miércoles, 13 de noviembre de 2019

1591.- CUCUTA Y LA FRONTRERA



La Opinión (Editorial 23 y 24 de marzo de 2019)

Juan Guaidó en Cúcuta,  ante los uniformados que desertaron a las fuerzas chavistas.

Hay que admitirlo: nada en Cúcuta y la zona fronteriza ha estado bien desde cuando en agosto de 2015 el Gobierno de Nicolás Maduro cerró la frontera. No es que la ciudad fuera, hasta entonces, un paraíso.

Tampoco lo fue hasta hace un mes, luego de la recuperación, a tronchas y a mochas, de las actividades corrientes entre Colombia y Venezuela. La economía de Cúcuta, se notaba, estaba en ascenso.

Pero todo cambió desde cuando se anunció un concierto solidario en Villa del Rosario, y definitivamente todo lo que se había avanzado se perdió cuando fracasó de manera rotunda el intento internacional que encabezó Colombia para llevar medicinas y alimentos para los venezolanos.

Ese mismo día murieron para Cúcuta las esperanzas que le quedaban sobre terminar de recuperar tiempo y oportunidades perdidas por razón del manejo de la política internacional que no ha tenido en cuenta los intereses de la gente fronteriza.

En un intento, apenas anunciado, por compensar en mínima parte todo ese daño causado a Cúcuta, el Gobierno comprará en la región algunos de los productos “que harán parte de las ayudas para los ciudadanos del vecino país”, y que, según el embajador colombiano en Washington serán llevadas sí o sí a Venezuela.

¿Significa que habrá más intentos como el que derivó en violencia y en caos insoportable, y que tiene a toda la región sin saber cuál será su futuro inmediato en todo sentido?

Si esos son los planes, ¿por qué el mismo embajador no explica —porque en Bogotá, en el alto Gobierno solo repiten las mismas promesas de hace años— sobre cómo se espera que, por ejemplo, haya inversión en una ciudad destinada a ser cabeza de playa de acciones que tienen más de militar que de solidaridad?

Lástima que el embajador solo venga a sitios muy localizados, porque valdría la pena que saliera a la calle y palpara el nerviosismo de los cucuteños por causa de anuncios como el que él hizo, y de intentos improvisados de entrar a la fuerza a un país que no tiene límites para responder a agresiones…

Sería bueno que oyeran el concepto de los alcaldes metropolitanos y demás autoridades departamentales sobre lo que significó para la región lo sucedido después del 23 de febrero de 2019.

¿Por qué, si pretenden hacer lo que anuncian, no escogen otro punto de los 2.219 kilómetros de frontera, la mayoría inmensa despoblados? Pero, mejor, ¿por qué no buscan otro modo de hacer llegar esas ayudas, sin apelar a la confrontación y a generar violencia?  ¿Por qué no entregarlas a las organizaciones internacionales de ayuda humanitaria para que ellas las pasen a Venezuela y las repartan?

El hecho de que las ayudas aún permanezcan en las bodegas aquí,  podría interpretarse como que su entrega no es un tema urgente.

El nerviosismo de algunos tiene origen en otras causas, como la permanencia aquí de los desertores de las fuerzas de seguridad de Venezuela, esperando quizás alguna otra operación militar por esta frontera. ¿No tiene Colombia otro lugar dónde mantenerlos mientras ellos toman su camino, sino la martirizada Cúcuta metropolitana?

Y después dicen en Bogotá que Cúcuta les interesa tanto…


Ni muy muy ni tan tan



¿el paso por las trochas, que tanto han combatido gobierno tras gobierno, dejó de ser ilegal?

Dentro de su fuero como jefe de Estado, el presidente de la República es la autoridad del Estado a la que, por mandato de la Constitución, le corresponde el manejo de las relaciones internacionales. Y así ha venido ocurriendo con el actual Gobierno y su postura frente al presidente Nicolás Maduro de Venezuela.

Por supuesto, el presidente Iván Duque no puede estar en todos los actos en los que Venezuela es el centro de atención. Para esto están, entre otros, su ministro de Relaciones Exteriores y otros voceros autorizados, a los que debe haber instruido con precisión sobre los pasos que tiene que dar Colombia respecto del vecino país.

Pero, a veces, los representantes hacen quedar mal al representado.

Ocurrió en Cúcuta, donde borraron de un plumazo criterios jurídicos insoslayables, quizás solo porque hay que sostener, como sea, una campaña en la que los resultados, al fin de cuentas, han arrojado un gran saldo negativo.

Desde el viernes 22 de marzo de 2019, ya no es ilegal cruzar por las trochas ilegales, según Víctor Bautista, Director para el Desarrollo y la Integración Fronteriza, en infortunada e incongruente declaración respaldada por el general Ramiro Castrillón, director de la Región 5 de Policía.

Que en un lapsus linguae Bautista haya dicho lo que dijo, sería entendible; pero que lo haya reiterado y que sus palabras hayan recibido el respaldo del general, lleva la cuestión a un punto en el que se cambia el concepto de lo ilegal según la conveniencia oficial, así, sin discusión siquiera.

¿Cómo puede la Cancillería, de la que depende Bautista, argumentar que el paso por cualquier trocha no aceptada como paso legal, no viola las normas? Si así fuera, entonces ¿para qué pasos legales que, entre otras cosas, están funcionando sin mayores problemas?

Si el paso por las trochas, que tanto han combatido gobierno tras gobierno, dejó de ser ilegal, también, entonces, dejó de serlo el paso de cualquier mercancía… o ¿por qué el paso de personas es legal, aunque se rompan las normas migratorias, pero no lo sería el de mercancías?

Ese nuevo criterio —sus bases jurídicas no fueron expuestas— deja mucho que cuestionar en cuanto a la difusión de decisiones del Gobierno. 

Si el paso por las trochas no es ilegal, tampoco debe serlo llegar a Eldorado y entrar como Pedro por su casa, sin pasaporte, sin visa, sin explicaciones, o por los puertos, introducir lo que a cualquiera le provoque… 

Si esa es la nueva norma, a obedecerla. Pero, ¿por qué no la dieron a conocer antes de que las autoridades locales de Cúcuta y las de Norte de Santander, y las de todos los puertos de entrada del país se desgastaran y desperdiciaran recursos intentando taponar la entrada para ejercer un mínimo control sobre quien entra y quien se va, y qué traen o llevan.

Está bien que el Gobierno adelante todas las acciones diplomáticas que crea convenientes en su afán por acabar con el Gobierno de Maduro. 

Pero no es correcto que en ese afán, se barra con criterios jurídicos sólidos respaldados por las leyes y la propia Constitución, que determinaba hasta ese viernes en la tarde que era “deber (…) de los extranjeros en Colombia acatar la Constitución y las leyes, y respetar y obedecer a las autoridades”.

En esta situación, quizás al Gobierno le venga bien recordarle que, en estos como en otros asuntos, la norma debe ser ni muy muy ni tan tan… 




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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