Beto
Rodríguez (Imágenes)
Gonzalo Canal Ramírez
Víctor Manuel Pérez y Gonzalo Canal Ramírez,
eran “dos machos de pelo en pecho, como no parió otra madre”. A su paso se
sentía ambiente de valentía, algo propio de los varones acostumbrados a controlar
el miedo para no caer en el pánico, que ciega al hombre, lo siega, lo entorpece
y lo denigra.
El primero era rojo liberal gaitanista,
concejal de Cúcuta y Villa Rosario (su tierra), suave, silencioso, dedicado al
trabajo con buen nombre frente a su industria panificadora en la bucólica
ciudad del decenio de 1940.
El segundo azul intelectual, conservador,
gramalotero, ex seminarista, fina pluma, filósofo, abogado, viajero incansable
y jamás olvidó su profesión de tipógrafo.
No obstante, sus virtudes y la condición política
que los separaba, tenían algo en común: eran fácil presa del odio partidista y
habían jurado matarse tan pronto se presentara la ocasión sin poner en peligro
la vida de inocentes.
En sitios públicos alcanzaron a tocar las
armas, pero la presencia de gente los hacía entrar en la pacífica razón que distingue
a los seres pensantes y la batalla era aplazada.
La violenta escena se repetía a menudo y los
protagonistas se cruzaban penetrantes ígneas miradas insultantes, sin dejar a un
lado la prudencia.
Una mañana en fecha y día perdidos en la
desmemoria del relato, se encontraron en sitio apropiado de Villa Rosario y los
observadores se lanzaron despavoridos al suelo.
Algunos se parapetaron tras los árboles,
mientras Pérez y Canal tomaban posiciones e inició la balacera que duró el tiempo
justo para que el humo de la pólvora le diera olor de enfrentamiento al sitio.
Tan pronto cesaron las detonaciones Pérez
resultó con una rodilla rota y Canal con una herida en una mano.
Pérez pasó a la historia fronteriza con el
apodo de Patepuntilla, y el escritor Canal como El Mocho.
Pérez con su limitación se balanceaba al
andar, no dejó a un lado su labor cotidiana y su quehacer político.
Testigos de mérito entre éstos el dos veces
ex alcalde Cúcuta Numa P. Guerrero, siempre dijo que el resultado de la lucha fue
de esta forma.
Los descendientes del literato Canal Ramírez
(todos muy jóvenes), no tienen noticia alguna en torno a ese mote y las
condiciones de la pelea.
Muchos ancianos llegaron a creer, que el
asunto de Mocho se trató de una ironía, debido a la felina velocidad del dirigente
conservador en el momento de sacar el bélico artefacto.
Con el paso de los meses, el cinco de febrero
de 1950, Pérez fue asesinado de cuatro balazos por la espalda en el barrio La
Cabrera, donde hoy queda el garaje de La Opinión y en su condición de mártir expiró
sobre su sangre, producto del viejo conflicto fratricida. Cerca al lugar del patíbulo
estaba su tierna hija Mercedes de apenas 12 años.
Canal Ramírez partió a Bogotá, en donde a su
momento murió de causas naturales, y allá desarrolló, una inmensa labor
cultural vanguardista en su Editorial Antares.
Con la llegada al poder y la caída del
general boyacense Gustavo Rojas Pinilla, empezó un proceso de paz que culminó
con la posterior creación del Frente Nacional y menguó en parte la cruel
disputa.
Muchos colombianos desconocen que miles de
adultos, adolescentes, mujeres y niños, abonaron el campo con sus cadáveres, se
disparó el número de viudas con sus hijos desamparados y se depuró a nivel de
sólida empresa el oficio de vender pompas fúnebres.
Terminó la bronca de los colores y aún sigue
el enfrentamiento social, el cual terminará cuando impere la justicia y el bienestar
general sobre la tierra llena de frutos a perpetuidad.
No hay duda, Pérez y Canal Ramírez padecieron
la lacerante lidia que aún embarga a la Patria, y su padecimiento será en nueva
era, motivo de reflexión en torno a tanta tragedia irrepetible.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.