martes, 26 de enero de 2021

1821.- NUEVE AÑOS DE VIBRANTES VIVENCIAS EN CORSAJE

Alfredo Fortuna Moncada 

Nombres del mosaico de bachilleres: Encabezan: Hermano Adolfo (Rector), Hermano Valentín (Prefecto), Padre José Alejandro Jaimes (Capellán), Hermano Alfredo (Titular de Sexto bachillerato). Bachilleres promoción 1957: En orden de izquierda a derecha: Álvaro E. Álvarez Entrena, Ciro A. Jurado G., Julio Arboleda, Iván Moncada, José David Lamk, Luis Eduardo Gallo, Jaime Calderón T., Carlos Quiroga Corzo, Roque A. Peñaloza A., Carlos Cáceres, Sergio Tarazona, Guillermo Vega P., Jorge Turbay, Josué Heraclio Becerra, Pedro Andrade, Alfonso García Blanco, Amín Turbay, Fernando Villalta, Florentino Cárdenas, Héctor Julio Duarte, Julio Rivera, Gustavo Martínez V., Eugenio Wittensellner, Alfredo Fortuna M., no recordado nombre, Jorge Álvarez, Omar Villamizar, Luis Alberto Valencia, Rafael Arámbula, Josafat Ontiveros, José Félix Román y José Desiderio Mora. 

Cuando pienso en mi estadía en Corsaje me llegan innumerables recuerdos, desde tercera elemental hasta el sexto año de bachillerato, en 1957. Esos imborrables nueve años, que me perfilaron y modelaron para el resto de mi vida. Trataré de narrar aquí unas cuantas, de esas vivencias, que podrían ser interesantes conocer para el resto de los corsajistas. 

En tercera y cuarta elemental, bajo la dirección del Hermano Clemente, quien de tarea nos colocaba un número y decía: “tarea para mañana, a este número le agregan uno, lo suman y al resultado le agregan otra vez uno y así continúan hasta que lleguen al número XX”. 

Todos los días nos llevó sumas, restas, multiplicaciones y divisiones. Con el pasar del tiempo, por ello, ya teníamos una base para matemáticas. 

Algunos bachilleres de 1957 del Sagrado Corazón de los Hermanos Cristianos, posaron para esta foto con motivo de su graduación. En la gráfica aparece un grupo de ellos entre los que recordamos de izquierda a derecha a: Jorge Turbay Millán, Luis Alberto Valencia J., Amín Turbay Millán, Jaime Calderón Tarazona, Jorge Álvarez S. y Carlos Quiroga Corzo. Agachados en el mismo orden: Ciro Alfonso Jurado Guerrero, Iván Moncada Lizarazú, Pedro Andrade R., Florentino Cárdenas P. y Alfonso García Blanco. 

El Hermano Clemente, continuamente nos hablaba y nos indicaba sobre lo malo que era el comunismo, no era común en aquella época hablar de política y desconozco si él pasó por alguna mala experiencia, pero con frecuencia nos decía lo malo que era ese sistema. 

Por suerte, también nos tocó el Hermano Benildo Jesús para quinto y primero de Bachillerato. Creo que fue él, y casi me atrevo a decir por todos mis compañeros, que nos dio excelentes ejemplos, de que con amabilidad y cariño las cosas se aprenden con facilidad. Sus enseñanzas, narraciones y profesionalidad nos ganaron la voluntad y la estima. 

A partir de ese año, nuestro curso ocupó el primer puesto en competencias inter-salones, ya fueran literarias, de concurso como el de San Juan Bautista de La Salle, que sacamos el total y ganando a todo el colegio, o de Básquet, Voleibol, etc. 

En esa época se colocaban puntos por cada prueba, concurso, o buena conducta de todos y al obtener 100 puntos pedíamos un paseo. Llegamos a tener por lo menos tres paseos en el año. Fuimos a San Cristóbal, en tren a Agua Blanca, a Durania y Pamplona entre otras. La emoción de esos paseos, sumados a la interesante narrativa de un cuento por el Hermano Benildo, nos mantenía absortos y tranquilos durante el viaje. Se nos pasaba el tiempo sin darnos cuenta y siempre tenía un “continuará”, como el cuento de “Uiquima” que nosotros esperábamos con ansia cada capítulo. 

En esa época surgió un compañero futbolista, muy bueno, Rolando Serrano, el cual fue llamado por el Cúcuta Deportivo, y posteriormente pasó a la representación de Colombia, llegando a ser mundialista. 

El básquet y el voleibol, nacieron igualmente, y ganamos los inter-cursos. Los recreos se quedaban cortos para jugar, los complementábamos, jugando antes del inicio y después de la terminación de clases. Jugábamos igualmente fútbol, con pequeñas pelotas de goma. 

