Silvano Pabón Villamizar (La Opinión)
Conozca al primer vicepresidente constitucional de Colombia.
Una de las consecuencias inmediatas del triunfo de las fuerzas independentistas en los campos de Boyacá, además de la expulsión de las autoridades realistas en agosto de 1819, fue el establecimiento del gobierno provisorio en Santafé, puesto en cabeza del General de División Francisco de Paula Santander.
Luego, creada la República mediante la Ley Fundamental de Colombia del Supremo Congreso de Venezuela en Angostura, diciembre 17 del mismo año, fue convocado el Congreso Constituyente de la Villa del Rosario de Cúcuta para enero de 1821, pues debía continuarse la guerra, conquistar las provincias realistas y realizar el proceso electoral de los diputados que irían a integrar ese cuerpo legislativo.
Fue así como se estableció el Reglamento de Proceder, donde el Ejecutivo NO tendría presencia e injerencia alguna en el Congreso; de hecho, se le prohibió toda intromisión en el cuerpo legislativo, pues se le consideraba un peligro, y los mandatarios debían situarse a no menos de cinco leguas del recinto de sus deliberaciones. El Congreso encarnaba el poder soberano de la Nación y tendría independencia absoluta del Ejecutivo.
Sin embargo, Santander sí tuvo incidencia indirecta en el Congreso. En primer lugar, el Vicepresidente Santander debía encargarse de las dietas y gastos de viaje de los diputados, lo cual se hizo desde las cajas de Pamplona, Socorro y Bogotá.
Debía pagar los salarios del personal oficial en la Casa de Gobierno en Villa del Rosario, capital transitoria de la República, debió hacerse cargo de contratar y enviar la imprenta desde Bogotá y sufragar sus gastos a Espinoza de los Monteros, impresor privado que prestó sus servicios al Gobierno como al Congreso en Villa del Rosario.
Ahora bien, desde el accionar político sabemos que Santander incidió en el proceso electoral de los diputados a través de gestiones como: dividir el territorio del Chocó en dos provincias, Citará y Nóvita, con lo cual incorporarían diez diputados aliados suyos.
Incidió en el nombramiento de los diputados de Santa Marta, donde hizo nombrar a Antonio José Caro. Manejó Santander un sistema de bancadas en forma sumamente eficiente, aplicó una mecánica clientelista, que en razonamiento del Doctor Armando Martínez Garnica, “ahí en el Congreso Constituyente de la Villa del Rosario madrugó la cultura política de clientelas que hoy campea en el país como modelo en el ejercicio del poder político”.
Fue así como los granadinos ofrecieron resistencia a las posturas y propuestas de los venezolanos y diputados afines a Simón Bolívar, aunque finalmente diputados como Fernando de Peñalver y el Obispo Rafael Lasso de la Vega terminaron siendo amigos y aliados de las tesis de la bancada santanderista.
Esta bancada santanderista granadina, con apoyo de venezolanos brillantes como Peñalver y el Obispo Rafael, contuvieron posturas bolivarianas como la instauración del senado vitalicio. Pero no solo contuvieron a Bolívar, sino que el resultado fue una Constitución a la medida de Santander.
La Carta de Villa del Rosario es liberal y popular representativa, garantista de libertades ciudadanas y con profunda vocación de inclusión de todos sus habitantes a esa Nación de ciudadanos, amén de lo doloroso que resultara para algunas castas antiguas como la población indígena, pueblos y comunidades otrora autónomas y dotadas de tierras comunales en el marco de la “República de los Indios”, a quienes la ciudadanía liberal no siempre les favoreció.
Santander contó en el seno del Congreso con formidables aliados y corresponsales como su compadre y amigo Francisco Soto, su compañero de luchas políticas Vicente Azuero, Diego Fernando Gómez Durán, socorrano y José Manuel Restrepo; integrantes de la Comisión Constitucional, además del presbítero y militar José Félix Blanco, venezolano, diputado por Guyana, quien le informaba con detalle lo sucedido y discutido en esa convención.
Esta suerte de inteligencia política y militar que Santander tenía en el Congreso es muy significativa frente al resultado final, así como para la cristalización de sus intereses políticos e ideales de sociedad y Estado.
La Carta de la Villa del Rosario instauró un régimen centralizado, un poder legislativo bicameral, derrotando las tesis y posturas de Antonio Nariño y José Ignacio de Márquez, representativo de la bancada que abogaba por un régimen federal.
Finalmente, es necesario reiterar la precisión histórica sobre la presencia de Santander y Bolívar en la Villa del Rosario en 1821 y su incidencia directa en el Congreso Constituyente, para decir que no fue tal, ellos no deliberaron nunca en el Congreso.
Al Ejecutivo le estaba negada su presencia en el Congreso. Al vicepresidente Nariño, estando a unos pasos del recinto legislativo, le estaba prohibido su ingreso y su participación en las deliberaciones. Nariño pudo haber sido un extraordinario diputado, tenía una fuerte bancada, pero Bolívar lo inhabilitó al nombrarlo vicepresidente, y su proyecto de Constitución fue desechado.
Bolívar y Santander solo estuvieron presencialmente ante el Congreso en la sesión del 3 de octubre, por menos de una hora cada uno, tal como lo dejan ver las actas de la fecha. Asistieron por separado a tomar posesión de sus cargos de presidente y vicepresidente de la República. Primero fue llamado Bolívar, el libertador presidente, quien tomó posesión, dio su discurso y abandonó el recinto. Luego fue invitado a pasar el vicepresidente Santander, con quien se aplicó el mismo proceder.
Estos dos altos cargos del Ejecutivo nacional fueron elegidos en proceso electoral sumamente reñido, al menos el de Santander (septiembre 7 de 1821), para cuya elección hubo que realizar ocho votaciones para que pudiera alcanzar las dos terceras partes de los sufragios requeridos.
Su contendor fue el general Antonio Nariño, poseedor de una fuerte bancada, de tal modo que ya en el octavo lance, dos de los diputados nariñistas se fingieron enfermos y no asistieron a la votación. Solo así pudo ser elegido Santander el primer vicepresidente constitucional de Colombia.
Las evidencias sugieren que algo les ofrecieron a los diputados de Nariño, de tal modo que, frente a la cultura política colombiana, desde aquellos tiempos se cuecen habas, como dirían las abuelas de antaño.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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