Mis mayores los Roca Niz de la hidalga población de Ocaña, enclavada en el valle hacariteño, fueron amigos de sus padres. Su alumbramiento acaeció en la cálida ciudad de Cúcuta en 1909, un 17 de enero, ocupando el tercer puesto de siete hijos del general conservador Julio César García-Herreros y de la matrona venezolana, doña María Unda Pérez, que, en su solar nutricio, le inculcaron virtudes cristianas y morales, provenía de entronque militar, con tíos militares que habían participado en guerras y parentela en el Perú.
Por el lado paterno, su progenitora era consanguínea del general Santander y el primer obispo de Cúcuta monseñor Pérez Hernández. Inició sus primeras letras en la escuela de la hermana Rosalía, antioqueña, ubicada en el parque Mercedes Abrego, en pleno centro. Su primaria la terminó en el colegio de las hermanas de la Presentación, de nuestro terruño San José de Cúcuta y el bachillerato en el colegio provincial de la gélida Pamplona, que es cantera de religiosidad.
En el seminario menor de la ciudad mitrada cursó estudios. Adelantó la filosofía y la teología en el seminario Eudista de Usaquén, en Bogotá entre 1928 y 1943; perfeccionó sus estudios en filosofía y sociología en Roma y en Friburgo entre 1950 y 1952.
Su vocación surgió cuando leía la imitación de Cristo de Kempis y la fue puliendo monseñor Luis Pérez Hernández. En 1932 ingresa de lleno a la congregación de Jesús y María de los Padres Eudistas, fundada por San Juan Eudes, quien fue un sacerdote misionero francés y autor de la adoración litúrgica del Sagrado Corazón de Jesús y también creó la orden de Nuestra Señora de la Caridad del Refugio.
El 19 de agosto de 1934 recibe la ordenación sacerdotal en nuestra capital, por el ilustre nuncio apostólico Paolo Giobe y oficia la primera misa en la parroquia de Nuestra Señora de las Angustias. Inicia su consagración en la formación de religiosos entre 1934 a 1954, en los seminarios de Santa Rosa de Osos; donde fue obispo monseñor Builes, que tuvo rupturas de todo orden con el expresidente Laureano Gómez.
Valga resaltar, que el padre instauró los misioneros de Yarumal, donde estudió Belisario Betancur el poeta de Amagá. También en la fervorosa población del suroeste antioqueño Jericó, reconocida mundialmente por sus esbeltos carrieles y en la culta población venezolana de Mérida, ubicada al occidente de Venezuela. La ciudad mitrada de Pamplona, Cartagena y Cali, contaron con este ilustre formador de novicios en filosofía y en lenguas clásicas latín y griego y en la realización de obras sociales evangélicas.
Hago énfasis que mi connotado paisano era políglota; asiduo lector de literatura clásica y griega. Siempre cargaba en sus bolsillos libros pequeños para leer. No hay duda que cumplió de manera integérrima con sus votos de pobreza, de humildad y de castidad, porque así se lo inculcaron sus mayores. Estaba compenetrado con Jesucristo y consagrado al sacerdocio para enaltecerlo y colocar en praxis la función de la Iglesia al servicio de los menesterosos y así cumplir con la filosofía del Estado Social Derecho de proteger al ciudadano, que esta in albis.
Tengo la certidumbre, que es un grado mayor de la certeza, que era un genio y apóstol de Dios en la tierra, un literato quien, con su consola cerebral, craneó cuentos, publicó a lo largo de su fecunda y ejemplar vida octogenaria, variedad de escritos con profundidad espiritual. Y como era admirador del teatro, escribió obras teatrales, biografías de santos, que fluían de su prodigiosa mente. Su slogan era: amar y servir a Dios.
Descolló como un gran orador sagrado, consejero espiritual y un excelso confesor. Tenía inteligencia para ser líder en lo atinente al emprendimiento y creatividad. Tenía visión macro y lo bueno del caso es que la gente filántropa del extranjero y connaturales le coadyuvaban para coronar sus proyectos, porque tenía carisma, porque tenía liderazgo.
