Keila Vílchez B. (La
Opinión)
Gran parte de nuestro país estaba
acostumbrado al vocabulario venezolano, porque es un vocabulario caribe, de la
costa Atlántica”, dijo Ronald Rodríguez, Investigador de la Universidad del
Rosario.
Señor paisa, ¿me puede vender cuatro jojotos?”, le dice el pequeño Javier
Enrique, de 11 años, al dueño de la tienda del barrio en Carora.
“Se los vendo, si me explica, ¿qué es eso de jojoto?”, le responde don
Jairo, quien lleva unos 10 años viviendo en este sector cucuteño.
A su lado, su ayudante Armando
Leal, nacido en Coro (estado Falcón-Venezuela), una de las primeras ciudades
fundadas en el vecino país, interrumpe la venta: “don Jairo, el niño le
está pidiendo cuatro mazorcas, maíz. Pero en Maracaibo, de donde él viene, le
llaman jojotos”.
Parchita, cambur, lechosa, son algunas de las palabras que ha aprendido don
Jairo de sus vecinos recién llegados al barrio. Pero también ha ocurrido lo
contrario, porque la familia de Javier Enrique ha tenido que aprender a pedir
maracuyá, banano y papaya.
A solo tres metros de la tienda de
don Jairo, está la peluquería que montaron dos muchachas de Maracay. Entra una de sus primeras clientas
recomendada, y le pide un look algo inusual para el par de venezolanas, que la
miran con cara de asombro: “quiero cortarme el cabello a los hombros, pero
quiero ponerme un color que me vea bien mona”.
Le responde una de ellas: “discúlpeme, pero qué quiso decir con mona,
porque con todo respeto, mona en Venezuela tiene un significado bien
específico”. Con mucha confianza y sonriéndole, la cucuteña le contesta:
“cierto, ustedes les dicen catiras a las monas”.
En medio de la conversación llega doña Juana Contreras, quien lleva 15 años
vendiendo el café por las tardes en Carora. “Tinto, aromáticas y perico”,
ofrece amablemente a las nuevas clientas.
“Por la mente se me pasó la imagen
de un loro verde, y la popular arepa con perico. Y de la aromática no tenía ni
idea qué era”, dice Claudia González, una de las peluqueras venezolanas.
El guayoyo (café en Venezuela con sabor suave o claro) ahora lo venden en
una esquina en La Parada, en Villa del Rosario; y el papelón con limón (agua de
panela), es pregonado a todo pulmón en pleno centro de Cúcuta.
Don Jairo explica que desde inicios de este año 2019 ha contratado a dos
venezolanos. “Esto me ha permitido aprender más de Venezuela y sus costumbres,
y ellos me ayudan a venderle al venezolano que hay en el barrio, porque hay
varias palabras que no conozco”, dijo.
Estas conversaciones ahora son más
comunes que antes en cualquier barrio de Cúcuta, Los Patios, El Zulia, Villa
del Rosario; pero además, no solo son frecuentes en zonas de frontera sino también en
cualquier barrio de Bogotá u otro departamento donde antes no era usual
escucharlas.
El investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del
Rosario, Ronald Rodríguez, explicó que en la zona de frontera el colombiano
está acostumbrado al acento y al vocabulario venezolano.
Sin embargo, manifiesta que actualmente
lo que está ocurriendo es que están llegando una serie de palabras y de usos
lingüísticos de otras regiones de Venezuela, que no eran tan frecuentes
dentro del encuentro del área fronteriza.
“Por ejemplo, las personas que vienen del oriente de Venezuela empiezan a
llegar a la zona de frontera y se comienza a dar un encuentro de esos usos
lingüísticos que lo hacen un poco particular”, dijo.
Basiliqui Palencia, docente, precisa
que el fenómeno migratorio venezolano ha influenciado de manera “contundente” a
todos los municipios del área metropolitana, pero explica que no se trata tan solo de un momento o
circunstancia como el que se está viviendo en estos momentos; sino que ha
existido una costumbre con el vocabulario venezolano por la cercanía con el
vecino país.
Los especialistas sostienen que ambos vocabularios tienen particularidades
que no responden a un espíritu nacionalista, “no es que los colombianos hablen
de una forma y los venezolanos de otra; sino que los dos países son
construcciones regionales. Es mayor la diferencia en el habla entre un bogotano
y un barranquillero, que entre un barranquillero y un caraqueño”, refiere
Rodríguez.
La influencia de la televisión
La mezcla de vocabularios y regionalismos venezolanos y colombianos ahora es
más rica y está más ligada al habla del día a día en el barrio, en el colegio,
en el parque, en el restaurante. Pero no es un fenómeno de ahora, viene de años
atrás.
“La terminología del venezolano se
ha venido introduciendo en Colombia por la globalización”, dijo Palencia.
El investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario
indicó que la dinámica cultural en el caso colombiano debe traer a colación que
los productos audiovisuales que se consumían en el país durante los años 70 y
80 provenían de la manufactura venezolana.
“Hacia el centro del país, en
Bogotá, Medellín y Cali, las novelas más famosas eran de Venevisión, que
compraban las grandes cadenas colombianas. Mientras que en la zona de frontera eran más famosas
las telenovelas de Radio Caracas Televisión, porque en la frontera recibían la
señal que llegaba y que la atravesaba sin encontrar un límite”, detalló.
Esto hizo que el colombiano reconociera el acento, vocabulario y dialecto
venezolano con mucha facilidad.
Para Palencia otro aspecto que ha calado en el colombiano ha sido la
utilización del tuteo. “Precisamente ese contacto con Venezuela ha facilitado
el tuteo, porque hace unos 15 años atrás era casi nulo que se tuteara en
Colombia”, dijo.
Expresiones como chamo, pana,
carajito, cónchale se han mezclado en el habla cotidiano fronterizo.
Sin embargo, dice Rodríguez que este ya no es un fenómeno lingüístico
exclusivo de los departamentos limítrofes con Venezuela sino que ahora en
ciudades como Bogotá y otras más han empezado a adquirir un valor y un
significado dentro del contexto de cada una de estas urbes.
“Estas palabras que no se utilizaban
ya hoy tienen un uso. La palabra pana se emplea entre amigos, pero antes no se
percibía la misma presencia. Además, también se han creado otras dinámicas como que por ejemplo en cada
localidad hay una arepería venezolana, esto antes no se veía”, precisa el
investigador.
Resalta que de este proceso existen unos claros mercados de integración
entre colombianos y venezolanos que van más allá de lo lingüístico y donde se
involucran lo cultural, gastronómico, religioso, y que van a marcar de forma
positiva a la sociedad colombiana como antes no había vivido.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
No hay comentarios:
Publicar un comentario