Oscar Peña
Granados (Imágenes)
Carlos Rodríguez Duarte
Conozco a Carlos desde hace tan solo sesenta
años, cuando compartíamos las aulas del Gimnasio Domingo Savio y algunos
coscorrones de las hermanas Cortés Gamboa. La calidad de los dibujos nos
sorprendía, especialmente a mí que era incapaz de dibujar bien hasta un
protozoo.
Después nos volvimos a encontrar en el
Colegio Calasanz y reanudamos nuestra amistad.
Para esa época, los regaños corrían por
cuenta de su Nona, quien no estaba de acuerdo con que embadurnara las paredes
de su cuarto con dibujos con tizas de colores. Yo le llevaba las carátulas de mis discos de rock, especialmente las
del conjunto africano Osibiza, muy locas y de gran colorido con las cuales él,
cual Miguel Ángel en la Sixtina decoraba su habitación.
Carlos encontró en la arquitectura el terreno adecuado
para expresar su afición por la pintura y las obras de valor estético.
La madurez personal y profesional le han dado el espacio
necesario para retomar su pasión. Sus años en Europa y su paso por algunas
academias le han dado consistencia.
En sus pinturas admiro el adecuado manejo del espacio y
la profundidad, el uso de las sombras y la fuerza explosiva que emana del colorido
de sus cuadros.
Cuando le pregunté ¿por qué su afición por la pintura?,
expresó:
Como decía el maestro Alejandro Obregón, “Dibujar es
escribir, pintar, es decir. En la pintura habita el silencio, sí. Pero es un
silencio lleno de escándalo. Un escándalo lleno de colores que vibran y hacen
entre sí un ruido tan alto que ningún oído puede percibir sus decibeles”.
Y vaya escándalo el que forman los colores en sus obras.
Quiero decirle, en lenguaje coloquial, que pinta muy bonito y que le deseo
muchos éxitos en su vida artística.
Algunos de sus Cuadros
Señor de la
noche.
Garcero
Reflejos
Llano
adentro
Caño
Cristales
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
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