lunes, 11 de febrero de 2019

1446.- EL GRAN SANTANDER (II), DOS CAMINOS, DOS DESTINOS



Alvaro Villamizar Suárez

Cúcuta

Bucaramanga

El desarrollo comercial y cultural de Cúcuta y sus poblaciones cercanas se encaminaban a salir al mundo por la vía de Maracaibo. Las aspiraciones de  Bucaramanga y sus provincias eran salir al mundo por el río Magdalena. Cuestiones de geografía y distancias.

Un buen ejemplo de esta divergente vocación caminera se lee amenamente en La Otra Raya del Tigre en la cual el gran escritor santandereano Pedro Gómez Valderrama narra la vida y emprendimientos del legendario alemán Geo Von Lengerke, y su apertura de caminos, que llevaban a buscar la salida al mar vía el río Magdalena.

Por los mismos años la dirigencia cucuteña construía el camino de Los Cachos, luego el de San Buenaventura para llegar al río Zulia y navegar hasta Maracaibo. Camino que fue pronto remplazado por el ferrocarril de Cúcuta, que llegaba a Puerto Villamizar, luego a puerto Santander, y de allí por el río Catatumbo al lago de Maracaibo.

Más adelante el ferrocarril de Cúcuta logró empalmar con el Gran Ferrocarril del Táchira, hasta un puerto en el sur del lago, y de allí al mundo exterior. Esta navegación y tránsito de personas y mercancías era posible gracias a las muy buenas relaciones con el gobierno de Venezuela.

Von Lengerke, abrió caminos y construyó puentes bajo el sistema de concesiones otorgadas por el gobierno nacional a cambio del derecho de peajes y pontazgos. Los del norte optaron por abrir caminos con recursos propios y por ello recurrieron a la creación de sociedades anónimas, como fueron las del Camino de San Buenaventura y la del Ferrocarril de Cúcuta, creada solo un año después del  trágico terremoto de mayo de 1875.

Para los del sur las buenas relaciones con el gobierno central de Bogotá, eran privilegiabas. Para los del  Norte era de vital interés mantener las más cordiales relaciones con el gobierno de Venezuela pues de ellas dependía la libre navegación y tránsito de sus gentes y mercancías.

Es aceptado por bumangueses y cucuteños que durante el siglo XIX la preeminencia política estaba en cabeza de Bucaramanga y la comercial, era reconocidamente la de Cúcuta.

Al finalizar el siglo XIX las gentes de Cúcuta, que no se habían  preocupado mucho por ser capital política se empezaron a molestar por la subordinación burocrática pues todo dependía de Bucaramanga.

Vale la pena traer como ejemplo de esa dependencia el anecdotario del terremoto de Cúcuta de 18 de mayo de 1875 momento en el cual el alcalde de la ciudad era don Francisco Azuero M., enviado desde Bucaramanga, capital desde donde se hacían los nombramientos. Este personaje violó todas las normas que deben caracterizar al capitán del barco que naufraga: ser el último en abandonar la  nave. Azuero como alcalde, ha debido permanecer en la ciudad que gobernaba dirigiendo el salvamento.

Pero fue el primero en huir. Sacó sus maletas de las ruinas, y a lomo de mula tomó el camino de su ciudad, no tenía sentido de pertenencia ni de responsabilidad. Reconoció el mismo Azuero que al pasar por Chinácota, se encontró con el general Canal que venía con su tropa desde Pamplona a prestar los auxilios a la ciudad destruida.  El general le reprochó su conducta y lo obligó a devolverse a cumplir con su deber.

Estos nombramientos efectuados desde lejos, y en personas ajenas a la ciudad, fueron generando el descontento y sumando razones para la futura separación.

Finaliza el siglo XIX en medio de la guerra civil llamada de los Mil Días, cuyo epicentro de las más decisivas determinaciones y las más renombradas batallas tuvieron como principal escenario precisamente al Gran Santander: Peralonso, Palonegro, el sitio de Cúcuta, al igual que el fin de la guerra con el pacto de paz firmado en Chinácota.

Para ese momento: inicio del siglo XX, podemos decir que estaba configurada la región Santandereana, compuesta por varias provincias que tanto social, como políticamente, se identificaban por características propias: modismos, acento, algunas modalidades gastronómicas, y de estilo de vida, en lo cual influye el clima, es decir existía un sentido de pertenencia regional. Pero las dos ciudades tenían características y objetivos diferentes.

Ya era claro que las grandes diferencias no se daban entre esas provincias, sino entre las dos ciudades con aspiraciones y divergencias comerciales y políticas.

Lo económico y comercial, factor de divergencia

A la subordinación política se sumaba, y con mayor énfasis, el deseo de autonomía auspiciado por la poderosa clase comercial de Cúcuta, que como ya se observó, centraba sus intereses en obtener las mejores condiciones para salir al mar por la vía de Maracaibo, mientras que los intereses de Bucaramanga en materia vial miraban al rio Magdalena y a  Bogotá.

Alfonso Amaya Parra en el estudio que comento expresa que “…/…sin embargo, fue la actividad económica y exportadora la que realmente engendró el alejamiento y potenció el ánimo autonomista de Cúcuta. Los principales productos de exportación que marcaron el desarrollo del Estado durante la segunda mitad del siglo XIX fueron el tabaco, la quina y el café. …/… se desarrollaron dos ejes de comercio exterior: por un lado, el sur, hacia el río Magdalena; y por el otro, el norte, que comerciaba por Venezuela.

De esta manera, es preciso analizar cómo estos diferentes factores económicos incidieron y fueron los promotores de que la porción norte del Estado se alejara del sur, …/….”.

Para los cucuteños eran de vital importancia los buenos  y rápidos entendimientos y diálogos entre las autoridades de lado y lado de la frontera, para dar soluciones al diario intercambio de productos y tránsito de bienes y personas. Las soluciones que deberían de ser rápidas y acordes con los usos comerciales locales se entorpecían y se dilataban por cuanto mientras del lado venezolana las autoridades estaban en las ciudades fronterizas de San Antonio y San Cristóbal sede de la gobernación del Táchira, las autoridades del lado colombiano no estaban en Cúcuta, sino en Bucaramanga.

Y el diálogo entre un alcalde por el lado colombiano y un gobernador venezolano era desigual.  Estos aspectos irritaban a la dirigencia cucuteña y de sus pueblos vecinos que dependían del comercio fronterizo y fueron el gran pretexto para pedir la separación.

Vale la pena comentar  que algo similar se vivió en los buenos tiempos de la integración fronteriza, (1982 a 2008) cuando los militares venezolanos se quejaban de que los encuentros para tratar temas de cooperación sobre seguridad fronteriza eran desequilibrados, pues mientras que San  Cristóbal era la sede de dos generales y San Antonio era sede de un general, el interlocutor  por el lado colombiano era un  teniente coronel del ejército y un  coronel de la policía. Los pares por el lado colombiano estaban en Bucaramanga, como sede de brigada y de división.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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