Otros bachilleres en la foto. De pie, de izquierda a derecha: Gustavo Martínez, Carlos Quiroga, Omar Villamizar, Eugenio Wittensellner, Alfredo Fortuna, Alvaro Alvarez, David Lamk, Roque Peñaloza, Héctor Duarte y Arámbula. Adelante agachados: Carlos Cáceres, Jaime Calderón, Ciro Jurado, Pedro Andrade y Sergio Tarazona. 

Ganamos también los encuentros inter-colegios. Surgieron nombres que más tarde se destacaron, en el basquetbol como fueron: Roque Peñaloza, Hernán Gómez, Carlos Castillo, Gustavo Martínez, Carlos “fosforito” Castro, Héctor Duarte, etc. 

Vale la pena recordar a nuestro compañero, Álvaro Enrique Álvarez, quien, en estos nueve años, desarrolló una gran vocación religiosa, que lo llevó a ser hoy en día un buen sacerdote Jesuita. El ocupó, indiscutiblemente, el primer puesto en la clase durante toda su estadía en el colegio. 

El Hermano Camilo, lo recordamos con mucho cariño por sus clases de fisiología, Me viene a la memoria, un día en que uno de mis compañeros, al esqueleto que servía para ilustrar la clase, le colocó un sombrero y una tiza, como cigarrillo y un saco. Luego lo sentó en el escritorio del Hermano Camilo. ¡Ese día si se puso bravo el Hermano! y nos castigó… pero por su lado bueno, en el laboratorio nos mostró como hacía un vino, y los perfumes de pétalos de rosa. Nos daba a degustar muestra que nos encantaba. 

Excelentes los sancochos en los paseos, nosotros los preparábamos entre todos, pero el toque final, se lo daba el Hermano Camilo con un preparado que traía y agregaba, ¡dejándolo exquisito! Nunca nos quiso dar el secreto de su receta. 

En sexto año, en 1957, bajo la dirección del Hermano Alfredo, entre muchas otras cosas sobresalen: el paseo que nos dieron por final del año y el almuerzo indigesto. 

El paseo fue a la ciudad de Bucaramanga, en el viaje, antes de llegar a la ciudad y delante de nuestro transporte se despeñó un bus viejo, con techo de madera. Inmediatamente paramos y nos decidimos rescatar a los pasajeros. El bus se estrelló al llegar abajo, el techo salió disparado hacia adelante y él se volteó cayendo boca abajo en el río, dejando aprisionados a sus pasajeros. Nosotros logramos salvar muchos de ellos formando un cordón humano, escalonadamente, para subir los heridos hasta la carretera. 

Allí se pedía a los vehículos que pasaban que los llevasen a un hospital de la ciudad. Así se salvaron muchas personas. El fuerte olor de la gasolina hizo marear a muchos de nuestros compañeros y resultó titánica la operación rescate, pero lo logramos con éxito. 

Llegamos al hotel y al otro día, para nuestra sorpresa, los periódicos nos trataron de héroes, y por la noche el Gobernador ofreció una cena con orquesta a nuestro honor. ¡¡¡fuimos los héroes!!!, fue un acto muy emotivo y hermoso. 

Durante el ‘almuerzo indigesto’. En primera plana se logran ver: NI, Julio Rivera, Fernando Villalta, Jorge Turbay, José Félix Román, Josué Heraclio Becerra, Alfredo Fortuna y el Hno. Alfredo. 

Llegamos solamente 6 alumnos que veníamos desde tercera elemental, a sexto año, sin perder ninguno de ellos, el resto fueron llegando de otras partes, o que repetían, otros quedaban por perder el curso, al final, conformamos un grupo de 32 alumnos, que nos presentamos a los exámenes conjuntos, con los que optaban por bachillerato de todo Cúcuta, en el Colegio Santa Teresa, de las monjas, los pupitres separados a un metro uno de otro, vigilados por las monjas, los Hermanos Cristianos, y delegados. Los exámenes los enviaba el Ministerio de Educación. 

Al terminar los exámenes, el Colegio nos invitaba a un almuerzo en Villa Del Rosario, nosotros lo llamamos “El almuerzo indigesto” puesto que, al terminar el almuerzo, el Hermano Alfredo a cada uno, nos iba nombrando y dando las notas y así se sabía a quienes pasaban y a quienes se les permitía revalidar. Solo a uno de entre los 32, perdió el año y debería repetir. 

La experiencia de estos 9 años me forjó a ser lo que soy y me siento orgulloso de ser un egresado del Colegio del Sagrado Corazón de Jesús. 





Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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