Gerardo Raynaud (La
Opinión)
Muchas veces pasé frente al monumento en homenaje a este ilustre
ciudadano nortesantandereano, incluso desde antes de culminar mis estudios en
la Universidad Industrial de Santander de la ciudad de Bucaramanga a la que
viajaba con más frecuencia de lo usual.
Nunca se me había ocurrido indagar sobre las razones que llevaron a su
construcción y la única referencia era la de un accidente de aviación en el
cual habían fallecido todos los ocupantes, entre ellos el ilustre doctor Benito
Hernández Bustos, reconocido político y jurista.
Pues bien, aprovecho haber encontrado la información pertinente sobre el
evento relativo a la erección de este monumento, el cual paso a narrar.
Nuestro personaje había nacido en la provincia de Pamplona en mayo de 1896.
No es claro afirmar que haya sido en la ciudad de Pamplona, aunque alguno de
sus biógrafos señale que fue en Mutiscua, aún así, para la época esa población
pertenecía al municipio de la ciudad Mitrada.
Hizo sus estudios iniciales en la escuela de las Hermanas de la Caridad,
aulas aquellas en donde dio las primeras muestras de lo que valía su
inteligencia y de lo que ella iría a representar en el futuro. Luego de haber
recibido de aquellas abnegadas religiosas la educación elemental pasó al
Colegio Provincial de San José, regentado por los Hermanos Cristianos y obtuvo
su cartón de bachiller con sobresalientes calificaciones en 1913.
Pero lejos de sentirse satisfecho con ese primer triunfo de su vida,
resolvió ir a buscar lejos del lugar donde pasara su infancia, otra fuente del
saber que le ofreciera nuevos conocimientos. Viajó entonces a la capital del
país donde se matriculó en la facultad de Derecho de la Universidad Nacional.
En 1918, después de haber conquistado las más altas calificaciones y los
más honrosos conceptos de sus profesores le fue otorgado el título de Doctor en
Derecho y Ciencias Políticas.
De regreso a su solar nativo, se consagró por entero al servicio de su departamento
y al año siguiente fue elegido Diputado en representación del partido liberal.
En 1930, con el advenimiento del partido liberal a la dirección de
los destinos públicos, Benito Hernández figuró en el cuadro principal de sus
conductores, única y exclusivamente por sus dotes morales e intelectuales que
en él abundaban. E
En 1933, fue nombrado Secretario General de la gobernación del Norte de
Santander por el titular de la gobernación, Luis Augusto Cuervo quien tuvo que
separarse de su cargo designándole como su reemplazo ,convirtiéndose así en el
primer gobernador liberal durante la presidencia del “mono” Olaya Herrera,
cargo que ejerció por espacio de casi un año, tiempo durante el cual enarboló
la bandera de la paz.
Uno de sus mayores resultados fue que se recobrara la fe y la confianza
entre los habitantes de Cucutilla y Arboledas, poblaciones de ideología
predominantemente liberal, entre los cuales se habían presentado serios
enfrentamientos por las decisiones, claramente parcializadas, de algunos de sus
alcaldes, logrando aplacar aquellas desenfrenadas pasiones, tan comunes como
peligrosas en esas épocas de tanta violencia partidista.
Al asumir su primer mandato el presidente López Pumarejo, puso sus ojos en
el joven Hernández Bustos y a comienzos de 1935 lo nombró Ministro de
Industrias y Trabajo.
Conocedor el presidente de sus dotes de liderazgo y de su capacidad de
conciliador, en agosto del mismo año lo trasladó al ministerio de Guerra, cargo
que ejerció hasta pocos días antes de finalizar el mandato presidencial, siendo
nombrado embajador en Francia, en los días previos al inicio de la segunda
guerra mundial, la que no tuvo oportunidad de sufrir puesto que regresó a su
país en 1939 para dedicarse definitivamente a sus actividades privadas luego de
haber servido a los grandes intereses patrios con diáfana pulcritud y encendido
entusiasmo.
El último trance de su vida tenía que pasar en una forma que no fuera la
común. El momento de su desaparición guardó relación con lo agitado de su existencia.
Tuvo la muerte de los héroes, su corazón dejó de palpitar súbitamente en un
terrible golpe contra la tierra de su gran Santander, motivo de sus más hondas
preocupaciones y de sus más plausibles intervenciones públicas, su alma voló al
lugar destinado a los hombres de actuaciones puras impulsada por su misma
humanidad como para prohibirle a la tierra cometiera el crimen de
aprisionarla en sus entrañas.
Ocurrió el accidente el 27 de febrero de 1940, cuando el avión que venía de
Bogotá se estrelló en las estribaciones de la cordillera Oriental en el sitio
‘El Mortiño’ a escasos 16 kilómetros de Bucaramanga, lugar en el que se erige
el monumento tema de esta crónica.
La súbita desaparición de tan ilustre personaje movió los corazones de sus
paisanos, particularmente los residentes en la capital de Santander, quienes
habían constituido desde tiempo atrás, la colonia nortesantandereana.
Por esta razón, a comienzos de 1942, conformaron una junta, la que
denominaron ‘Pro Monumento’, con el fin recaudar los fondos requeridos para
construir un monumento a la memoria de nuestro personaje; la junta estuvo
presidida y liderada en todo momento por el joven Ramiro Blanco Suárez, quien
manifestó que la obra expresa la admiración y el afecto de un pueblo para quien
fuera una de sus glorias y símbolo de las más estrechas vinculaciones entre los
dos departamentos hermanos.
El acto inaugural fue patrocinado por la Gobernación de Santander
encabezado por el doctor Alejandro Galvis Galvis. Invitaciones formales se cursaron
a los diferentes estamentos sociales de las dos capitales y por medio de
carteles murales en los que figuraban, la Junta Pro-Monumento, las
Gobernaciones de Santander y Norte de Santander, el Concejo Municipal de
Cúcuta, el Concejo Municipal de Pamplona y el Directorio Liberal de Cúcuta.
Asistieron las autoridades civiles y militares de Santander y una comisión
nortesantandereana compuesta por el gobernador Carlos Ardila Ordóñez; una
comisión del Concejo de Cúcuta integrada por los HH.CC, José Manuel Villalobos,
Carlos Julio Peña y Luis Felipe Dávila y el Secretario de la Corporación; el
personero de Cúcuta, Enrique Arámbula Durán. Luis Alejandro Bustos dio las
gracias a nombre de los familiares y el hijo menor del homenajeado, Germán
Hernández Duplat, depositó una ofrenda floral.
La Banda del Departamento ejecutó el Himno Nacional y al término del acto
una compañía del Batallón Ricaurte hizo tres descargas. La fecha del acto
coincidió con el día festivo de la Raza, el 12 de octubre de 1942.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
No hay comentarios:
Publicar un comentario