viernes, 28 de junio de 2019

1517.- EL DOCTOR JULIO CORONEL Y SU HUELLA EN CORSAJE



Edgar Granados M.
Corsaje 1971

Doctor Julio Coronel Becerra

“Qué emoción tan grande me produce este momento, en el que se me permite evocar el sentimiento hacia una institución que sentó las bases para la transformación de mi existencia….. “Gracias, infinitas gracias por permitirme pronunciar esta evocación, que sale de la entraña misma de mi ser”


Con estas palabras, después transcritas en su crónica sobre la promoción de bachilleres de 1947, del Colegio Sagrado Corazón de Jesús, se expresaba el Dr. Coronel, fallecido en el día 3 de diciembre de 2018, cuando lo contactamos telefónicamente para que se vinculara al proyecto del Libro 115 Años de Historia del Sagrado Corazón. Enterado del mismo por el Dr. Rosendo Cáceres, solicitó mayores detalles y apoyó con entusiasmo y económicamente la publicación de la obra.

En los meses anteriores a la celebración se dedicó con ahínco y perseverancia a recuperar el mosaico de bachilleres, que ubicado en la antigua Quinta Teresa, estaba deteriorado y abandonado, rescató las fotografías de sus compañeros, envió repetidamente a su Secretaria para que conversara con el hermano Rector y le permitieran retirar del colegio su mosaico de 1947 y llevarlo a un laboratorio fotográfico dónde se lo reconstruyeran para colgarlo nuevamente en la galería de bachilleres. Logró su objetivo.

Su crónica escrita con sentimiento y agradecimiento por el Sagrado, sobrepasó la narración de su paso por las aulas de la Quinta Teresa y le sirvió para contar los avances en cardiología de su época y hacer un reconocimiento muy especial a su compañero de pupitre, Luis. E. Rodríguez Duarte,” cirujano cardiovascular del famoso hospital Karolisca de Suecia”.

Así con su relato rescató una gloria olvidada de la medicina cucuteña y colombiana, un profesional de exportación que ahora con la satisfacción de deber cumplido vive nuevamente en Cúcuta. ¡Otro orgullo Corsajista!

La presencia del Dr. Julio Coronel, en los 115 años del Sagrado, constituía junto con la de Hernando Uribe Calderón, bachiller 1946, y la de Rosendo Cáceres Durán, bachiller 1948, una oportunidad única e irrepetible para brindarles un homenaje por sus aportes en el comercio y la medicina, un reconocimiento, en vida, por parte de la Comunidad Lasallista a sus hazañas y logros y una condecoración del Concejo Municipal a esta Terna, y en su representación, a los egresados del Sagrado, por su liderazgo e influencia en la sociedad nortesantandereana.

Sin embargo, el Homenaje a estas figuras del Sagrado estuvo a punto de frustrarse, por cuanto 10 días antes el Dr. Coronel, cardiólogo, sufrió un infarto, paradojas de la vida, y fue necesaria su hospitalización en Bucaramanga. La incertidumbre de su asistencia era grande, por cuanto la operación de corazón abierta con 5 stent en sus arterias era de pronóstico reservado. El Dr. Cáceres, pendiente de su restablecimiento como su amigo de conversación diaria, aseguraba que de regreso en la ciudad el Dr. Coronel no faltaría a esta cita.

Y así fue, estuvo presente el 2 y 3 de agosto de 2018 en el Sagrado, en la Quinta Teresa. En el Colegio, recibió el homenaje en vida, como debe ser, y agradeció con todas sus entrañas como lo había escrito al final de su crónica.

¡Qué ejemplo de amor y gratitud por su Sagrado, de compromiso con la ciudad!

A continuación la crónica escrita por el doctor Coronel para el libro 115 AÑOS DE HISTORIA:


EVOCACION Y RECUERDO: Sentimiento y agradecimiento por el Corsaje

De manera muy gentil y desde luego honrosa, en mi condición de bachiller del Colegio Sagrado Corazón de Jesús de Cúcuta, Promoción 1947, s me ha pedido hacer un comentario sobre aquella y memorable y grata época, que sirvió de base sustancial para mi formación como médico y que, posteriormente, me encaminó hacia las especialidades de Medicina Interna y Cardiología, que tuve la inmensa fortuna de adelantar en acreditadas instituciones en la Ciudad de México D. F.

El doctor Rosendo Cáceres ha hecho una descripción detallada sobre la ubicación y vecindario de esta institución que no es el caso repetir, sino, simplemente, evocar como un recuerdo fascinante que en verdad me conmueve y me llena de emoción, pues no pude uno más que concluir que esa experiencia vivida constituyó un aliciente muy significativo para mi proyección en la vida, y desde luego, en la iniciación del saber, para estar en la capacidad de abordar los desafíos que el conocimiento me fue deparando, para el desempeño de mi actividad.

