viernes, 28 de febrero de 2020

1639.- DESPIDIENDO AL AMIGO JAIME CONTRERAS VALERO



Gustavo Gómez Ardila (La Opinión)


La tarde del domingo 2 de junio de 2019 estaba triste y calurosa. Los amigos de Jaime nos agolpábamos a la puerta de la iglesia, pero el hombre no llegaba. Él sabía que tenía una cita con nosotros, pero se estaba dando sus mañas para no llegar de primero como siempre solía hacerlo.

“Yo los esperé durante mucho tiempo, ahora que me esperen”, seguramente se decía para sus adentros.

De pronto, con la brisa, se corrió un murmullo entre los asistentes: Jaime llegaba. Serio, con una seriedad que parecía prestada, que no era la suya. Porque  siempre había sido afable, cariñoso, alegre.

Llegó pálido, como cuando uno se dispone a iniciar un recorrido que no conoce.

Hubiera querido bajarse del ataúd para saludarnos a todos, de mano, de abrazo, sonriente, pero las circunstancias no lo permitían.

Allí estaban algunos de sus viejos compañeros de la Dian, y los periodistas deportivos que con Jaime hicieron muchas jornadas a la pata del balón y otros deportes.

Había gente de la Asociación de Escritores, de la Sociedad Bolivariana, del movimiento literario Círculo Rojo y de la academia de Historia, a la que tanto él quiso.

Pero, sobre todo, estaban sus amigos, aquellos a quienes más que la mano para saludarlos, Jaime les daba, nos daba, su corazón.

Y a su lado, siempre a su lado, como en vida, su esposa tan entregada por entero, y sus dos hijas, vestidas de blanco y de lágrimas.

Conocí a Jaime Contreras Valero hace muchos años, cuando fue la mano derecha de José Luis Villamizar Melo en la fundación de la Sociedad Bolivariana, y del Mono Parra Delgado en la creación de la Sociedad Sanmartiniana.

Supe, entonces, de su fiebre por las letras y por la historia. Lo invité a formar parte de la Academia de Historia y allí publicó la Historia del Colegio Gremios Unidos y la historia del colegio de Durania.

Escritos suyos fueron publicados en el suplemento Imágenes de este diario y hasta compuso versos que no publicaba porque eran para su consumo personal, según sus propias palabras.

Tuvo  un gran amor por las colecciones de estampillas, monedas y billetes. Formaba parte de organizaciones que tienen los filatelistas  y los amigos de la numismática.

En la biblioteca Julio Pérez Ferrero, hace algún tiempo hubo una exposición suya  de estampillas sobre Bolívar y Santander en las jornadas de la independencia granadina, lo que cautivo el interés de profesores e investigadores de la historia.

Pero todo camino tiene su regreso, de acuerdo con el poeta. Y Jaime debió regresar a la tierra. Había nacido en Salazar de las Palmas y sus cenizas quedaron en su querida Cúcuta.

Estamos seguros su familia y amigos, de que Jaime se encuentra a la derecha del Padre, porque fue un hombre bueno que a nadie le hizo daño. En el cielo ya no tendrá la seriedad del pasado domingo cuando llegó a su propio funeral, porque dicen que allá todo es sabrosura, felicidad y rumba sana.

Que nos vaya guardando un buen puesto, es mi deseo y que descanse en paz.





Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
 

miércoles, 26 de febrero de 2020

1638.- LUIS MIGUEL SERRANO, EL CICLISTA QUE LE GANO AL INFIERNO



La Opinión

Luis Miguel Serrano aparece aquí con el neurocirujano del Huem Víctor Enrique Antolinez.

Luis Miguel Serrano, de 15 años, fue al infierno y en cuestión de días retornó a la tierra. Su vida dio giros que no estaban en su agenda ni en su carrera de ciclista.

Desde hace un año, el ciclismo se convirtió en una pasión para este adolescente que cursa quinto de bachillerato en el colegio Minuto de Dios Policarpa Salavarrieta del barrio La Divina Pastora de Cúcuta. Empezó a montar bicicleta para poder asistir a los entrenamientos de baloncesto, el primer deporte que lo cautivó y que lo llevó a varios encuentros nacionales con la selección Norte de Santander.

En la bicicleta, se transportaba de su casa ubicada en la invasión Nuevo Horizonte, localizada sobre sector occidental del anillo vial, hasta el coliseo Toto Hernández, para ahorrase  los pasajes del transporte, pero, ese propósito inicial le descubrió sus condiciones de ciclista. 

