domingo, 30 de septiembre de 2018

1380.- SITIOS CULTURALES DE CUCUTA



La Opinión

La oferta cultural de estos recintos es apta para todo público, solo basta con estar conectado a sus plataformas digitales o hacer contacto telefónico, para poder disfrutar de esta opción de entretenimiento.

La Casa de la Cultura de Cúcuta, más conocida como La Torre del Reloj, se encuentra ubicada en la calle 13 entre avenidas 3 y 4.

EL Museo Norte de Santander y ciudad de Cúcuta, ofrece a los habitantes de la ciudad 'Espacios Creativos' para niños de 6 a 12 años y actividades musicales para los más grandes. Lo puede encontrar en la Calle 14 con Avenida 1

El Museo de la Memoria de Cúcuta, está situado en la calle 10 con avenida. Allí los visitantes podrán asistir de lunes a viernes y apreciar sus diferentes obras y actividades culturales.

El Museo Casa Natal General Santander tiene para todos sus asistentes actividades culturales y talleres. Además, puede hacer un recorrido por este lugar decisivo en la historia colombiana.

Finalmente, el Banco de la República tiene un área cultural que se encuentra sobre la Diagonal Santander. Las actividades culturales de este lugar se pueden disfrutar de lunes a viernes.





Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

viernes, 28 de septiembre de 2018

1379.- MUSICA DE LOS 80 DESDE LA RETINA DE CARLOS IVAN PEÑARANDA



Juan Pabón Hernández  (Imágenes)


Además de ser un notable oftalmólogo, director de la Clínica Peñaranda, Carlos Iván tiene una especial afición por la música.

Hace unos días venía con el interés de conversar con él, quizá porque va creciendo mi añoranza al ver cómo se van terminando las cosas, las costumbres, los afectos y “las gomas”, como dice el entrevistado, cómo desaparecen los ritmos buenos, la salsa, la balada, el bolero, en fin.

De manera que, en estos días, al recordar las fiestas de los años 80 que él organizaba en el Club Tenis, para la Fundación Fahne, de niños con cáncer, decidí buscarlo para hablar con él acerca de la música de esos años.

EL CICLO DE SUS GUSTOS

Su afición al rock comenzó a los 10 u 11 años, cuando en Cúcuta se escuchaban emisoras de San Cristóbal, Venezuela, como Radio 860, con muestras de lo que sonaba en los Estados Unidos y, por supuesto, no se conseguía acá: “Oíamos rock, de todo un poco, dice, en esa emisora que era buenísima porque tenía gran variedad y nos actualizaba en temas gringos, para gente joven”.

Yo recuerdo que en los carros había unos equipos para poner casetes grandes, con cintas de música. Ni pensar en lo de ahora que se reduce a audífonos; se usaban los pantalones “botacampana” y muchos se dejaban el cabello largo tratando de imitar a los cantantes norteamericanos.

Un amigo le regaló un disco de Deep Purple, un grupo de rock pesado, y ahí empezó el gusto (¿delirio?) por este género.

En ese tiempo, además, estaba en Cúcuta Tijuana Discos, donde un amable señor venezolano, José Bohórquez, se preocupaba por tener de todo un poco y traía música que no se conseguía en otro lado: Ir a Tijuana era casi una tradición y allí todos buscábamos los temas de nuestros afectos, atendidos por don José.

A mí me guardaba boleros y música romántica; Carlos Iván, por supuesto, iba y compraba cosas de Elton John, o el Concierto para Bangladesh, el primer concierto con fines humanitarios organizado por George Harrison y Erick Clapton, o la música que lo hacía interesar cada vez más en sus aficiones.

Lo que comenzó así, en 1971, se fue agrandando y hoy en día posee mil acetatos. “Yo era bicho raro, ninguno de mis amigos era aficionado al rock; algunos fueron cogiendo el gusto: era como primero de bachillerato”.

En 1971 y 72 proliferaron los grupos en la radio. Paralelamente, aprendió algo de guitarra y música, de lo cual le queda algo, dice; formó un conjunto en el Seminario Menor, con Iván Darío Caicedo, Carlos Ali Romero y otros, en el cual tocaban de todo un poco, balada y pop en español.

“A las niñas de esa época les gustaban los detalles, cada mes de novios, tarjetas, esquelas, bobadas. Teníamos permiso hasta la 9:00 p.m., así estuviéramos a media cuadra de la casa. Los tiempos eran más románticos, aunque las peladas lo hacían sufrir a uno, eran más de lucha por un cine o un beso, la verraquera de agarrar la mano, en emociones que uno disfrutaba gota a o gota; era la época de aprender a bailar –la mamá y las hermanas enseñaban– había fiestas abiertas en las casas y bailes en el Club del Comercio”.

