e interesantes que se puede hacer en una ciudad es cuando su gente se reúne para recordar sus anécdotas, su historia, sus costumbres, y esa fue la tertulia que un jueves pasado organizó la Fundación Cultural ´El 5 a las 5´ en las instalaciones de la biblioteca pública se hizo de la mano de las crónicas que ha escrito para fortuna de Cúcuta Gerardo Raynaud Delaval.

Fue un encuentro grato y maravilloso en donde recordamos muchas anécdotas y sitios de la ciudad.

Entre otros, se mencionaron sitios de los años 50 como la Caseta Campestre, lugar ubicado unos pocos metros más adelante en el barrio San Luis de la Piscina Moreno, vendía comida típica cercano a otro famoso que se llamó Rondinela.

Alguno de los presentes mencionaba los chicharrones que se vendían. Entre las tiendas famosas de la época, igualmente se recordó Rosa Blanca, en la esquina de la calle 10 con avenida novena en el barrio El Llano que surtía con sus productos incluso a familias del centro.

Una de las tiendas que viene de esos años, que sobrevive aún en la misma esquina de la segunda con 11, es la tienda de Mojica.

Se asegura que su propietario era un hombre rudo, malhumorado que por allá en los años 70 dio lugar a una columna de Miguel Méndez Camacho que la tituló “Haga reír a Mojica”. 

Parece que algunos lo han intentado, pero sin mucho éxito. 

Un restaurante de la época, Don M, en el barrio Escobal - le gustaba a mi padre -  que aún en los años 70 llegar hasta allí era casi un paseo.

Uno de los italianos que afortunadamente se han quedado por estas tierras, el restaurante Don Mario en el Bosque Popular. 

Alguno de los contertulios citó uno de los más típicos, Aquí me quedo de la Turra Petra, por los lados del cementerio, no tan lejos de otro sitio que ya no es precisamente gastronómico, pero es ya de las leyendas de la ciudad, La sorda, que alguien también lo citó.

Cúcuta fue una ciudad que en los años 50 alcanzó a tener 2 aeropuertos.

En alguna ocasión un alemán aterrizó en un biplano en la planicie de San Luis en una aeronave que se llamaba La Gaviota, y ahí nació un aeropuerto en esa localidad.

Hubo espacio para recordar un accidente que impactó la ciudad, cuando el aerotaxi HK – 559 a comienzos de 1968 se dirigía a Cúcuta con gente reconocida en la ciudad, y cuando el avión volaba a la altura de Ocaña proveniente de Curumaní, intempestivamente el experimentado piloto avizora mal tiempo, y trata de regresar a la tierra de los Caro sin éxito.

Ahí fallecieron entre otros el gerente regional de Avianca don Tulio Zambrano y Gabriel Neira Rey.

Otro accidente que conmocionó la ciudad, el día 21 de junio de 1968 cuando las jóvenes estudiantes de las Hermanas de la Presentación de Bochalema se estrellaron y fallecieron 21 niñas, entre ellas algunas venezolanas.

El Mono Durán, en algún momento de la tertulia tomó la palabra y recordó personajes y sitios que son inolvidables, como historias casi inverosímiles en el Convento de las Clarisas, o la gallera que en algún momento existió en el lugar en donde hoy se construye la Fiscalía.

Otro recuerdo que lo desconocía, enterarse que lo que hoy en día es la cancha de futbol en el barrio Carora, antes había sido un cementerio.

El médico Eduardo Delgado relató con versatilidad algunas de las anécdotas cuando en las instalaciones de la actual biblioteca, hace algunos años, funcionó el hospital de la ciudad. Para no olvidar por ejemplo cuando en los años 80 hubo un fuerte temblor en la ciudad, y cuando salió de la sala de cirugía, encontró que todos los enfermos se habían ido al parque ante el miedo por el fuerte movimiento telúrico. Fue tan fuerte el temblor, que “algunos enfermos con fracturas salieron corriendo al parque”.

Néstor Perozzo hizo una reflexión sobre el valor y la importancia de la literatura, como una de las únicas opciones en las que el ser humano se acerca a la inmortalidad.

Una vez nuevamente gracias a Patrocinio Ararat por promover tesoneramente este espacio de reflexión y cultura, que nos permitió al menos por unos minutos dejar de hablar de política y el Mundial, ¡y eso ya es una maravilla!

CRONICAS SUELTAS CUCUTEÑAS  Olger García

Hace algunos años, en una de las primeras Fiestas del Libro, en Cúcuta, tropecé de manos a boca con unos libros del profesor Carlos Eduardo Orduz, mi vecino de barrio, donde, por el título, sabía que encontraría datos interesantes que me ayudarían a conocer la ciudad que yo ignoraba, la misma ayuda que recibí de tantas enciclopedias publicadas por La Opinión sobre la ciudad y el departamento.

Me imagino que es enorme el esfuerzo intelectual y económico que hace el docente Carlos Eduardo Orduz  para publicar estos libros, pues basta con detallarlo y sorprenderse que no hay publicidad de ninguna naturaleza, lo cual confirma el aserto. Es, lo que podría llamarse, obra de romanos.

Por ello, cada vez que me obsequia sus libros le estoy agradecido, muy agradecido, y reprimo los deseos de leerlo de un tirón y procuro tomarme el tiempo necesario para leerlos y digerirlos, porque sé, con certeza, que esas crónicas cucuteñas, “sueltas” como las llama él, cuya única ilación es que tienen la virtud de reafirmar la identidad del solar nutricio, hay que degustarlas.

En estas crónicas Orduz nos habla de tiempos idos, lo que fue y lo que ha subsistido en Cúcuta desde la gastronomía, empresas y empresarios, arquitectura incipiente, inmigración sirio-libanesa y de otras nacionalidades como los italianos, españoles y alemanes cuyas colonias se dedicaron al comercio.

Aquí puedo hacer un contraste con las mismas colonias que conocí en Barranquilla, donde no solamente se dedicaron al comercio y la política, donde les fue muy bien, sino que cada una de ellas, como la alemana, por ejemplo, fundó su respectivo club social y colegio, que hoy subsisten, donde cada una enseña su idioma, idiosincrasia, cultura y hacen intercambios de estudiantes con sus respectivos países y convirtió a “Quilla”, como dicen los jóvenes ahora, en una ciudad cosmopolita.

Siempre me ha gustado leer sobre la historia de la educación en Colombia, y el último capítulo de este libro del profesor Orduz me proporciona un panorama nítido de lo que era la educación en Cúcuta a mediados del siglo XX, donde, según el autor, son tiempos irrepetibles que él añora por la calidad del plan de estudios y la consagración de los docentes.

Entre muchas otras materias que Orduz seguramente estudió con interés y que pulió con los años, como gramática, redacción, composición y ortografía, le dieron la formación necesaria para hacer gala de sus veleidades filológicas y lucirse en la redacción de sus crónicas y adentrarse en la etimología de algunos vocablos que él quiere que entendamos plenamente. Felicitaciones al profesor Orduz y no desmaye en su idea de entregarle a Cúcuta sus remembranzas históricas. 






Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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