Alvaro Orlando Pedroza
Rojas (somoslarevista.com)
José Gilberto Donado Grimaldo.
Alvaro Orlando Pedroza Rojas, ex-rector de la Universidad Francisco de
Paula Santander y corsajista de la promoción de 1971, escribió una semblanza
para rendir homenaje póstumo al poeta José Gilberto Donado Grimaldo,
compañero de aulas escolares en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús de Cucuta.
Donado, conocido con el seudónimo de Don Grim, fue colaborador de Somos la revista con sus famosos
Conver-sando con Don Grim.
Lo que dijo Álvaro Pedroza Rojas:
Cuando el Justo Juez considera prudente que nuestra misión terrenal ha
terminado, nos convoca a su presencia para que habitemos en su reino de los
cielos, en las moradas que su Hijo Amado: Jesús de Nazareth, nos anunciara que
iba a prepararnos.
Y, al llegar ese momento, es el propio supremo arquitecto y hacedor del
Universo quien baja a nuestra estancia, pasa revista y toma del árbol de la
vida a personas que nos son cercanas por lazos de familia o de amistad…y ese
paso trascendente de la muerte, abre el telón y pasa de nuevo a la conciencia y
deja que aflore nuestra limitada condición humana, incapaz de comprender en
toda su extensión esa dinámica.
Por ello, las preguntas se amontonan al igual que los recuerdos, como
bandadas de aves que regresan y se asoman mil interrogantes que indagan el por
qué y que sentencian “no puede ser” y afloran los sentimientos de impotencia y
la sensación de rebeldía y de incomprensión por esa, para nosotros, extraña
decisión de Dios. La verdad es que esta reacción, definitivamente humana, es
comprensible.
En ese sentido, para quienes conocimos al amigo José Gilberto, y tuvimos el
honor de compartir las aulas del colegio Sagrado Corazón de Jesús en la cálida
ciudad de Cúcuta; de soñar a ser guardianes de la patria en el Grupo Mecanizado
No.5 Maza, cuando fungimos como soldados bachilleres; de trajinar el
apasionante mundo de las letras y de aventurarnos a la magia que deja la
verdadera amistad, transparente, franca de los años dorados de la adolescencia
y del colegio,… su partida nos consterna, nos duele, nos cincela el alma.
Se nos ha ido Don Grimm, ha cruzado el umbral, ha pasado como dijera San
Agustín “a la habitación de al lado”; se nos ha adelantado en ese paso, el
cariñosamente llamado “Maestro Donado”, uno de los más jóvenes de esa promoción
de bachilleres Corsajista de 1971.
Se ha callado la voz del Vate, del poeta de las décimas, del hacedor de
fábulas, del escritor de poesía, del caminante que sin querer se volvió
senderista, recorriendo las calles de esta ciudad, vendiendo el producto de sus
noches de vigilia: su pebetero de sueños dibujados en versos. Un caminante que
a fuerza de sus pasos y sus huellas se aprendió de memoria las calles y
avenidas de su tierra, como si estuviera tatuando con sus pasos el poema de
Antonio Machado e inmortalizado por Serrat: “caminante no hay camino se hace
camino al andar”.
Pienso, que en ese sentido el amigo José Gilberto, un buen católico, un
hombre de bien, honrado, perseverantes, conversador, que amaba a su familia, y
se sentía orgulloso de su querida madre, de sus hijos, de sus nietos, un
verdadero amigo de sus amigos, emuló de alguna manera a Jesús, el Gran Maestro,
al caminar y caminar haciendo el bien, plasmando la palabra, sembrando sus
versos en las veras, con nutridas cargas de vocación por lo que hacía.
Tal vez esa forma de ser de José Gilberto: sencillo, humilde, sincero,
agudo en la palabra, preciso en las rimas de sus versos, que desbordaba amor
por sus hijos y en especial por su Juan Diego, convocó la atención de Dios para
llamarle muy pronto a hacer parte de sus huestes celestiales y, el espíritu de
Gilberto, sin perder tiempo, dejó atrás la casa de campaña, y se marchó con prisa
hacia los cielos, cuando a nuestro juicio, aún le quedaba mucho por hacer aquí
en la Tierra…
Nos queda a todos, el mejor de los recuerdos y, la alegría de haberle
conocido. Seguramente quien tuvo el honor de distinguirle tendrá mil anécdotas
y centenares de frases cortas pero agudas y profundas en reflexión como legado,
un estilo característico del compañero y colega José Gilberto.
Apenas hace un año, departíamos en el Club del Comercio un grupo de esa
memorable promoción de corsajistas panamericanos de 1971, y ahí estaba el
maestro Donado con sus versos; el pasado mes de octubre gocé de su valiosa
compañía junto al también amigo corsajista Edgar Granados, en la Academia de
Historia; en el mes de noviembre, estuvimos nuevamente en casa de Edgar con los
amigos Rosendo Cáceres y Donado Grimaldo, ideando formas de ayudar al colegio
de nuestro afecto, el Sagrado Corazón de Jesús, que es ahora, el colegio de los
nietos de Gilberto; y apenas, hace dos días, el 11 de diciembre, a las 9:11
a.m., el maestro Donado como siempre, me respondió con sus versos al reenviado
de un audio en el que anunciaba una supuesta y jocosa protesta por el IVA que
grababa las bebidas.