Siguieron los 80, los 90, los 2000, hasta hoy, cultivando la música, el rock, el son cubano y la salsa.

Tuvo que esmerarse para sobreponerla como alternativa a la predominancia de Billos’ y Melódicos en los gustos de los cucuteños a seleccionar los mejores intérpretes, los temas, para llamar la atención.

En los 14 cañonazos de cada año buscaba los dos o tres temas de salsa. Por ejemplo, Homenaje a los Embajadores, Wganda Kenyz, Fruco, con El Preso, porque no había mayor difusión y, para oír esa música, había que ir a La Ínsula, al Viejo Tango y otras cantinas.

Luego, en Bogotá, conoció compañeros a quienes les gustaba el son cubano: como a los 19 años, empezó a oírlo, se enamoró de su melodía y de las letras románticas, divertidas, bonitas, de los diferentes ritmos y virtuosas interpretaciones del tres, “que es como una guitarra de tres
cuerdas de a tres”.

La música fue cambiando, como todo; los computadores llevaban el ritmo y las canciones de los 70 y los 80 se disolvieron en manos de DJs, quienes imponían las canciones, con un sonido igual en todo. Iban desapareciendo en las fauces innovadoras del modernismo los honores de la música.

Incluso los rockeros decían que la música disco no era música: ¿Qué diremos ahora?

Destellaban los Bee Gees que, después de aquellos Beatles del 60, fue un grupo que promovió lo más destacado de la música juvenil. Llamaba la atención el rock pesado de Leonel Richard, de Joe Cocker, que generaba unas sensaciones muy placenteras.

“Se devuelve uno en el tiempo y evoca grandes alegrías y sentimientos emocionantes, por lo bueno del ritmo y los excelentes músicos que tocaban guitarra, batería, en mezclas que daban ganas de bailar y brincar. Después de los años uno la escucha y siente las mismas cosas”.

UN POCO DE SOCIOLOGÍA

“Aunque no entendía inglés, me apasionaba la melodía y, luego, cuando lo entendí, me di cuenta de que las canciones narraban la vida americana con todas esas historias casi legendarias de procesos de poblamiento, de costumbres, en fin.

Si antes era más impresionante el ritmo que la letra, ahora comprendí que había toda una protesta, contra el racismo, en defensa de los valores americanos, a su manera, del amor, de la mujer, en medio de todos los ritmos, del jazz, del blues, mezclados en la música que evolucionaba. (En California conocí un templo en silencio de jazz, guardo esa boleta para acordarme del hombre negro)”.

La balada era popular y con ella empezó su adolescencia: “cuando uno se estaba comenzando a enamorar: Camilo Sexto, Los Tres Tristes Tigres, Los Pasteles Verdes, Los Ángeles Negros, Ana y Jaime, el Club del Clan, Harold, Christopher, Vicki, hasta Claudia de Colombia; era música suave, melódica, pero no espectacular, pero las letras sí llegaban al alma. Era un contexto romántico, yo me acuerdo de mis amigas”.

Ocurrió que se programó una fiesta anual para los niños de Fahne. Poncho Rodríguez, Enrique Camargo y Carlos Iván, se encargaron de ella y fue muy exitosa, porque además de compartir gustos musicales parecidos pudieron presentar videos láser, revivir grupos viejos, renacer el rock. Fue muy bien recibida; la primera la empezaron poniendo el video del festival de Woodstock, hora y media, luego rock bailable, salsa, Billo’s y Melódicos:

“la emoción de la gente era indescriptible, como si hubiéramos vuelto a los 16 años. La gente cantaba, bailaba, se abrazaba, había emoción en todos los ambientes, mejor dicho…Y aprendimos a poner la música en dosis graduales, para que la gente se fuera emocionando poco a poco.

Primero música balada en inglés y español, comenzaban a tomarse los traguitos y a oír canciones que no escuchaban hace 20 o 30 años, la gente se paraba, comenzaban a fluir el sentimiento y los recuerdos en la memoria y luego íbamos subiendo las revoluciones y nos daban la 6:00 a.m. y la gente no se quería ir.

Otros grupos empezaron a hacer lo mismo, pero con fines comerciales, sin el sentimiento que le poníamos, saturaron el mercado, para ellos y nosotros, hasta que tuvimos que finalizarlas”.

Terminamos hablando de los jóvenes de hoy, de los hijos, de los sentimientos distintos que la música despierta. Y de las evocaciones de lo viejo, como en la emisora de la UFPS 95.2 FM, que toca rock de antes. O de las épocas de gente famosa, de San Remo, de Gigliola Cinqueti, Mari Trini, Rocío Durcal y Marisol, Nino Bravo, canciones y películas que cantaban al amor.

