sábado, 4 de febrero de 2023

2193.- F. DE P. SANTANDER Y JOSE I. DE MARQUEZ BARRETO

MÁRQUEZ Y SANTANDER-Banco de la República (Imágenes)

Francisco de Paula Santander

Por los años de 1792 en Villa del Rosario, en la frontera con la Capitanía de Venezuela, y 1793, en Ramiriquí (Boyacá), nacen Francisco de Paula Santander y Umaña y José Ignacio de Márquez Barreto. Entre plantaciones de cacao, aprendiendo las primeras letras castellanas y los principios de latín, transcurre la niñez del primero. En un medio rural de pueblos de indios y parroquia de blancos José Ignacio es iniciado por el cura del pueblo.

Con el apoyo de su tío materno ingresa en 1805 Francisco de Paula al Colegio Real de San Bartolomé. Para su admisión allega la documentación que da prueba de legitimidad y de limpieza de sangre y la ausencia de parientes que hubieran practicado “oficios innobles o mecánicos”. Vestirá la beca bartolina y será designado Conciliario del Colegio de San Bartolomé.

El Conciliario cucuteño rubricará la documentación de la probanza de sangre del boyacense Márquez Barreto. Ambos habían nacido durante la administración del virrey barcelonés José de Ezpeleta, en el reinado de Carlos IV. Apenas un año largo los distanciaba, mas no así su muerte en la Bogotá republicana, Santander a los 48 y Márquez a los 87. Márquez, presidente de la Nueva Granada, se reconcilia con Santander y preside sus exequias. Como presidente de los Estados Unidos de Colombia, el general Julián Trujillo acudirá al Cementerio Central a la inhumación del ex presidente Márquez.

El 20 de julio de 1810, a los provincianos internos bartolinos la revolución los conducirá por caminos diferentes a lo largo de la década. Santander marchará, interrumpiendo sus estudios, como abanderado en las tropas patriotas. Márquez, ajeno a los ajetreos militares, se recibirá en 1813 como bachiller en Derecho y continuará su práctica forense de 48 meses; se someterá a exámenes de la Real Audiencia para litigar como abogado e incursionar en la cátedra.

Entre tanto, y bajo el mando de Bolívar, Santander ascenderá en los ejércitos de Nueva Granada y Venezuela. Al mando de la vanguardia invadirá el virreinato en la campaña libertadora de 1819. Compartiendo con Anzoátegui, jefe de la retaguardia, los honores del triunfo de Boyacá y la liberación de la Nueva Granada, son ascendidos por el Libertador a generales de División. Encarga a Santander del poder ejecutivo y marcha a Venezuela, da cuenta de los triunfos al Congreso de Angostura y se crea la unión de los pueblos granadino y venezolano.

Al Constituyente de Cúcuta acude Márquez y, después de sucesivas y fatídicas designaciones de presidentes, le corresponde presidir las sesiones del Congreso en que se debate el sistema centralista y el federalista como proyectos políticos para la nueva república, por el año de 1821. En el templo donde recibiera el bautismo Francisco de Paula, el presidente del Congreso de Cúcuta José Ignacio de Márquez posesiona a Bolívar como presidente de Colombia y como vicepresidente a Santander, triunfador sobre Nariño después de varias votaciones.

En 1828, en Ocaña, la cuna de las Ibáñez, en el templo de San Francisco, presidirá la Gran Convención, que marcó el principio del ­ fin de los proyectos de integración acuñados por Bolívar y Santander. Tuvo que lidiar Márquez con los generales granadinos y venezolanos; vivir en carne propia todos los sucesos políticos durante su agitada vida burocrática en el período de 1820-1850: alianzas, negociaciones, indultos, renuncias, viajes clandestinos, persecuciones, ocupación de sus propiedades por la tropa, petición de ayuda al presidente Juan José Flores de Ecuador para sofocar las rebeliones de las provincias del sur. Los antagonismos entre el estamento militar y el civil estaban marcados por las actuaciones y mutuas relaciones de los hombres de la independencia.

No sobra retomar de la pluma del Libertador su apreciación cuestionadora del papel de los jurisconsultos republicanos y de los centros de educación como espacios de perversión política, en la hora de las conspiraciones de 1828. La tradición recoge sus palabras en el camino de Honda hacia la muerte: “Prefiero el destierro o la muerte a la deshonra de dejar mi gloria en manos del Colegio de San Bartolomé”.

