martes, 5 de noviembre de 2019

1587.- PENSAR EN CUCUTA

Luis Fernando Carrillo  (La Opinión)

Los dos aviones con la ayuda humanitaria para Venezuela  llegaron
con algunos minutos de diferencia a Cúcuta en febrero de 2019.

Los tambores de la guerra suenan cerca. Por avatares de la historia San José de Cúcuta parece estar envuelta en un problema de magnitud internacional. Atrás quedan los días de su esplendor que empieza andar después del terremoto de 1.875. 

Una generación brillante comandada por la colonia alemana, empezó a caminar hacia el progreso. Los alemanes como se les decía lograron rescatar la ciudad de su tragedia económica. Las casas filiales situadas en Maracaibo y Berlín dieron facilidades para el pago de las deudas, vendieron a crédito.

Fue el ferrocarril de Cúcuta uno de sus logros que la impulsó hacia el futuro, el progreso y hacia el extranjero.  Se recuerda los días del ferrocarril que se desplazaba de su estación central.  Partía hacia Venezuela para llevar y traer después lo que significaba un gran comercio.

Pero La Villa fue languideciendo. Los que vinieron fueron inferiores al legado y la misión que debían cumplir.

Se volvió un almacén donde se vendían toda clase de telas. Un gran bazar en baratillo. Venían de todas partes a comprar y a vender. Se instalaron personajes sin ningún sentido de pertenencia por el pueblo. Lo importante era la ganancia. El sonar de la caja registradora.

El cargamento de productos de primera necesidad fue llevado hacia un centro
de almacenaje en la frontera colombiana en el puente Tienditas.

El auge del petróleo en Venezuela era la lámpara maravillosa que hacia los milagros. Pero esos dineros no se quedaron. Se fueron a las ciudades de donde eran oriundos los recién llegados.

Una prosperidad falsa, mentirosa. Sin ninguna raíz que la ubicara en el centro del florecimiento. Cuando la mayor parte de esa gente se fue, quedó el cascarón sin vida y al frente de ellos personajes que se la tomaron. Se hicieron dueños de ella. El mundo social comenzó a girar a su alrededor.

Mientras tanto la marginalidad hacia su agosto.  El hampa florecía  revestía de ilustre personaje.  Así fueron pasando los años.  La gente se acostumbró a vivir dentro de ella. Sin importarle poco a los que la tomaron por asalto.

Pero vino su gran tragedia. La mayor de todas sus tragedias  enrarece su porvenir. Esto que se está viendo que arranca tristezas no se lo merece San José de Cúcuta. A expensas de los tambores de la guerra se encuentra envuelta en un conflicto que hasta ahora comienza.

Si no se le pone fin es muy posible que se diga que Cúcuta fue, que aquí floreció una civilización que sus   malos hijos destruyeron. No se explica cómo puede verse la ciudad envuelta en esta vorágine. Casi en el centro de un conflicto que no se merece.

Lo que mostró la televisión en los puentes que unen a Colombia con Venezuela  avergüenza y hace presentir que el futuro no le ofrecerá lo mejor.

Venezuela no permitió el paso de una ayuda humanitaria.

Por esto hay que pensar en Colombia y en San José de Cúcuta. No se puede estar al servicio de causas en las que el pueblo nunca triunfa. La borrachera de un falso patriotismo no puede hacer olvidar lo que fue Cúcuta y lo que debe ser.

Vendrán los tiempos de la limpieza y toda ésta gente que permaneció indiferente debe rendir cuentas. La guerra es el peor de los negocios. El pueblo queda con su tragedia y los poderosos se marchan con sus ganancias. Hay que invitar a pensar en San José de Cúcuta.

Si viene una gran tormenta bélica no solo sufrirá Cúcuta sino también Colombia.  Desde la guerra de los mil días, a principios del siglo XIX  Cúcuta no sabe lo que es estar sitiada.

No sería justo  que mucho tiempo después esto le sucediera. Con los rigores y atrocidades que esto supone.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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