“Pero ahora las letras se volvieron vulgares, los niños de 4 años hacen movimientos sensuales, las niñas tienen un vocabulario grosero, en fin, una pérdida de valores y un empobrecimiento de la parte afectiva de la música. El sexo es bonito, pero es más bonito cuando se hace con sentimiento. Si no, pierde mucho la gracia.

Me parece que son muy pobres espiritualmente; los jóvenes ahora se refugian en el hermetismo, porque tienen poco que hablar, son alejados, metidos en la tecnología, en las comunicaciones impersonales. No disfrutan lo sencillo, los juegos, el amor, las novias, llegan de una a todo y a los 12 o 13 van conociendo todo”.

El mundo personal de los jóvenes es complicado, es difícil hablar con ellos. Siempre contestan: “bien, todo bien”.

“A mis hijos le trasmití mi ejemplo, los valores que aprendí, el deporte, las gomas de las cosas sanas y buenas, y ellos empiezan a disfrutarlas con sus amigos. Uno sería más feliz viéndolos que llevaran una vida como más despacio, que disfrutaran cada regalo que da la existencia.

Definitivamente cuando uno se va acercando al final y debe sacarle más sabor a cada cosa que deba disfrutar un valor que haya tenido desde pelao”.

EPÍLOGO

Carlos Iván se ha dedicado a clasificar uno por uno los acetatos, a digitalizar canciones y guardarlas en discos duros, muy bien seleccionada, organizada, y “me la paso haciendo listas para una fiesta u otra, sigo interesado, sigo oyendo, bajando música, me gusta me gusta hacer fiestas, tomarme unos traguitos en mi casa, con poquitos amigos… cada vez quedamos menos”.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

1378.- VIRGILIO BARCO, EL ULTIMO LIBERAL



La Opinión

Virgilio Barco saludando a Eustorgio Colmenares Baptista, fundadores del periódico La Opinión.

El relato reconstruye los 76 años de existencia y los 50 de vida pública del expresidente.

Virgilio Barco Vargas, uno de los presidentes colombianos menos conocidos de los últimos tiempos, cuenta con una biografía de largo aliento. Una investigación de varios años hecha por Leopoldo Villar Borda, que incluyó decenas de entrevistas y la consulta de diversos archivos en Cúcuta, Bogotá, Boston, Londres, Washington y otras ciudades, se añadió al conocimiento directo del autor para completar el retrato de su vida, que se confunde con la historia del país en buena parte del siglo XX.

La biografía de Barco está entre las novedades de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo), que se inauguró en abril de 2018. Los lectores descubrirán en ella facetas ignoradas y sorprendentes del mandatario que gobernó durante el período en el que el Estado colombiano enfrentó el mayor desafío criminal de su historia y, al mismo tiempo, se efectuaron los primeros acuerdos de paz con movimientos insurgentes en el siglo XX y se sentaron las bases de la Constitución que rige al país desde 1991.

Aunque la presidencia fue el lapso más importante en la vida de Barco, la narración no se limita a ella ni a la carrera política que la precedió. También habla de sus ancestros, los generales Virgilio Barco Martínez y Justo Leonidas Durán, que participaron en los bandos opuestos en la Guerra de los Mil Días y después se convirtieron en parientes cuando el hijo del primero se casó con una sobrina del segundo. Estos últimos fueron los padres de Barco.

La narración describe el ambiente en el que nació y creció Barco, en un hogar favorecido por la riqueza petrolera gracias al hallazgo que su abuelo paterno hizo en el Catatumbo, que condujo a la creación de la Concesión Barco y le permitió conocer desde niño los lujos que proporciona el dinero cuando viajó a Europa con toda su familia antes de cumplir los seis años.

También muestra cómo, en lugar de sentirse atraído por los negocios, desde joven se apasionó por las ideas liberales y siguió la ruta del general Durán en lugar de la conservadora que favorecían el general Barco y Jorge Enrique Barco, su padre, un destacado dirigente conservador en Norte de Santander.

Para defender esas ideas, en 1960 fundó La Opinión con Eustorgio Colmenares Baptista, Eduardo Silva, Alirio Sánchez y León Colmenares, como antes había apoyado a ‘Jornada’, el periódico de Jorge Eliécer Gaitán, y a ‘La Calle’, el órgano del Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) dirigido por Alfonso López Michelsen.

El relato sigue la trayectoria estudiantil de Barco, su temprana afición por la paleontología y su grado de bachiller en Cúcuta, así como sus estudios de ingeniería en la Universidad Nacional y después en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), tras los cuales regresó a Cúcuta en 1943 y en vez de ejercer la ingeniería se dedicó a la política.