El testamento político de Márquez a sus conciudadanos fue redactado anticipadamente, a catorce años de su muerte.: “Y ya que cercano a la tumba me dirijo acaso por última vez a mis compatriotas, me aprovecharé de la ocasión para dar de nuevo las más rendidas gracias a la nación por el cúmulo de honores con que por muy cerca de cuarenta años tan generosamente me favoreció; honras tanto más gratas cuanto más espontáneas, porque yo jamás solicité destinos, antes bien los renunciaba; ni ambicioné puestos, ni mendigué votos, ni traté de captarme el aura popular [...] Y tanto más me linsojean, cuanto que sin bordados, bandas, penachos y estrellas no me hacía notable por los ensangrentados laureles cogidos en los campos de batalla, ni por esas proezas guerreras que publica estrepitoso el clarín de la fama, que tanto deslumbran a los pueblos, ora salvajes, ora bárbaros, ora civilizados.

Simple ciudadano, la nación no podía ver en mí, para hacerme por tantos años depositario de su alta confianza, sino mi acrisolada probidad, mi consagración absoluta al desempeño de mis deberes, sin faltar a ellos por respetos humanos, aunque perdiera el amigo, o me granjeara enemistades. Yo le serví con amplia lealtad, y jamás me separé por malicia del sendero que me trazara la ley, de acuerdo con el interés del público, sin tener en mira mis propios medros, sin arredrarme las censuras, buscando el modo de servir así mejora mi patria”.

Evocativa síntesis de su trayectoria pública y sus controvertidas actuaciones como mandatario. Débil para unos, moderado para otros. Claudicante ante los generales de la guerra de los Supremos. Ensayó y multiplicó las amnistías, los indultos y todos los intentos de apaciguar las sublevaciones. Denostado tanto y más que Santander puesto que, ya ex presidente, aquél irrumpió como jefe de la oposición parlamentaria.

Mientras otros lo hacían en la calidad de sediciosos, como lo señalara Mosquera. Las tensiones sociales fueron polarizando los bandos y amplificando los debates políticos y los intereses de casta. La sucesión del general Santander en la Presidencia de la Nueva Granada con las candidaturas de Vicente Azuero y del general José María Obando -preferido por Santander- recayó en Márquez, el vicepresidente constitucional. Invocando incompatibilidades cuestionó Santander su elección y entró por medio de La Bandera Nacional a instaurar la oposición en la tradición republicana al gobierno de tumo. Los “ministeriales”, afectos al régimen de Márquez, respondieron desde la imprenta con El Argos. Cuando cerró ediciones La Bandera Nacional, le siguió pronto El Argos, pues ya no había con quién pelear.

José Ignacio de Márquez Barreto

Los “doctrinarios” atizaron en torno a la instrucción pública y a los textos utilitaristas leídos en las aulas, un debate que se prolongó hasta finales del siglo XIX. La Católica, con la complacencia del nuncio papal, la emprende contra el arzobispo de Bogotá Manuel José Mosquera. Los oficiales republicanos editan El Amigo del Pueblo (Herrán y Mosquera, yerno y suegro). Se debatía sin fin por la legitimidad de la oposición, ajena a la sedición.

Entre tanto. Lorenzo María Lleras empezaba a agrupar ideas en torno a las sociedades populares, la Democrática Republicana. Santander agobiaba a la administración con memoriales y con petición de transcripción de documentos. Márquez le encarga redactar un código militar que deja en 222 folios (recién descubiertos por el general Jaime Duran Pombo en el caótico archivo del Congreso).

Pero duele a Santander ser perdedor (ante un Márquez que fue siempre ganador en las designaciones presidenciales en el Congreso), en el año 1839 frente a Joaquín Mosquera por la Presidencia. Ya Santander había metido mano en el proyecto de código penal que Márquez redactara y que le correspondió sancionar en 1837 y estuvo vigente durante un siglo, hasta 1938.

La guerra de guerrillas, los alzamientos en Vélez, Casanare y Pasto, confunden al mandatario Márquez a la mitad de su mandato. Indulto de Herrán a los sureños después de la batalla de Buesaco. Luego vendría el indulto de Los Árboles, de Herrán a Obando; reinserción fallida, abusos con los indultados de Vélez.

En lo educativo, debe ceder a las presiones para extirpar los textos de Jeremías Bentham de los estudios en los colegios santanderinos. Los debates parlamentarios en torno al indulto vuelven a enfrentar ya no a los hombres, sino a las administraciones Santander y Márquez. Santander inclinado al indulto, al olvido de las corrientes de oposición. Ultimo ataque al ex presidente Santander en la más cerrada de las agitaciones en su contra.

Ha publicado Santander en 1837 sus Apuntamientos y dado la versión de los acontecimientos que protagonizara. Eladio Urisarri le rebate en un conjunto panfletario de cartas, las “Cartas de los sin cuenta”. En marzo de 1840 el general Eusebio Borrero ataca desde el Senado a Santander por su severo comportamiento frente a los conspiradores de 1833. Las crónicas afirman que el debate precipitó la muerte de Santander.

