Gerardo Raynaud (La Opinión)
Durante buena parte del siglo XX, la radiodifusión se constituyó
como una de las principales actividades económicas, no sólo en Colombia sino en
el mundo entero.
En Cúcuta, sabemos de buena fuente que se inició en 1933 con la
inauguración de la Voz de Cúcuta y apenas unos años más tarde, en 1948, el 30
de septiembre, salió al aire la Radio Victoria, segunda emisora en la región en
ofrecer programas de interés para el público ávido de nuevas experiencias.
Aunque su señal fue radiada ese día, oficialmente se inauguró el 12 de
octubre, fecha conmemorativa del descubrimiento de América y se hizo como
homenaje al Día de la Raza. Sus instalaciones originales estaban situadas en el
edificio Rosaver, en la esquina de la calle diez con avenida quinta, frente al
Parque Santander.
La emisora se materializó gracias a la inversión que hicieran Jorge
Humberto Maldonado y Luis Francisco Rodríguez. A mediados del año siguiente se
produce el primer cambio en la propiedad de la empresa cuando ingresaron como
socios por los hermanos Manuel y Jorge Jordán Peñaranda, quienes decidieron
cambiarle el nombre por La Voz de Norte.
Posteriormente se aceptó el ingreso de otros socios, entre quienes
figuraban el R.P. Daniel Jordán, sobrino de los anteriores y el señor Manuel
Ángel.
En 1956, se produce otro cambio significativo en la composición de su
propiedad, cuando se decide cambiar el tipo de sociedad que la venía rigiendo y
se constituyó una nueva sociedad que se denominó La Voz del Norte Ltda., la
cual se conformó con la cesión del ciento por ciento de las acciones del padre
Jordán y de los socios Ángel y Maldonado a favor de los hermanos Jordán
Peñaranda.
Sin embargo, la emisora no se acababa ni se cerraba, solamente se producía
un cambio en el tipo de sociedad y entre sus propietarios. La nueva sociedad se
creó con un capital de cien mil pesos, correspondiéndole una mayoría del 57.5%
de la empresa al socio Manuel Jordán y el resto a su hermano Jorge.
Para entonces, la emisora se había trasladado para un local más grande y
espacioso en la calle novena entre quinta y sexta, donde además, habían
construido un amplio radio-teatro, donde se escenificaron muchas de las galas y
presentaciones que constituyeron la época de oro de esta emisora que
identificaba a sus coterráneos en el país y el exterior, donde eran escuchados
en la banda de onda corta de los 62 metros y motivo principal de esta crónica.
El teatro de la emisora permanecía constantemente atiborrado de público que
no se perdía la presentación de los artistas nacionales e
internacionales que por allí se paseaban, como el Trío Los Panchos
o las orquestas más renombradas de México y Venezuela y un sinnúmero de
artistas nacionales y locales, como Arnulfo Briceño, Las Hermanitas Pérez o
Jesús David Quintana.
De los dueños de los micrófonos de la Voz del Norte se decían bellezas en
todos los demás medios, como el siguiente escrito publicado en uno de los
periódicos de la época en el que ponderan las cualidades de algunos de ellos:
”… elementos valiosos de la
inteligencia se han entregado de lleno a ese servicio y con todos su atributos,
como diligencia, actividad y capacidades rinden a sus labores el consenso ardua
y fecundo de sus facultades. De esos factores de preponderancia del arte, la
cultura, la intelectualidad, el deporte y la propaganda comercial y de las
industrias, cabe destacar a magníficos elementos como Álvaro Barreto
Niño, de clara dicción, de galana pronunciación, de énfasis en la expresión y
de amenidad en sus comentarios, que anima programas de música y de buen humor;
de Arnulfo Alarcón, en permanente preocupación de lo que hemos dado por llamar
‘prensa hablada o radio-periodismo’, porque Arnulfo Alarcón ha conquistado con
su discreción, su mesura, la entonación de sus arengas, glosas y razonamientos
y su experiencia de luengos años, de disciplina en la profesión”.
Pero ¿cuáles eran esos programas que despertaban las pasiones y
sentimientos de los oyentes cucuteños? Veamos los más destacados, de los cuales
todavía algunos añoran.
Para los aficionados a los deportes, el locutor más escuchado era Roque
Mora Chacón, quien además de comentarista deportivo, conocedor de los más
populares deportes era un consumado taurófilo. En las horas de la mañana
orientaba los programas Tablero Radial y Atalaya Social, pero
definitivamente el programa estrella lo compartía con Álvaro ‘el Mocho’
Barreto, Cornucopia Deportiva, programa que comenzó a emitirse en 1955 y estuvo
en la parrilla de la emisora por 23 años.
Por su parte y de manera individual, Barreto tenía sus programas de Música
y Buen Humor, diariamente por media hora, comenzando las tardes.
Arnulfo Alarcón, animaba las noches con su popular programa ‘El Tango estuvo
aquí’ y los domingos transmitía desde el Café Rialto su especio ‘Cátedra
Deportiva’ en el que combinaba las noticias deportivas con música
escogida.
Sin embargo, quien más atraía público era definitivamente el programa de
Roberto Fuentes París ‘Buscando una Estrella’. Don Roberto llevaba varios años
dirigiendo esta clase de eventos pues había comenzado con una tarima instalada
frente a la Gobernación, en la avenida quinta y allí desarrollaba su programa
‘Teatro de todos y para Todos’ y antes de trasladarse definitivamente a las
instalaciones de la Voz del Norte, estuvo emitiendo su programa en una casa
ubicada frente al Colegio La Presentación en la calle octava. ‘Buscando
una Estrella’, iniciativa de don Roberto Fuentes, se inició una vez terminó la
etapa de ‘Teatro de todos y para Todos’, ya que previo al traslado a la Voz del
Norte, alcanzó a transmitir los primeros actos de ‘Buscando una Estrella’ en el
local donde estuvo el teatro Buenos Aires, en la calle diez entre octava y
novena.
Era un programa dominical y matutino, donde daban sus primeros pasos niños,
niñas, jóvenes y damitas, y donde salieron verdaderas promesas del arte, el
canto, la declamación, la inventiva, el humorismo y las excentricidades, porque
como siempre se dijo, ese programa fue una cátedra, una escuela, una
invitación, además de un pasatiempo por su amenidad, una distracción por lo
interesante y un regocijo por la simpatía de sus detalles y pormenores.
La programación en vivo prioritaria cuando no existían medios televisivos o
audiovisuales comenzó a declinar hasta su desaparición. Hoy sólo nos queda el
recuerdo.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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