jueves, 22 de diciembre de 2022

2170.- JUECES QUE DIGNIFICARON LA JUSTICIA


Pablo Chacón Medina (Imágenes)

Pablo Chacón Medina

Han pasado ya algunos meses, desde que tuve aquel sueño. Subía las gradas del Palacio Municipal, con dirección al Juzgado Quinto Penal Municipal de Cúcuta, despacho en el que había sido designado juez del mismo.

Era el primero de julio de 1966 y junto con cinco colegas más, que, igualmente, asumiríamos el mismo cargo, tomamos posesión ante el honorable Tribunal Superior.

El poder judicial en Colombia inauguraba, en esa fecha, la jurisdicción de plena competencia, que antes solo conocía de la parte sumaria y no de la del juicio que, ahora, nos correspondería de manera integral, instruir y dictar sentencia.

El poder judicial en Colombia inauguraba, en esa fecha, la jurisdicción de plena competencia, que antes solo conocía de la parte sumaria y no de la del juicio que, ahora, nos correspondería de manera integral, instruir y dictar sentencia.

Entre ellos recuerdo a Fanny Jáuregui, Jorge Mansilla Hernández, Jorge Mora Peñaranda, Miguel Méndez Camacho y Francisco Arb Bautista. Hoy casi todos existen, con la excepción de Francisco Arb Bautista y Jorge Mora Peñaranda, el primero fallecido hace algunos años y el segundo, recientemente.

De Jorge Mora, con quien mantuve una fraternal amistad, desde las primeras aulas del colegio, lamenté profundamente su fallecimiento. Vale la pena destacar que todos ellos fueron excelentes funcionarios.

Jorge Mora Peñaranda, fue alcalde de la ciudad, contralor del departamento, secretario de Gobierno, decano y profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Libre y asesor jurídico de importantes empresas.

La doctora Jáuregui, quien posteriormente se desempeñó como Juez de menores, con el tiempo alcanzó la magistratura en el Tribunal Superior de la ciudad.

Miguel Méndez Camacho

Jorge Mansilla Hernández, que con el tiempo contrajo matrimonio con la doctora Fanny, ha venido ejerciendo la profesión de manera destacada, lo mismo que la cátedra universitaria. De él puede decirse que ha sido uno de los jueces más brillantes y consagrados que tuvo esa jurisdicción.

Ambos, han conformado una respetable pareja, que ha sido ejemplo de permanente y fraternal unión conyugal.

Miguel Méndez Camacho, quien además de juez, donde siempre se destacó por su preclara inteligencia y su alto sentido de equilibrio para aplicar justicia, con el tiempo ocupó posiciones de trascendencia local, nacional e internacional, que le permitieron descollar, tanto en el mundo diplomático, como en el académico y cultural.

Fue director del Instituto Nacional de Cultura, Decano de las Facultades de Periodismo y Cultura de la Universidad Externado de Colombia y agregado cultural de la embajada de Colombia en Argentina, durante varios años. Ha sido además directivo de la Casa de Poesía Silva, en Bogotá, lo mismo que destacado poeta, escritor, periodista y novelista de encumbrada pluma.

Finalmente, habré de referirme a Francisco Arb Bautista, quien además de haber sido un ponderado y respetado miembro del poder judicial, se distinguió por su seriedad, rectitud y éxito en el ejercicio de su profesión de abogado.

Considero necesario decir que, nuestra relación no se redujo al simple ámbito de administrar justicia. Al coincidir en que a casi todos nos gustaba practicar el fútbol, armamos un equipo aficionado, que empezó a ser conocido como el equipo del poder judicial.

Jorge Mora Peñaranda

De él entraron a formar parte, Luis Fernando Carrillo, quién era personero delegado en lo penal, del municipio, Orlando Arenas Alarcón, y Orlando Molina, jóvenes abogados litigantes de la ciudad.

El portero era el abogado David Vivas Jaimes, inspector superior policial, con sede en el mismo palacio. Gran amigo de Miguel Méndez Camacho, a quién cada vez que lo veía, solía saludar con una emocional y afectuosa frase que se me quedó grabada para siempre: “Miguelito Méndez, Miguelito Méndez”, acompañada de un efusivo y cordial abrazo.

En una ocasión, nuestro equipo jugó un preliminar con el equipo de Bavaria, en el estadio General Santander, como abreboca del que posteriormente deberían celebrar el Cúcuta Deportivo y el Independiente Santa Fe. Al tirarse a los pies de un atacante de Bavaria, para tratar de evitar un gol, dicho jugador, de manera accidental le rompió el buzo amarillo que esa tarde estrenaba David. Fue tal su reacción que enfurecido lo correteó por largo trecho, sin poder alcanzarlo.

Por último, debo decir que, desde entonces, he mantenido con ellos una permanente y respetuosa amistad, que me honra y dignifica, la que he sabido mantener en el tiempo, como símbolo de una valiosa relación que hasta ahora se mantiene incólume.

Fue una época en la que ostentar el rango de juez, era el mayor honor al que podría aspirar abogado alguno.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.




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