viernes, 28 de septiembre de 2018

1379.- MUSICA DE LOS 80 DESDE LA RETINA DE CARLOS IVAN PEÑARANDA



Juan Pabón Hernández  (Imágenes)


Además de ser un notable oftalmólogo, director de la Clínica Peñaranda, Carlos Iván tiene una especial afición por la música.

Hace unos días venía con el interés de conversar con él, quizá porque va creciendo mi añoranza al ver cómo se van terminando las cosas, las costumbres, los afectos y “las gomas”, como dice el entrevistado, cómo desaparecen los ritmos buenos, la salsa, la balada, el bolero, en fin.

De manera que, en estos días, al recordar las fiestas de los años 80 que él organizaba en el Club Tenis, para la Fundación Fahne, de niños con cáncer, decidí buscarlo para hablar con él acerca de la música de esos años.

EL CICLO DE SUS GUSTOS

Su afición al rock comenzó a los 10 u 11 años, cuando en Cúcuta se escuchaban emisoras de San Cristóbal, Venezuela, como Radio 860, con muestras de lo que sonaba en los Estados Unidos y, por supuesto, no se conseguía acá: “Oíamos rock, de todo un poco, dice, en esa emisora que era buenísima porque tenía gran variedad y nos actualizaba en temas gringos, para gente joven”.

Yo recuerdo que en los carros había unos equipos para poner casetes grandes, con cintas de música. Ni pensar en lo de ahora que se reduce a audífonos; se usaban los pantalones “botacampana” y muchos se dejaban el cabello largo tratando de imitar a los cantantes norteamericanos.

Un amigo le regaló un disco de Deep Purple, un grupo de rock pesado, y ahí empezó el gusto (¿delirio?) por este género.

En ese tiempo, además, estaba en Cúcuta Tijuana Discos, donde un amable señor venezolano, José Bohórquez, se preocupaba por tener de todo un poco y traía música que no se conseguía en otro lado: Ir a Tijuana era casi una tradición y allí todos buscábamos los temas de nuestros afectos, atendidos por don José.

A mí me guardaba boleros y música romántica; Carlos Iván, por supuesto, iba y compraba cosas de Elton John, o el Concierto para Bangladesh, el primer concierto con fines humanitarios organizado por George Harrison y Erick Clapton, o la música que lo hacía interesar cada vez más en sus aficiones.

Lo que comenzó así, en 1971, se fue agrandando y hoy en día posee mil acetatos. “Yo era bicho raro, ninguno de mis amigos era aficionado al rock; algunos fueron cogiendo el gusto: era como primero de bachillerato”.

En 1971 y 72 proliferaron los grupos en la radio. Paralelamente, aprendió algo de guitarra y música, de lo cual le queda algo, dice; formó un conjunto en el Seminario Menor, con Iván Darío Caicedo, Carlos Ali Romero y otros, en el cual tocaban de todo un poco, balada y pop en español.

“A las niñas de esa época les gustaban los detalles, cada mes de novios, tarjetas, esquelas, bobadas. Teníamos permiso hasta la 9:00 p.m., así estuviéramos a media cuadra de la casa. Los tiempos eran más románticos, aunque las peladas lo hacían sufrir a uno, eran más de lucha por un cine o un beso, la verraquera de agarrar la mano, en emociones que uno disfrutaba gota a o gota; era la época de aprender a bailar –la mamá y las hermanas enseñaban– había fiestas abiertas en las casas y bailes en el Club del Comercio”.

Siguieron los 80, los 90, los 2000, hasta hoy, cultivando la música, el rock, el son cubano y la salsa.

Tuvo que esmerarse para sobreponerla como alternativa a la predominancia de Billos’ y Melódicos en los gustos de los cucuteños a seleccionar los mejores intérpretes, los temas, para llamar la atención.

En los 14 cañonazos de cada año buscaba los dos o tres temas de salsa. Por ejemplo, Homenaje a los Embajadores, Wganda Kenyz, Fruco, con El Preso, porque no había mayor difusión y, para oír esa música, había que ir a La Ínsula, al Viejo Tango y otras cantinas.

Luego, en Bogotá, conoció compañeros a quienes les gustaba el son cubano: como a los 19 años, empezó a oírlo, se enamoró de su melodía y de las letras románticas, divertidas, bonitas, de los diferentes ritmos y virtuosas interpretaciones del tres, “que es como una guitarra de tres
cuerdas de a tres”.

La música fue cambiando, como todo; los computadores llevaban el ritmo y las canciones de los 70 y los 80 se disolvieron en manos de DJs, quienes imponían las canciones, con un sonido igual en todo. Iban desapareciendo en las fauces innovadoras del modernismo los honores de la música.

Incluso los rockeros decían que la música disco no era música: ¿Qué diremos ahora?

Destellaban los Bee Gees que, después de aquellos Beatles del 60, fue un grupo que promovió lo más destacado de la música juvenil. Llamaba la atención el rock pesado de Leonel Richard, de Joe Cocker, que generaba unas sensaciones muy placenteras.

