martes, 30 de junio de 2020

1707.- RECORDANDO A JULIAN CAICEDO ARBOLEDA



Timoteo Anderson Carlson  (Imágenes)


Hablar de rotarismo  es hablar de rotarios, de los cuales Cúcuta ha contado con una muy abundante y distinguida lista de personas (mejor digamos, personajes) como: Pablo Vanegas Ramírez, José Luís Acero Jordán, Daniel Bustamante, Álvaro Riascos Fernández, Julio Moré Polanía, Álvaro Villamizar Suárez…, la lista es larga, y en ella no puede faltar Lucio Julián Caicedo Arboleda.

Recordar a Julián Caicedo trae a mente su ejemplo como amigo, profesional, esposo, padre de familia y otros tantos papeles que hacía muy bien como ciudadano ejemplar. Dio de sí antes de pensar en sí en cumplimiento del reto rotario.

Pasó por situaciones difíciles, pero, nunca perdió su fe ni su fino sentido de humor. Siempre tenía palabras valiosas que invitaban a la reflexión.

En ocasiones y en varios países he experimentado algunos terremotos y temblores que dejaron secuelas, algunas mayores, y siempre en esos críticos momentos ha venido a mi mente nuestro past-compañero Julián Caicedo. Dos recuerdos tienen que ver con una oficina que yo usaba como bodega de libros en la Terminal de Transportes.

1.) En varias ocasiones comenzó a temblar cuando estaba en lo más profundo de las entrañas de ese pesado edificio. Mientras algunos gritaban y salían corriendo en pánico, yo me acordaba quién había dirigido la construcción y me quedaba quieto. Sabía que con Julián al frente, toda la estructura era confiable y fiel a los planos estructurales.

2.) Recién se recibió el sitio para esa oficina, se consiguió permiso para instalar un sanitario. Para esa fecha la administración tenía extraviadas sus copias de los planos, pero logré que el Municipio me facilitara los suyos. Identifiqué en el plano hidráulico dónde se suponía pasaban los varios tubos de aguas. Se contrató un maestro para hacer la conexión y después de algunas horas de trabajo, volvió a rellenar la excavación afirmando que no pasaba ningún tubo de alcantarillado por debajo de ese lugar. Tarde esa noche volví al sitio. Revisé nuevamente mis apuntes, basándome en los planos consultados.

De haber sido cualquier otro ingeniero al frente de la obra, lo probable es que no hubiera insistido, pero tratándose de Julián Caicedo, creía que el tubo no podía estar muy lejos. Con las herramientas del maestro destapé el hueco y luego bajé unos 20 cm. más de lo que él había cavado y, ¡Eureka!, el tubo. Sí, se encontraba exactamente en el lugar indicado en los planos, solamente que estaba un poquito más profundo de lo acostumbrado. Fue una gran satisfacción al otro día poder mostrar al albañil, que sí hay profesionales que merecen nuestra confianza.

Bien lo dijo Luis Raúl López en alguno de sus artículos publicado en ´Imágenes´ (La Opinión), “era un hombre colosal, lleno no sólo de virtudes y de un gran corazón, sino de esperanza, de fe en el porvenir, de entusiasmo por todo lo que creía tener por hacer en cada día, al que comenzaba bien temprano con la convicción de que se trataba de un nuevo año”. Sí, era una persona cuyas firmes convicciones y principios en cuanto a lo espiritual le guiaban en todo lo demás, incluyendo su vida profesional.

Ante las dificultades que se presentaban, Julián con entusiasmo hacía su parte para superarlas. Jamás trató de esquivar su responsabilidad. Admiro cómo Julián en vez de lamentar procuraba solucionar cada acontecimiento adverso. Su manera de enfrentar cada crisis era como si se hiciera con humildad la pregunta: “¿Cuál será el aporte que me corresponde en este caso, Señor?” Era una persona cuya fe en un Ser Eterno se dejó ver en la firmeza y fortaleza de sus acciones cada día de su vida.

La mañana del día en que falleció Julián, Lynn y yo fuimos a visitarle por última vez. Al darle consuelo de la Palabra de Dios y orar en la misma habitación de la clínica donde mi madre había partido años atrás, nos impactó el optimismo y la fortaleza de quien hasta lo último mantuvo firme su confianza en medio de sombras.

Gracias por compañeros rotarios como Julián Caicedo que han demostrado con hechos su firme convicción espiritual viendo más allá de la penumbra, creando destellos de ánimo y confianza en medio de la oscuridad.

Vivimos en tiempos tenebrosos. Hay sufrimiento, inseguridad, escasez, y personas sin esperanza abundan. Las sombras tristes de la xenofobia, el odio, la violencia y la incomprensión familiar resultan del egoísmo, la ingratitud y la envidia. Indiferencia y rechazo hacia la verdad divina parecen dominar.

Es reconfortante recordar que, en un país y un mundo desgarrados por escándalos, peculado y delito, Julián nos dejó un legado honroso para animar a profesionales en quienes podamos confiar, los que no se conforman ni con lo mediocre, ni lo fácil y huyen de lo que es dudoso.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

No hay comentarios:

Publicar un comentario