Luis
Eduardo Bautista-Redacción Q'hubo (La Opinión)
El negocio fue tan
bueno que se empezó cobrando $25.000 por un baile que
duraba toda la noche y
se llegó a $500.000 por algunas horas de toque.
Finalizando los setentas y durante toda la década del
ochenta, los jóvenes cucuteños vibraron con las guerras de minitecas, las
únicas que dejaban muertos pero de cansancio.
Esa generación que
disfrutó al ritmo de las melodías del momento y que hoy está cumpliendo roles
de padres y abuelos, añora esos años maravillosos, cuando las fiestas se hacían
al aire libre, con poco dinero pero con muchos deseos de divertirse y bailar
hasta que el cuerpo aguantara, dependiendo de qué miniteca amenizara la rumba.
En sus memorias quedaron para siempre los nombres de
esos íconos musicales de la época, que se enfrentaban para tener la primacía,
con explosión de sonido, espectáculos luminosos y los éxitos de los artistas de
moda.
Figuran en esa lista
Macro Efectus de Pedro Neira y Stereos 1090 de Alirio Hernández Bustamante, que
estaban a la vanguardia y contaban con miles de seguidores.
Se destacaban igualmente Ojos Nocturnos, propiedad de
Raimond Hernández; Caminantes, una de las primeras; Torre de Babel, de Alberto
Rozo Wilches; Break Master, de Ernesto Jijón; Strike Nich, del barrio Carora;
Vibraciones Stereo, de Sady Galvis.
Así mismo, Sonidos;
Tumba Ranchos, de Villa del Rosario; Súper Móvil, que armaba la torre
Elimineitor en Guaimaral; Sound Power; Mega Watts, Scapes, Triconection, Súper
Sexus, entre otras.
Bailes de la cuadra
Sin embargo, esas minitecas que se convirtieron en
verdaderas empresas para espectáculos populares en Cúcuta y el área
metropolitana, tuvieron su génesis en
aquellos bailes en los que se reunían algunos jóvenes para escuchar música y
bailar, donde la amplificación se hacía con un pick-up o algún equipo de sonido
y sus buenas cornetas que el más pudiente de la cuadra sacaba a la calle.
Así lo recuerda Raimond Hernández, quien hacia los
años 78 y 79 fundó Ojos Nocturnos, una de las minitecas que tuvo reconocimiento
tanto en Cúcuta como en otras localidades de Norte de Santander.
"Ojos Nocturnos tuvo su origen en la necesidad de
hacer actividades cívicas para mejorar el entorno en el barrio Sevilla,
adecuando dos equipos de sonido que mi mamá trajo de Maicao, junto a la
creatividad de un amigo que con motores de ventiladores adaptó unos apagadores
para incorporar luces, lo que fue una novedad y atrajo a los jóvenes a los
bailes o verbenas".
Siempre había un fin
para hacer los bailes los fines de semana, como recoger dinero para un enfermo,
adornar las calles y hacer las novenas de aguinaldos en Navidad, así como la
fiesta de los niños todos los años, amenizado con buena música y el mejor
sonido.
El negocio fue tan
bueno que se empezó cobrando $25.000 por un baile que duraba toda la noche y se
llegó a $500.000 por algunas horas de toque, lo que permitía vivir holgadamente
tanto al propietario del sonido como a los empleados, quienes solían ser muy
populares y tener buena aceptación entre las mujeres, recuerda Hernández.
Años felices
Esos años fueron felices para los jóvenes porque se
vivía un ambiente muy sano, la gente se podía divertir sin exponerse a tantos
peligros como los que hoy existen, recuerda Carlos Vega, a quien conocían como
Willi, y quien tuvo sus comienzos cargando cables y ayudando a armar el sonido
antes de cada toque y llegó a ser disc-jockey y tener su propia miniteca.
Sin embargo, con el transcurso de los años empezaron a
hacer presencia en los bailes que se hacían en las canchas de los barrios, en
colegios o clubes, muchachos que
armaban combos para sabotear y que se hacían llamar 'Chicos Malos', generando
grandes trifulcas que en muchas ocasiones terminaron con personas lesionadas.
El furor iba en crecimiento por ese tipo de eventos,
lo que motivó a los propietarios de las minitecas a mejorar en aspectos
técnicos, con sonidos, luces y otros efectos, así como a seleccionar la mejor
música.
En esos menesteres se
recurría al intercambio de discos de acetato y casetes con los amigos y a
prolongadas visitas a las discotiendas, todo con el ánimo de complacer los
gustos de la juventud de la época.
En esos años las famosas minitecas caraqueñas tuvieron
una marcada influencia en la frontera, cuyas mezclas tenían un gran mercado y
sonaban en todos los bailes que se programaban los fines de semana.
Tuvieron fama Sandy
Lane, New York New York, Bettelgeuse, Explosión People, Infierno, ZC, Maui,
Excalibur, Caribean, Traffic, Possesion, Tridimension, Tconection, algunas de
ellas traídas a Cúcuta para participar en las guerras de minitecas, incluida
Silver de San Cristóbal.
Un trabajo empírico
Pedro Neira, propietario de la famosa miniteca Macro
Efectus, recuerda esos años maravillosos en los que ellos eran considerados
verdaderas estrellas del espectáculo y sostenían una competencia sana por
demostrar quién era mejor.
"Hacia el año
1982, antes de tener la miniteca, yo era bailarín y fui por primera vez a una
fiesta con miniteca que se hizo en una casa, lo que me impactó. Empecé a trabajar por
hobby con el equipo de sonido de la casa, mandé a grabar varios casetes y los
editaba con los pocos recursos que tenía a mano; así empecé a organizar bailes
cobrando $1.000 por la entrada", recuerda Neira, que aún se mantiene en el
negocio.
Después tuvo la idea de tener su propia miniteca y
para ese propósito consiguió trabajo en la discoteca Media Naranja, logrando ahorrar $60.000 para un equipo y ya
cobraba fiestas de $3.000 y $4.000.
"Fue ahí cuando bauticé la miniteca como Efectus,
por ser amante de los efectos de sonido y visuales, y en el transcurso del 83
al 84 fui adquiriendo más equipos y la llamé Súper Efectus, pero en el año 86,
por influencia de las minitecas venezolanas como Infierno, ZC y Tridimension,
monté Macro Efectus, cuyo lanzamiento fue el 5 de septiembre de 1986, ya hace
32 años".
Una buena época
Alirio Hernández Bustamante, propietario de Stereos
1090, dice que en los bailes de los
años 86, 87 en adelante, entraban de 4.000 a 5.000 personas en cualquier barrio
de la ciudad, "donde nosotros instalábamos el sonido, además de las
ferias de Pamplona, Chinácota y de otras localidades, todo un
espectáculo".
Stereos 1090 contaba
con el apoyo de minitecas venezolanas, innovando siempre en el tema del sonido,
recibiendo la influencia de Infierno que se daba el lujo de llenar el Poliedro
de Caracas, cuyo propietario Gustavo Contreras era primo del primer dueño de
Stereos 1090, Juan Contreras.
La competencia directa era Macro Efectus, que junto
con Stereos 1090,fueron las dos minitecas de más renombre y clase de la
frontera, "aunque había que quitarse el sombrero con otras como Ojos
Nocturnos de la que yo era seguidor, que metía más gente a los bailes que
nosotros", según Alirio Hernández.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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