Curiosamente, el día 12 de diciembre, en que se celebraba la fiesta de
Nuestra Señora de Guadalupe, ante el envío de un mensaje que nos compartiera
desde España, el amigo corsajista Francisco Espinosa, a las 17:37 de la tarde,
el maestro Donado respondió con el emoticón aprobatorio del dedo pulgar izado
hacia arriba: seguramente, el Juan Diego de la Virgen de Guadalupe, le recordó
a su Juan Diego del alma y a ella, presintiendo su partida, estaba encomendando
su cuidado.
En nombre de la Promoción de Bachilleres Corsajistas 1971, de quienes
admiramos su talante y sus versos, de quienes fuimos sus amigos desde los años
dorados del colegio, de mi familia y en el mío propio, expreso sentimientos de
condolencia por la partida del entrañable corsajista JOSÉ GILBERTO DONADO
GRIMALDO y abrazo con afecto solidario y sentimiento de dolor a toda su familia
en estos difíciles momentos.
Infortunadamente por razones de una cita de control médico previamente
programada en la ciudad de Bucaramanga, en el día de hoy 14 de diciembre, no
puedo compartir la cita de la Eucaristía de acción de gracias por la vida de
nuestro amigo. Expreso agradecimiento a todas las personas que si han podido
responder a esta cita eucarística que en su memoria y por el descanso de su
alma, su querida familia nos ha hecho extensiva y elevo a Dios una plegaria de
agradecimiento por haberme dado la oportunidad de conocerle y de ser su amigo,
por los buenos momentos compartidos, las dificultades superadas, y las alegrías
ampliamente celebradas.
Al caballero José Gilberto, un enamorado de la familia, un padre que veía
por los ojos de su Juan Diego, un amante de la prosa, un senderista por
vocación, amigo de las buenas costumbres y el buen trato, al infatigable
lector, al hombre que improvisaba versos, ….¡ Paz en su tumba¡ ¡A todo señor
todo honor!
Quiero compartir con su querida madre, sus hijos, nietos, hermanos y demás
familiares, sus amigos, un poema escrito por un gran amigo personal, poeta y
dramaturgo argentino: Carlos Boaglio, que estoy convencido que si Don Grimm, o
Maestro Donado lo leyó, debió calarle en el alma y bien podría ser su mensaje
de despedida. Dice el poema:
“Cuando yo me vaya, no quiero que llores, quédate en silencio, sin decir
palabras, y vive recuerdos, reconforta el alma.
Cuando yo me duerma, respeta mi sueño, por algo me duermo; por algo me he
ido.
Si sientes mi ausencia, no pronuncies nada, y casi en el aire, con paso muy
fino, búscame en mi casa, búscame en mis libros, búscame en mis cartas, y entre
los papeles que he escrito apurado.
Ponte mis camisas, mi sweater, mi saco y puedes usar todos mis zapatos. Te
presto mi cuarto, mi almohada, mi cama, y cuando haga frío, ponte mis bufandas.
Te puedes comer todo el chocolate y beberte el vino que dejé guardado.
Escucha ese tema que a mí me gustaba, usa mi perfume y riega mis plantas.
Si tapan mi cuerpo, no me tengas lástima, corre hacia el espacio, libera tu
alma, palpa la poesía, la música, el canto y deja que el viento juegue con tu
cara. Besa bien la tierra, toma toda el agua y aprende el idioma vivo de los
pájaros.
Si me extrañas mucho, disimula el acto, búscame en los niños, el café, la
radio y en el sitio ése donde me ocultaba.
No pronuncies nunca la palabra muerte. A veces es más triste vivir olvidado
que morir mil veces y ser recordado.
Cuando yo me duerma, no me lleves flores a una tumba amarga, grita con la
fuerza de toda tu entraña que el mundo está vivo y sigue su marcha.
La llama encendida no se va a apagar por el simple hecho de que no esté
más.
Los hombres que “viven” no se mueren nunca, se duermen de a ratos, de a
ratos pequeños, y el sueño infinito es sólo una excusa.
Cuando yo me vaya, extiende tu mano, y estarás conmigo sellada en contacto,
y aunque no me veas, y aunque no me palpes, sabrás que por siempre estaré a tu
lado. Entonces, un día, sonriente y vibrante, sabrás que volví para no marcharme”.
Muchas Gracias
Semblanza histórica, leída en la Eucaristía celebrada en memoria del poeta,
José Gilberto Donado Grimaldo, Don Grim, el día 14 de diciembre de
2018.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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