“Se devuelve uno en el tiempo y evoca grandes alegrías y sentimientos emocionantes, por lo bueno del ritmo y los excelentes músicos que tocaban guitarra, batería, en mezclas que daban ganas de bailar y brincar. Después de los años uno la escucha y siente las mismas cosas”.

UN POCO DE SOCIOLOGÍA

“Aunque no entendía inglés, me apasionaba la melodía y, luego, cuando lo entendí, me di cuenta de que las canciones narraban la vida americana con todas esas historias casi legendarias de procesos de poblamiento, de costumbres, en fin.

Si antes era más impresionante el ritmo que la letra, ahora comprendí que había toda una protesta, contra el racismo, en defensa de los valores americanos, a su manera, del amor, de la mujer, en medio de todos los ritmos, del jazz, del blues, mezclados en la música que evolucionaba. (En California conocí un templo en silencio de jazz, guardo esa boleta para acordarme del hombre negro)”.

La balada era popular y con ella empezó su adolescencia: “cuando uno se estaba comenzando a enamorar: Camilo Sexto, Los Tres Tristes Tigres, Los Pasteles Verdes, Los Ángeles Negros, Ana y Jaime, el Club del Clan, Harold, Christopher, Vicki, hasta Claudia de Colombia; era música suave, melódica, pero no espectacular, pero las letras sí llegaban al alma. Era un contexto romántico, yo me acuerdo de mis amigas”.

Ocurrió que se programó una fiesta anual para los niños de Fahne. Poncho Rodríguez, Enrique Camargo y Carlos Iván, se encargaron de ella y fue muy exitosa, porque además de compartir gustos musicales parecidos pudieron presentar videos láser, revivir grupos viejos, renacer el rock. Fue muy bien recibida; la primera la empezaron poniendo el video del festival de Woodstock, hora y media, luego rock bailable, salsa, Billo’s y Melódicos:

“la emoción de la gente era indescriptible, como si hubiéramos vuelto a los 16 años. La gente cantaba, bailaba, se abrazaba, había emoción en todos los ambientes, mejor dicho…Y aprendimos a poner la música en dosis graduales, para que la gente se fuera emocionando poco a poco.

Primero música balada en inglés y español, comenzaban a tomarse los traguitos y a oír canciones que no escuchaban hace 20 o 30 años, la gente se paraba, comenzaban a fluir el sentimiento y los recuerdos en la memoria y luego íbamos subiendo las revoluciones y nos daban la 6:00 a.m. y la gente no se quería ir.

Otros grupos empezaron a hacer lo mismo, pero con fines comerciales, sin el sentimiento que le poníamos, saturaron el mercado, para ellos y nosotros, hasta que tuvimos que finalizarlas”.

Terminamos hablando de los jóvenes de hoy, de los hijos, de los sentimientos distintos que la música despierta. Y de las evocaciones de lo viejo, como en la emisora de la UFPS 95.2 FM, que toca rock de antes. O de las épocas de gente famosa, de San Remo, de Gigliola Cinqueti, Mari Trini, Rocío Durcal y Marisol, Nino Bravo, canciones y películas que cantaban al amor.

“Pero ahora las letras se volvieron vulgares, los niños de 4 años hacen movimientos sensuales, las niñas tienen un vocabulario grosero, en fin, una pérdida de valores y un empobrecimiento de la parte afectiva de la música. El sexo es bonito, pero es más bonito cuando se hace con sentimiento. Si no, pierde mucho la gracia.

Me parece que son muy pobres espiritualmente; los jóvenes ahora se refugian en el hermetismo, porque tienen poco que hablar, son alejados, metidos en la tecnología, en las comunicaciones impersonales. No disfrutan lo sencillo, los juegos, el amor, las novias, llegan de una a todo y a los 12 o 13 van conociendo todo”.

El mundo personal de los jóvenes es complicado, es difícil hablar con ellos. Siempre contestan: “bien, todo bien”.

“A mis hijos le trasmití mi ejemplo, los valores que aprendí, el deporte, las gomas de las cosas sanas y buenas, y ellos empiezan a disfrutarlas con sus amigos. Uno sería más feliz viéndolos que llevaran una vida como más despacio, que disfrutaran cada regalo que da la existencia.

Definitivamente cuando uno se va acercando al final y debe sacarle más sabor a cada cosa que deba disfrutar un valor que haya tenido desde pelao”.

EPÍLOGO

Carlos Iván se ha dedicado a clasificar uno por uno los acetatos, a digitalizar canciones y guardarlas en discos duros, muy bien seleccionada, organizada, y “me la paso haciendo listas para una fiesta u otra, sigo interesado, sigo oyendo, bajando música, me gusta me gusta hacer fiestas, tomarme unos traguitos en mi casa, con poquitos amigos… cada vez quedamos menos”.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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