Eduardo Bautista
(La Opinión)
Edilsa Antonia Pacheco ayudó a nacer
con sus manos a varios niños.
Muchos de los padres de familia,
abuelos y bisabuelos de hoy llegaron a este mundo de la mano de una partera o
comadrona, nacidos en esos apartados lugares donde un médico era una rareza y el trabajo de atender a una mujer
en el alumbramiento le era encomendado a esa viejita de noble aspecto, que
llegaba a ser la abuela de muchas generaciones.
Esas comadronas han ido
desapareciendo y son raros los casos de mujeres que se atreven a parir en casa. La mayoría acude a clínicas y
hospitales cuando llegada la fecha empiezan las contracciones, rompen fuente y
saben que están listas para dar vida.
Son atendidas en salas con mucha asepsia, mediante un trabajo de parto a
cargo de un obstetra, la asistencia de varias enfermeras si de un parto
normal se trata y un anestesiólogo y otros profesionales de la medicina si es
por cesárea.
Sin embargo, no todo el tiempo fue así y a las mujeres de antes que vivían en la zona rural, en pueblos apartados
y aún en ciudades donde por razones económicas no tenía acceso a un centro de
salud, las atendió una comadrona.
En esas situaciones les correspondía ponerse en las manos de matronas,
quienes sin ningún interés económico o de otra naturaleza ponían sus
conocimientos y saberes, que pasaban de generación en generación, en función de
salvar vidas.
Saber que se hereda
Edilsa Antonia Pacheco es una de
esas parteras, que aprendió el oficio de su mamá Alicia del Valle, del que dice sentirse orgullosa
porque en sus manos muchos niños y niñas vieron por primera vez la luz del
mundo y tuvieron su primer llanto.
Su historia se remonta a la época en que vivía con sus padres
administradores de finca ganadera en Ciénaga (Magdalena), donde Alicia, quien
vivió 93 años, era el referente de todo el pueblo cuando las mujeres iban a dar
a luz.
“Tía abuela le traigo aquí a mi mujer para que me la atienda del parto.
Usted me cortó el ombligo a mí, ahora córteselo a mi hijo, le decían
frecuentemente quienes llegaban a buscarla a la casa donde
vivíamos".
Edilsa siendo una niña miraba por entre las rendijas de la puerta de la
habitación cuando la mamá asistía a un alumbramiento, alarmada por los gritos
de las parturientas, pero al crecer se convirtió en su ayudante y así fue
aprendiendo el oficio hasta que se formó también como partera.
En su casa del barrio Gaitán de
Cúcuta, hasta donde llegó a vivir con su esposo Alfonso Ballesteros después de
casarse en La Guajira, tuvo la suerte de atender a varias vecinas que una noche cualquiera llegaron a
su puerta en trabajo de parto, ya sin tiempo para ir al hospital.
El último de esos niños atendidos ya tiene 18 años, quien nació un 15 de
diciembre, el tiempo que ella lleva retirada del oficio, dedicada a sus nietos
y al trabajo de oficios varios en la iglesia Santísima Trinidad del barrio
Cundinamarca.
Ayudar a la embarazada
Edilsa Pacheco, quien es madre de tres hijos y una hija, dice que su mamá
le enseñó a asistir a las mujeres para un parto sin dolor y con el menor riesgo
posible.
"A la mujer se le ponen las manos en la barriga a la altura de las
costillas para ayudar a bajar al niño y no se suelta hasta que asome y cuando
ya está saliendo tiene uno que rotar la vagina de la mujer para ayudarlo a
nacer", dice.
Las pacientes se preparaban antes de iniciar el proceso con baños de
asiento con manzanilla, se les daba agua de canela y otras hierbas aromáticas
para ayudar al trabajo de parto.
Edilsa contó que una mujer que atendía su mama en la finca donde vivían,
cada vez que le daba una contracción se tomaba una copa de aguardiente y
cuando por fin tuvo a su hijo ya se había acabado el litro, lo que según decía
era su costumbre, repitiendo esa especie de ritual en cinco oportunidades.
Destreza y sabiduría
Es tal la destreza que adquieren las parteras que con solo ver, escuchar y
tocar a la paridora saben cómo viene el niño, si está en buena o mala
posición y cómo hay que voltearlo. Así sacan adelante el trabajo sin importar
que se trate de primerizas, mellizos, si el bebé viene sentado o de pie.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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