Alvaro
Villamizar Suárez
Cúcuta
Bucaramanga
El
desarrollo comercial y cultural de Cúcuta y sus poblaciones cercanas se
encaminaban a salir al mundo por la vía de Maracaibo. Las aspiraciones de Bucaramanga y sus provincias eran salir al
mundo por el río Magdalena. Cuestiones de geografía y distancias.
Un
buen ejemplo de esta divergente vocación caminera se lee amenamente en La Otra
Raya del Tigre en la cual el gran escritor santandereano Pedro Gómez Valderrama
narra la vida y emprendimientos del legendario alemán Geo Von Lengerke, y su
apertura de caminos, que llevaban a buscar la salida al mar vía el río
Magdalena.
Por
los mismos años la dirigencia cucuteña construía el camino de Los Cachos, luego
el de San Buenaventura para llegar al río Zulia y navegar hasta Maracaibo.
Camino que fue pronto remplazado por el ferrocarril de Cúcuta, que llegaba a
Puerto Villamizar, luego a puerto Santander, y de allí por el río Catatumbo al
lago de Maracaibo.
Más
adelante el ferrocarril de Cúcuta logró empalmar con el Gran Ferrocarril del
Táchira, hasta un puerto en el sur del lago, y de allí al mundo exterior. Esta
navegación y tránsito de personas y mercancías era posible gracias a las muy
buenas relaciones con el gobierno de Venezuela.
Von
Lengerke, abrió caminos y construyó puentes bajo el sistema de concesiones
otorgadas por el gobierno nacional a cambio del derecho de peajes y pontazgos.
Los del norte optaron por abrir caminos con recursos propios y por ello
recurrieron a la creación de sociedades anónimas, como fueron las del Camino de
San Buenaventura y la del Ferrocarril de Cúcuta, creada solo un año después
del trágico terremoto de mayo de 1875.
Para
los del sur las buenas relaciones con el gobierno central de Bogotá, eran
privilegiabas. Para los del Norte era de
vital interés mantener las más cordiales relaciones con el gobierno de
Venezuela pues de ellas dependía la libre navegación y tránsito de sus gentes y
mercancías.
Es
aceptado por bumangueses y cucuteños que durante el siglo XIX la preeminencia
política estaba en cabeza de Bucaramanga y la comercial, era reconocidamente la
de Cúcuta.
Al
finalizar el siglo XIX las gentes de Cúcuta, que no se habían preocupado mucho por ser capital política se
empezaron a molestar por la subordinación burocrática pues todo dependía de
Bucaramanga.
Vale
la pena traer como ejemplo de esa dependencia el anecdotario del terremoto de
Cúcuta de 18 de mayo de 1875 momento en el cual el alcalde de la ciudad era don
Francisco Azuero M., enviado desde Bucaramanga, capital desde donde se hacían
los nombramientos. Este personaje violó todas las normas que deben caracterizar
al capitán del barco que naufraga: ser el último en abandonar la nave. Azuero como alcalde, ha debido
permanecer en la ciudad que gobernaba dirigiendo el salvamento.
Pero
fue el primero en huir. Sacó sus maletas de las ruinas, y a lomo de mula tomó
el camino de su ciudad, no tenía sentido de pertenencia ni de responsabilidad.
Reconoció el mismo Azuero que al pasar por Chinácota, se encontró con el
general Canal que venía con su tropa desde Pamplona a prestar los auxilios a la
ciudad destruida. El general le reprochó
su conducta y lo obligó a devolverse a cumplir con su deber.
Estos
nombramientos efectuados desde lejos, y en personas ajenas a la ciudad, fueron
generando el descontento y sumando razones para la futura separación.
Finaliza
el siglo XIX en medio de la guerra civil llamada de los Mil Días, cuyo
epicentro de las más decisivas determinaciones y las más renombradas batallas
tuvieron como principal escenario precisamente al Gran Santander: Peralonso,
Palonegro, el sitio de Cúcuta, al igual que el fin de la guerra con el pacto de
paz firmado en Chinácota.
Para
ese momento: inicio del siglo XX, podemos decir que estaba configurada la
región Santandereana, compuesta por varias provincias que tanto social, como
políticamente, se identificaban por características propias: modismos, acento,
algunas modalidades gastronómicas, y de estilo de vida, en lo cual influye el
clima, es decir existía un sentido de pertenencia regional. Pero las dos
ciudades tenían características y objetivos diferentes.
Ya
era claro que las grandes diferencias no se daban entre esas provincias, sino
entre las dos ciudades con aspiraciones y divergencias comerciales y políticas.
Lo
económico y comercial, factor de divergencia
A
la subordinación política se sumaba, y con mayor énfasis, el deseo de autonomía
auspiciado por la poderosa clase comercial de Cúcuta, que como ya se observó,
centraba sus intereses en obtener las mejores condiciones para salir al mar por
la vía de Maracaibo, mientras que los intereses de Bucaramanga en materia vial
miraban al rio Magdalena y a Bogotá.
Alfonso
Amaya Parra en el estudio que comento expresa que “…/…sin embargo, fue la
actividad económica y exportadora la que realmente engendró el alejamiento y
potenció el ánimo autonomista de Cúcuta. Los principales productos de
exportación que marcaron el desarrollo del Estado durante la segunda mitad del
siglo XIX fueron el tabaco, la quina y el café. …/… se desarrollaron dos ejes
de comercio exterior: por un lado, el sur, hacia el río Magdalena; y por el
otro, el norte, que comerciaba por Venezuela.
De
esta manera, es preciso analizar cómo estos diferentes factores económicos
incidieron y fueron los promotores de que la porción norte del Estado se
alejara del sur, …/….”.
Para
los cucuteños eran de vital importancia los buenos y rápidos entendimientos y diálogos entre las
autoridades de lado y lado de la frontera, para dar soluciones al diario
intercambio de productos y tránsito de bienes y personas. Las soluciones que
deberían de ser rápidas y acordes con los usos comerciales locales se
entorpecían y se dilataban por cuanto mientras del lado venezolana las
autoridades estaban en las ciudades fronterizas de San Antonio y San Cristóbal
sede de la gobernación del Táchira, las autoridades del lado colombiano no
estaban en Cúcuta, sino en Bucaramanga.
Y
el diálogo entre un alcalde por el lado colombiano y un gobernador venezolano
era desigual. Estos aspectos irritaban a
la dirigencia cucuteña y de sus pueblos vecinos que dependían del comercio
fronterizo y fueron el gran pretexto para pedir la separación.
Vale
la pena comentar que algo similar se
vivió en los buenos tiempos de la integración fronteriza, (1982 a 2008) cuando
los militares venezolanos se quejaban de que los encuentros para tratar temas
de cooperación sobre seguridad fronteriza eran desequilibrados, pues mientras
que San Cristóbal era la sede de dos
generales y San Antonio era sede de un general, el interlocutor por el lado colombiano era un teniente coronel del ejército y un coronel de la policía. Los pares por el lado
colombiano estaban en Bucaramanga, como sede de brigada y de división.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
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