Como estudió sociología, aplicaba las escuelas modernas en favor de los que sufren para dar aplicabilidad al estado bienestar, al estado garantista. Creó programas radiales y televisivos en varias ciudades del país y ayudo a construir múltiples viviendas a lo largo y ancho de nuestra adolorida y ensangrentada patria.
Creo un emporio con el nombre de Corporación Minuto de Dios, que con la iluminación del Espíritu Santo a quien tanto amaba, le permitió hacer el Banquete el Millón, fundar la universidad y realizar campañas sociales de perenne.
Incursionó en los campos de la economía con su carisma, con su inteligencia, con su don de gente, con su probidad, con su liderazgo y con su poder de convicción; siempre acompañado del Espíritu Santo y de la Santísima Virgen María. Y toda su obra la extendió por todo el país. No hay duda que era un lector incansable de obras clásicas no solamente en español sino en otros idiomas, pues era políglota. Otra de sus obras predilectas era los diálogos de “sabio idiota”. Dio clases de griego y geometría.
En 1963, incursiona en las breñas motilonas para iniciar la cristianización y civilización de los indígenas Barí. Ejecutó una obra fecunda e inconmensurable que no hay espacio para plasmarla. Fue condecorado por entidades privadas y públicas y obtuvo en varias ocasiones la Cruz de Boyacá, en diferentes categorías.
Estuvo metido en procesos de Paz y en la liberación de secuestrados, pero no le fue tan bien. Sin embargo, logró que el recordado capo, Pablo Escobar, se entregara. Añoró alcanzar el premio Nobel de la Paz, pero le fue esquivo.
Tuve el honor de conocerle y compartir con mis padres, a manteles en la ciudad de Cúcuta y nos daba cátedra de sencillez y de sapiencia. Tenía vuelo intelectual y don de gente sin fatiga, heredado de la cuna de sus mayores.
Leía clásicos de literatura griega. Era franco y sincero como buen santandereano, amó a Colombia, dejó impronta de reciedumbre espiritual y moral. Fue amante del arte, pintó algunos cuadros. Gran escritor sagrado, celebró misa casi todos los días por varias décadas.
En su actividad social puso en praxis las escuelas sociológicas aprendidas y de ahí su éxito rotundo con la Fundación Minuto de Dios, que abarcó muchos campos para hacer efectivo un estado social y de bienestar para los desvalidos y los que no tenían techo.
Era acatado y respetado por gentes de todos los pelambres. Tuvo a su lado filántropos que le dieron dinero y tierra para sus proyectos, porque de su consola cerebral bullían ideas magnánimas que el mismo decía que era gracias al Espíritu Santo. Tenía frases célebres. Era tan tenaz y convincente que motivó a Pablo Escobar a entregarse.
Su obra se extendió por todo el país. Sus compañeros de vida religiosa le recuerdan por pasar horas enteras rezando y meditando que parecía irse de este mundo. Estuvo por diversos seminarios como formador de novicios. Dejo fama de ser estricto.
Traigo a colación una anécdota: en Cúcuta, tuvo un caballo que arrastraba un carruaje donde él se movilizaba. No hay duda que nació para ser santo, pues tenía olor a santidad. Enalteció a su familia, cumplió a cabalidad lo recomendado por su padre; que fuera un sacerdote bueno y honesto. Jamás quebrantó sus votos religiosos, era amante de la buena mesa, del buen vino y le gustaba el jacuzzi. Obvio que en su mocedad.
A mediados de 1992, empieza a descompensarse su salud cardio-vascular, estuvo hospitalizado en la clínica Shaio, de Santafé de Bogotá. Y cuando le dieron el alta médica, se fue para la casa cural del Minuto de Dios, que era su bunker religioso y su zona de confort para la meditación, para escribir, para filosofar Y allí se agravó. Antes de agonizar empezó a rezar el Avemaría, hasta que su corazón, dejó de irrigar y expiró.
Tengo la certidumbre que es un grado mayor de la certeza que vamos a tener otro santo que tiene que ver con la greda motilona.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
No hay comentarios:
Publicar un comentario