La bicicleta de montaña en la que viajaba le mostró el camino que lo llevó hasta la liga de ciclismo, donde entró con buen pronóstico por parte de los entrenadores. Le vieron garra, o mejor piernas y decisión para ser un nuevo escarabajo en el ciclismo.

A estos augurios, Luis Miguel le sumó constancia y disciplina, lo que lo condujo al club Águilas del Norte, con el que participó en varios encuentros, el último en Girón, Santander, donde quedó entre los 10 primeros.

La radiografía muestra el procedimiento de alta complejidad para restituirle las vertebras del cuello.

Y fue esa convicción la que lo llevó el 26 de marzo a montarse, a las 3 de la tarde, en  su bici para unirse al grupo de la liga que subiría hasta La Garita, en una jornada de entrenamiento. Tenía una máquina semiprofesional que le compró su mamá a cuotas.

Luis Miguel salió tarde y no alcanzó al grupo, que se reunió en la redoma del barrio Daniel Jordán, en de Los Patios, para la partida, y al no encontrarlos decidió seguir solo la ruta trazada.

Todo estuvo bien en la subida, pero cuando venía de regreso una buseta de transporte público lo cerró, lo golpeó y le fracturó  la séptima vértebra cervical y la primera torácica.

El accidente lo tuvo en vilo durante más de un mes, con su cabeza pendiendo de un hilo. Según los médicos del Hospital Universitario Erasmo Meoz (Huem) pudo descabezarse con el golpe, o con algunos de los movimientos posteriores al accidente.

Es que  primero lo diagnosticaron mal y lo mandaron a la casa y esos días, más lo que siguieron y por  los trámites legales que demoraron la cirugía, pudieron afectar más la fractura.

La cirugía

La intervención quirúrgica la encabezó el neurocirujano del hospital Erasmo Meoz Víctor Enrique Antolínez, quien por coincidencia ya conocía a Luis Miguel, dado que meses atrás le había patrocinado uno de los uniformes del club donde corre. La camiseta con el nombre del médico es hoy un amuleto de buena suerte para la familia Serrano.

Aquí, en una práctica de ciclismo, días antes del accidente.

En un comienzo, el muchacho fue llevado al hospital de Los Patios, pero dada la gravedad de las fracturas sufridas en el accidente fue remitido al Meoz.

Luz Mary Serrano, madre de ciclista recuerda que el médico le dijo que su estado era grave y que podría quedar cuadripléjico. La advertencia sacó el temple de la progenitora que desde ese momento empezó una batalla para que su hijo volviera a ser el joven estudioso y deportista de siempre.

Logró que lo remitieran al Meoz, se involucró en la agilización de los exámenes que necesitaba y cuando el  neurocirujano Antolínez le detalló todos los riesgos que tenía la cirugía  le dijo: usted haga lo suyo, que Dios estará con mi hijo.

Incluso Luis Miguel  le dijo que confiara, porque todo iba a salir bien. 

La intervención, de altísimo riesgo, duro once horas y demandó la intervención de dos neurocirujanos, Lope Carvajal y  Víctor Antolinez,  la asistencia de un cirujano de tórax, un cirujano vascular y una neuromonitora, Ana María Jaramillo  traída de Medellín para esta cirugía.

El 3 de mayo de 2019, a  las 8 de la mañana empezó el procedimiento que  terminó  después de las 6 de la tarde e incluyó una corpectomia por el cuello para retirar las  vértebras fracturadas, un trabajo de filigrana para no tocar la médula.

Después de la cirugía fue visitado por sus compañeros del club de ciclismo.

Después, una artrodesis por el tórax,  que permitió la instalación de un cajetín expandible para conectar la séptima vértebra cervical con la primera torácica. Así, se instaló un puente de conexión, o vertebras sustitutas, que  mantendrá la cabeza de Luis Miguel sobre su columna vertebral.

Han pasado más de tres semanas de la cirugía. Luis Miguel lleva un cuello ortopédico especial, que le regalaron en la Gobernación, hasta donde llegó el drama del ciclista que estuvo a punto de perder su cabeza y su vida. Y es que fueron muchas las  personas que  ayudaron para que él  tuviera una segunda oportunidad de vida.

“Yo confiaba en el doctor Antolínez y en el Meoz. Mi hijo ahora se está recuperando, de hecho ya acude por su propia cuenta a los controles",  afirma Luz Mary, quien no puede ocultar la alegría de  ver a su hijo de pie otra vez disfrutando la vida y soñando con volver a su bicicleta... y quizás a competir.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

lunes, 24 de febrero de 2020

1637.- JAVIER PEÑA, RESTAURADOR DE ZAPATOS VIEJOS


Mary Stapper (Somos la revista)
Javier Peña restaurador de los zapatos viejos.

