viernes, 21 de agosto de 2020

1734.- MONUMENTO AL DOCTOR BENITO HERNANDEZ BUSTOS



Gerardo Raynaud (La Opinión)

Muchas veces pasé frente al monumento en homenaje a este ilustre ciudadano nortesantandereano, incluso desde antes de culminar mis estudios en la Universidad Industrial de Santander de la ciudad de Bucaramanga a la que viajaba con más frecuencia de lo usual.

Nunca se me había ocurrido indagar sobre las razones que llevaron a su construcción y la única referencia era la de un accidente de aviación en el cual habían fallecido todos los ocupantes, entre ellos el ilustre doctor Benito Hernández Bustos, reconocido político y jurista.

Pues bien, aprovecho haber encontrado la información pertinente sobre el evento relativo a la erección de este monumento, el cual paso a narrar.

Nuestro personaje había nacido en la provincia de Pamplona en mayo de 1896. No es claro afirmar que haya sido en la ciudad de Pamplona, aunque alguno de sus biógrafos señale que fue en Mutiscua, aún así, para la época esa población pertenecía al municipio de la ciudad Mitrada.

Hizo sus estudios iniciales en la escuela de las Hermanas de la Caridad, aulas aquellas en donde dio las primeras muestras de lo que valía su inteligencia y de lo que ella iría a representar en el futuro. Luego de haber recibido de aquellas abnegadas religiosas la educación elemental pasó al Colegio Provincial de San José, regentado por los Hermanos Cristianos y obtuvo su cartón de bachiller con sobresalientes calificaciones en 1913.

Pero lejos de sentirse satisfecho con ese primer triunfo de su vida, resolvió ir a buscar lejos del lugar donde pasara su infancia, otra fuente del saber que le ofreciera nuevos conocimientos. Viajó entonces a la capital del país donde se matriculó en la facultad de Derecho de la Universidad Nacional.

En 1918, después de haber conquistado las más altas calificaciones y los más honrosos conceptos de sus profesores le fue otorgado el título de Doctor en Derecho y Ciencias Políticas.

De regreso a su solar nativo, se consagró por entero al servicio de su departamento y al año siguiente fue elegido Diputado en representación del partido liberal.

En 1930,  con el advenimiento del partido liberal a la dirección de los destinos públicos, Benito Hernández figuró en el cuadro principal de sus conductores, única y exclusivamente por sus dotes morales e intelectuales que en él abundaban. E

En 1933, fue nombrado Secretario General de la gobernación del Norte de Santander por el titular de la gobernación, Luis Augusto Cuervo quien tuvo que separarse de su cargo designándole como su reemplazo ,convirtiéndose así en el primer gobernador liberal durante la presidencia del “mono” Olaya Herrera, cargo que ejerció por espacio de casi un año, tiempo durante el cual enarboló la bandera de la paz.

Uno de sus mayores resultados fue que se recobrara la fe y la confianza entre los habitantes de Cucutilla y Arboledas, poblaciones de ideología predominantemente liberal, entre los cuales se habían presentado serios enfrentamientos por las decisiones, claramente parcializadas, de algunos de sus alcaldes, logrando aplacar aquellas desenfrenadas pasiones, tan comunes como peligrosas en esas épocas de tanta violencia partidista.

Al asumir su primer mandato el presidente López Pumarejo, puso sus ojos en el joven Hernández Bustos y a comienzos de 1935 lo nombró Ministro de Industrias y Trabajo.

Conocedor el presidente de sus dotes de liderazgo y de su capacidad de conciliador, en agosto del mismo año lo trasladó al ministerio de Guerra, cargo que ejerció hasta pocos días antes de finalizar el mandato presidencial, siendo nombrado embajador en Francia, en los días previos al inicio de la segunda guerra mundial, la que no tuvo oportunidad de sufrir puesto que regresó a su país en 1939 para dedicarse definitivamente a sus actividades privadas luego de haber servido a los grandes intereses patrios con diáfana pulcritud y encendido entusiasmo.

El último trance de su vida tenía que pasar en una forma que no fuera la común. El momento de su desaparición guardó relación con lo agitado de su existencia. Tuvo la muerte de los héroes, su corazón dejó de palpitar súbitamente en un terrible golpe contra la tierra de su gran Santander, motivo de sus más hondas preocupaciones y de sus más plausibles intervenciones públicas, su alma voló al lugar destinado a los hombres de actuaciones puras impulsada por su misma humanidad como para prohibirle a la tierra cometiera el crimen  de aprisionarla en sus entrañas.

Ocurrió el accidente el 27 de febrero de 1940, cuando el avión que venía de Bogotá se estrelló en las estribaciones de la cordillera Oriental en el sitio ‘El Mortiño’ a escasos 16 kilómetros de Bucaramanga, lugar en el que se erige el monumento tema de esta crónica.

La súbita desaparición de tan ilustre personaje movió los corazones de sus paisanos, particularmente los residentes en la capital de Santander, quienes habían constituido desde tiempo atrás, la colonia nortesantandereana.

Por esta razón, a comienzos de 1942, conformaron una junta, la que denominaron ‘Pro Monumento’, con el fin recaudar los fondos requeridos para construir un monumento a la memoria de nuestro personaje; la junta estuvo presidida y liderada en todo momento por el joven Ramiro Blanco Suárez, quien manifestó que la obra expresa la admiración y el afecto de un pueblo para quien fuera una de sus glorias y símbolo de las más estrechas vinculaciones entre los dos departamentos hermanos.

El acto inaugural fue patrocinado por la Gobernación de Santander encabezado por el doctor Alejandro Galvis Galvis. Invitaciones formales se cursaron a los diferentes estamentos sociales de las dos capitales y por medio de carteles murales en los que figuraban, la Junta Pro-Monumento, las Gobernaciones de Santander y Norte de Santander, el Concejo Municipal de Cúcuta, el Concejo Municipal de Pamplona y el Directorio Liberal de Cúcuta.

Asistieron las autoridades civiles y militares de Santander y una comisión nortesantandereana compuesta por el gobernador Carlos Ardila Ordóñez; una comisión del Concejo de Cúcuta integrada por los HH.CC, José Manuel Villalobos, Carlos Julio Peña y Luis Felipe Dávila y el Secretario de la Corporación; el personero de Cúcuta, Enrique Arámbula Durán. Luis Alejandro Bustos dio las gracias a nombre de los familiares y el hijo menor del homenajeado, Germán Hernández Duplat, depositó una ofrenda floral.

La Banda del Departamento ejecutó el Himno Nacional y al término del acto una compañía del Batallón Ricaurte hizo tres descargas. La fecha del acto coincidió con el día festivo de la Raza, el 12 de octubre de 1942.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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