La comunidad estaba a cargo de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, los cuales se distinguían por la disciplina y la buena y exitosa metodología para la enseñanza, condiciones adquiridas por una tradición casi milenaria que los llevaba a consagrarse en una verdadera devoción apostólica por la educación y por el aprovechamiento del conocimiento.

En toda esta gran experiencia por la asimilación del saber, son de especial recordación, el Hermano Félix, profesor de química y un grupo de jóvenes maestros, todos muy competentes y llenos de ilustración, cuyos nombres no recuerdo, pero cuyas enseñanzas constituyeron el permanente estímulo para una motivación constante y férrea.

Fue sin duda la oportunidad afortunada, y tal vez, la salvación para todos aquellos que iniciábamos estudios en escuelas públicas, para luego ingresar al bachillerato, y de esta manera, quedar ante las puertas de la universidad.


Promoción de bachilleres de 1947 del Colegio Sagrado Corazón de Cúcuta. Recordamos de izquierda a derecha y sentados en la primera fila: Elberto Román, Darío Cardozo, Jorge Cristo, José Rosario Gómez, Miguel Santos. De pie, segunda fila: Álvaro Rosas, Marcos César Durán, Julio Coronel B., Hermano Félix, Rolando Peñalosa A., Ciro Alfonso Uribe, Mario García, Leandro Cuberos. Tercera fila: Bernardo Sarmiento, Jesús Antonio Mendoza, Antonio Moncada, José Ignacio Sayago, Jorge Enrique Solano, Francisco Antonio Dávila, Gustavo Sayago, José Rafael Hernández, Rodrigo Romero. Cuarta fila: José Antonio Rodríguez, Jesús Antonio Serrano, Jerónimo Herrera, Carlos Álvarez, Darío Gutiérrez, Cecilio Nieto, Efraín Larotta. Quinta fila. Pablo E. Castillo, Luis E. Hernández, Manuel Gómez, Edmundo Martínez, Luis E. Rodríguez, Rafael Ortiz, Fernando Cabrera, Pastor Ontiveros y Jorge Peñuela.

Ante la ansiedad para avanzar hacia otros escenarios del conocimiento y frente a la incertidumbre de si lo podíamos lograr o no, cuál sería nuestra sorpresa, cuando al presentarnos, temerosos y expectantes, ante el rigor de los exámenes para el ingreso a la educación superior, en medio de centenares de aspirantes provenientes de todos los rincones del país, nos encontramos con esas bases y esencias recibidas de nuestros maestros de este claustro nos abrían el camino con los mejores promedios, para incorporarnos al medio universitario en la muy acreditada Universidad Nacional.

Los años de mayor aprendizaje eran los tres últimos, en la que contábamos con la inmensa fortuna de socializarnos con profesores bilingües, siendo el francés un nivel muy avanzado que nos llegaba a permitir la lectura en este idioma.

De esta institución, existieron personajes de gran recordación, quienes posteriormente sirvieron de motor para el desarrollo y la generación de empleo en las empresas que tuvieron a bien emprender.

Quiero aprovechar esta ocasión que nos brinda hoy esta institución, con mucho orgullo: Mi colegio, para hacer una especial referencia al doctor Luis E. Rodríguez Duarte, cirujano cardiovascular del famoso Hospital Karolisca de Suecia, pues fue él quien trajo a Cúcuta el primer ventilador de funcionamiento automático, lo cual significó un enorme avance en el proceso de resucitación cardiorrespiratoria. Profesionales como él le permitieron a esta ciudad experimentar avances científicos y de atención médica de alto nivel, que constituyeron enormes motivaciones para todo el cuerpo de profesionales que querían emprender escenarios superiores.

Que emoción tan grande me produce este momento, en el que se me permite evocar el sentimiento hacia una institución que sentó las bases para la transformación de mi existencia y que me ha permitido cumplir con un compromiso con la comunidad a la que tan hondamente he estado vinculado.

Dos sentimientos me invaden en este momento: el de la gratitud hacia los protagonistas de mi formación, y el de reconocimiento a todos los que han confiado en mi y me permitieron persistir en mi vocación profesional como instrumento de servicio a la comunidad, a mis paisanos, a mis gentes.

Debo mencionar aquí a mi señora esposa Marina de quien tuve un soporte en todo momento con una orientación de cambio de rumbo cuando este era desviado, a mi hija Isabel Cristina educada en el exterior por ilustrarme las diferencias existentes en un continente y otro para aplicar las más útiles en nuestro medio y en la profesión. Gracias, infinitas gracias por permitirme pronunciar esta evocación, que sale de la entraña misma de mí ser.    






Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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