En esta búsqueda de personajes arraigados en el corazón de los cucuteños, encontré a Javier Peña, reconocido zapatero de Cúcuta, a quien sus amigos le dicen, «el arquitecto del calzado».

Heredó el oficio de su padre, don Carlos Julio Peña, quien, durante más de 60 años, mantuvo su remontadora, en el lugar de siempre, en el barrio la Playa de San José de Cúcuta, hasta hace 7 años cuando falleció y le dejó el negocio y la clientela a Javier.

Por ahí, han pasado personajes con sus zapatos de fina piel, traídos de Italia, o hechos en Cúcuta con la técnica italiana que llevaron a Venezuela los italianos y que aprendieron nuestros zapateros cucuteños, logrando que el calzado de nuestra ciudad, vista, o vistiera, los pies de Colombia.

Javier no es el típico «zapatero remendón» que descansa los lunes, sino que trabaja de 7 de la mañana a 7 de la noche de lunes a sábado.

Cuenta la historia que el oficio de zapatero se remonta a 15 mil años o más, cuando el hombre de las cavernas comenzó a proteger sus pies al amarrarse la piel con una especie de cordel alrededor de los mismos.

En la enciclopedia virtual, Wikipedia, encontré, con que, el zapato de cuero más antiguo data de 5.500
años de antigüedad, fue descubierto en la provincia Vayotz Dzor de Armenia, en
la frontera de ese país con Irán y Turquía.

Está hecho de una sola pieza de cuero de vaca, tenía cordones y estaba hecho para encajar en el pie de su propietario.

El calzado tiene 24,5 centímetros de largo, 7,6 a 10 centímetros de ancho, y data del 3.500 a.C. aproximadamente, una era conocida como período Calcolítico.


Javier Peña, al igual que su padre, es un gran emprendedor con visión de empresa y sabe reconocer la clientela que, contante y sonante llega todos los días, especialmente, mujeres, por aquello de los tacones.

Todos lo llaman por su nombre, pero, quienes conocen su trabajo, lo buscan y le encomiendan la tarea de devolverle la belleza a sus zapatos viejos.

Nada más feo que un tacón gastado. Para restaurarlo, ahí está Javier, quien devuelve la belleza a la mujer que lo calza porque unos tacones bien alineados, hacen que, ella, camine garbosa y llame la atención hacia sus piernas.

Señala Peña, montar una fábrica de calzado no es tan rentable en los actuales momentos en que el dinero no abunda en la fronteriza ciudad de Cúcuta.

Todo cambia. Así, como todo cambia, hay que avanzar, aprender nuevas técnicas. Hacer lo que otros no hace. Restaurar lo sintético porque ya no hay tanto zapato de cuero como antaño.

El buen trato a las personas es la clave en este negocio.

Cuenta Javier que en la época de con Carlos Julio, «el zapato era todo de cuero y se remodelaba en ese material. La gente reestrenaba».

El mejor artesano de los zapatos de Cúcuta. «Lo que más lo halaga a uno es cuando las personas se van con lo que uno les hace. Una sonrisa lo paga todo».


«Se tiene que tener el don de la paciencia para atender a la clientela», dogma de Peña.

Le aprendió a su papá, la puntualidad en el trabajo. «Abrir temprano y cerrar tardecito».

Ahora se hace mucho zapato sintético y hemos tenido que perfeccionar nuestro sistema de trabajo y aprender nuevas técnicas, para hacer trabajos extremos. Lo que nadie hace, aquí lo hacemos nosotros. Hasta patines arregla.

«Tapitas y pegues es lo que mandan a arreglar las mujeres».

«Muchos compañeros que conocí se fueron para Bucaramanga, cuando desmejoró la industria del calzado en Cúcuta, pero han regresado porque en Santander está peor. En Cúcuta, en el último año, según Peña, el oficio de zapatero se ha recuperado».

En medio de la entrevista, llegó el reconocido empresario colombo francés, Gerardo Raynaud Delaval, hijo de migrantes franceses, quien señaló, «no se ha perdido la esencia del fabricante cucuteño».

Sobre Javier Peña, Reynaud, opina: «Javier Peña es un personaje típico de la ciudad. Lo hemos visto crecer y expandirse lo que quiere decir, ha sido un buen administrador».





Recopilado por: Gastón Bermúdez V.