La correspondencia cruzada con sus padres durante sus cuatro años de estudio en Boston, conservada en su totalidad, ofreció al autor un acervo excepcional de información sobre lo que pasaba en Colombia en momentos en que se gestaba la Violencia con mayúsculas, y sobre las ideas y sentimientos que dominaban entonces al futuro presidente. 

La correspondencia con su novia Carolina Isakson cuando él se iniciaba en la política y ella estudiaba en Stanford (California), también conservada en su integridad, refuerza la narración del drama nacional de ese tiempo y de la forma en la que este lo afectó. Al relato de estas vivencias se añade la descripción de las circunstancias en las que se produjo su encuentro con Carolina, descendiente de inmigrantes europeos pobres arribados a Estados Unidos, uno de los cuales llegó a Cúcuta con la compañía petrolera que administraba la Concesión Barco. 
  
Trayectoria pública y política

A la historia de la niñez, la juventud y la edad adulta de Barco sigue la de su trayectoria pública desde su primera incursión en la política, cuando se afilió a la corriente más progresista del Partido Liberal que encabezaba Gaitán, conoció de primera mano los inútiles intentos por impedir la caída del Partido Liberal del poder en 1946 y fue elegido en las listas gaitanistas como concejal de Cúcuta en 1947.

Barco fue uno de los principales damnificados del 9 de abril de 1948, porque perdió su inversión en ‘Jornada’ y, además, fue testigo y víctima de la violencia que arreció después del asesinato de Gaitán.

Elegido a la Cámara de Representantes en 1949, presenció el tiroteo del 9 de septiembre de ese año en el recinto de la corporación, en el que cayó el representante liberal Gustavo Jiménez.

Tras el cierre del Congreso sufrió la persecución oficial hasta el punto de tener que huir de Cúcuta, saltando una noche la tapia de su casa, y luego adelantar su matrimonio, que estaba programado para 1952, para exiliarse en 1950 con su esposa en los Estados Unidos. 

Tras una nueva permanencia de cuatro años en Boston regresó al país al terminar la hegemonía conservadora y cuando el general Gustavo Rojas Pinilla pretendió mantenerse en el poder participó en la formación del movimiento bipartidista que precipitó la caída de la dictadura en 1957.

La gestión de Barco como ministro de Obras Públicas y de Agricultura y como alcalde de Bogotá durante los gobiernos del Frente Nacional es descrita en detalle y contiene episodios inéditos sobre las dificultades que surgieron en el sistema bipartidista para adelantar proyectos como la reforma agraria de 1961, que ayudó a redactar.

En el caso de la Alcaldía el relato incluye testimonios sobre la forma en la que se planificó y ejecutó la transformación de la ciudad, la mayor ocurrida hasta entonces. Así ocurre con la reseña de sus demás actuaciones en el país y el exterior antes de su elección a la presidencia y con la narración de las dos campañas que adelantó para alcanzarla, conocidas por dentro por el autor. 

Esta incluye hechos poco conocidos como el encuentro frustrado con López Michelsen en busca de un acuerdo para la elección presidencial de 1982 y la forma en que se hizo la unión liberal en 1986, que muestran su manera de actuar en política. 

En la Presidencia

El trabajo también presenta aspectos reveladores de la forma en que Barco vivió los cuatro años de su presidencia y tomó sus principales decisiones, como el impulso de la reforma de la Constitución contra la resistencia de los expresidentes liberales, la modificación del Concordato que la iglesia católica frustró al entorpecer la negociación, el inicio de la apertura comercial y la entrega de millones de hectáreas a los indígenas del Amazonas, en medio de las conmociones generadas por la guerra de las drogas.

La restauración del gobierno de partido, la política de paz y la apertura del sistema político a nuevas corrientes de opinión son ilustradas con las voces de los actores y con la exposición de las actitudes de Barco ante el terrorismo, los asesinatos de los candidatos presidenciales y la matanza de la Unión Patriótica, principales motivos de frustración para él en el ejercicio de la presidencia.

Del mismo modo se describen episodios críticos de su gobierno en el campo internacional, como la crisis con Venezuela por el incidente de la corbeta Caldas y las confrontaciones con Estados Unidos en la OEA, primero por el hostigamiento al país que desataron las autoridades estadounidenses por la liberación del narcotraficante Jorge Luis Ochoa en 1987, y después por la invasión a Panamá el 20 de diciembre de 1989. 

También se reseñan sus empeños sin ejecutar, la emergencia médica en Corea, los atentados contra la familia presidencial y el secuestro de los hijos y la hermana del secretario general de la Presidencia, Germán Montoya, con todas sus implicaciones.

En la parte final se describe el deterioro de su salud con los primeros síntomas del mal de Alzheimer, la última misión en Londres, el regreso y los años de retiro en su apartamento de la calle 86 de Bogotá, hasta la aparición del cáncer y la muerte el 20 de mayo de 1997.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.