Luis Fernando Carrillo (La Opinión)
Los tambores de la guerra suenan cerca. Por avatares de la historia San
José de Cúcuta parece estar envuelta en un problema de magnitud internacional.
Atrás quedan los días de su esplendor que empieza andar después del terremoto
de 1.875.
Una generación brillante comandada por la colonia alemana, empezó a caminar
hacia el progreso. Los alemanes como se les decía lograron rescatar la ciudad
de su tragedia económica. Las casas filiales situadas en Maracaibo y Berlín
dieron facilidades para el pago de las deudas, vendieron a crédito.
Fue el ferrocarril de Cúcuta uno de sus logros que la impulsó hacia el
futuro, el progreso y hacia el extranjero. Se recuerda los días del
ferrocarril que se desplazaba de su estación central. Partía hacia
Venezuela para llevar y traer después lo que significaba un gran comercio.
Pero La Villa fue languideciendo. Los que vinieron fueron inferiores al
legado y la misión que debían cumplir.
Se volvió un almacén donde se vendían toda clase de telas. Un gran bazar en
baratillo. Venían de todas partes a comprar y a vender. Se instalaron personajes
sin ningún sentido de pertenencia por el pueblo. Lo importante era la ganancia.
El sonar de la caja registradora.
El auge del petróleo en Venezuela era la lámpara maravillosa que hacia los
milagros. Pero esos dineros no se quedaron. Se fueron a las ciudades de donde
eran oriundos los recién llegados.
Una prosperidad falsa, mentirosa. Sin ninguna raíz que la ubicara en el
centro del florecimiento. Cuando la mayor parte de esa gente se fue, quedó el
cascarón sin vida y al frente de ellos personajes que se la tomaron. Se
hicieron dueños de ella. El mundo social comenzó a girar a su alrededor.
Mientras tanto la marginalidad hacia su agosto. El hampa
florecía revestía de ilustre personaje. Así fueron pasando los
años. La gente se acostumbró a vivir dentro de ella. Sin importarle poco
a los que la tomaron por asalto.
Pero vino su gran tragedia. La mayor de todas sus tragedias enrarece
su porvenir. Esto que se está viendo que arranca tristezas no se lo merece San
José de Cúcuta. A expensas de los tambores de la guerra se encuentra envuelta
en un conflicto que hasta ahora comienza.
Si no se le pone fin es muy posible que se diga que Cúcuta fue, que aquí
floreció una civilización que sus malos hijos destruyeron. No se
explica cómo puede verse la ciudad envuelta en esta vorágine. Casi en el centro
de un conflicto que no se merece.
Lo que mostró la televisión en los puentes que unen a Colombia con
Venezuela avergüenza y hace presentir que el futuro no le ofrecerá lo
mejor.
Venezuela no permitió el paso de una
ayuda humanitaria.
Por esto hay que pensar en Colombia y en San José de Cúcuta. No se puede estar
al servicio de causas en las que el pueblo nunca triunfa. La borrachera de un
falso patriotismo no puede hacer olvidar lo que fue Cúcuta y lo que debe ser.
Vendrán los tiempos de la limpieza y toda ésta gente que permaneció
indiferente debe rendir cuentas. La guerra es el peor de los negocios. El
pueblo queda con su tragedia y los poderosos se marchan con sus ganancias. Hay
que invitar a pensar en San José de Cúcuta.
Si viene una gran tormenta bélica no solo sufrirá Cúcuta sino también
Colombia. Desde la guerra de los mil días, a principios del siglo
XIX Cúcuta no sabe lo que es estar sitiada.
No sería justo que mucho tiempo después esto le sucediera. Con los
rigores y atrocidades que esto supone.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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