Lo cierto es que mientras se sepultaba a Santander, Borrero, secretario del Interior, caía como sacrificio político de Márquez a la reconciliación, y como catalizador del desagrado popular. Pero la muerte de Santander no acalla al descontento popular.

Nuevos focos de sublevación reaparecen por el sur. Se precipita la crisis del gabinete. Los triunfos de los sublevados del oriente andino hacen flaquear a la administración. Márquez emprende misión secreta hacia Popayán en busca del ejército leal. Se multiplican los alzamientos y las escaramuzas. Antiguos soldados de la independencia y oficiales encargados por la administración se enfrentan al gobierno de Márquez. José María Reyes Patria y Juan José Neira, coterráneos boyacenses, refulgirán en el escenario del conflicto. Neira entra a la nómina de los héroes consagrados por Bogotá y Márquez ofrece un discurso fúnebre, pieza de encendido sentimiento.

Buen trecho de la vida pública y hogareña de Márquez transcurre en Bogotá y la Sabana. Incursiona hacia su Boyacá natal en busca del escenario para su matrimonio con la hija menor del antes marqués de Surba y Bonza, María Antonia del Castillo y Vargas. Había vivido unos meses encargado de la administración política de la provincia de Tunja. Había sido rector de la Universidad de Boyacá. Por el año de 1826 le había insinuado a Santander la supresión de conventos en la provincia, para dedicar sus rentas a la instrucción pública. Había pertenecido al Consejo de Estado y allí redactó su proyecto de código de instrucción pública.

A semejanza de Santander, una vez iniciada su vida de ex presidente de la Nueva Granada continuó como parlamentario, por sucesivos períodos. Le correspondió fallar en el juicio contra el general Obando por traición a la patria en torno a los sucesos del golpe de Meló, acogiendo la sentencia absolutoria, a pesar de las constantes deslealtades y violaciones a indultos y perdones de Obando.

Como rector de la Universidad Central (hoy Universidad Nacional) había sido designado desde 1846 por el presidente José Hilario López. Habría de terminar destituido a finales de 1849 por presiones estudiantiles que exigían la supresión de ejercicios espirituales. Otro escándalo de tipo religioso había sucedido durante su mandato, promovido por universitarios, en ceremonias de la iglesia catedral.

Ahora sería el debate religioso en torno a la re-expulsión de los jesuitas el nuevo toque de la agitación política. Márquez desde el Senado apoyaba a los eclesiásticos. Pero al fin se produjo el extrañamiento de la Compañía de Jesús. Márquez se dirige al exilio voluntario en Europa y viaja por Inglaterra y Francia.

Su estadía supera el año y retorna al país. A medida que envejece, va desdibujándose su figura en el panorama político nacional. Márquez es el testimonio de una vida dedicada a servir a las instituciones republicanas. Opacada su figura histórica por el brillo de los mandatos de sus amigos generales de la República, empezando por Santander. Márquez fue el único de los constituyentes del Congreso de Cúcuta de 1821 que fue elegido a la Presidencia de la República; el exponente de una generación letrada que, conviviendo y debatiéndose con los estamentos militares, intentó un manejo jurídico de las tensiones políticas y de orden público, con una voluntad de servicio incomparable.

En la década de los años treinta, fue el sucesor de Santander y primer presidente civil de la Nueva Granada, venciendo al general Obando. En fin, Márquez, como su condiscípulo Santander, contribuyó en medio de sus detractores a afianzar el espacio político de la controversia, en una dialéctica que se vuelve caprichosa y biliar en los entretelones de la vida privada.

Herederos ambos de una mentalidad legalista colonial, ensayaron fabricar una estructura jurídica alternativa, con el lastre tricentenario de la vida colonial. Hombres de provincia, marcados por la tierra y sus maestros, alternando en el empeño de modelar una sociedad que hoy apenas identifica cómo comenzaron los procesos de formación de la nacionalidad y la identidad de colombianos, en la América libre.



Nota.- José Ignacio de Márquez Barreto (Vicepresidencia 1832-1833; 1835-1837); (Presidencia 1837-1841)

La ausencia de Santander, quien se encontraba en Estados Unidos en el momento de su elección, obligó a Márquez a tomar provisionalmente el poder ejecutivo, entre el 10 de marzo al 7 de octubre de 1832, permaneciendo en el cargo por 8 meses. Su corto gobierno destacó por la paz y la unidad nacional. Márquez entregó el cargo a la llegada de Santander a Bogotá. Cuando Santander se posesionó, Márquez continuó siendo el vicepresidente del país hasta el 31 de marzo de 1833, cuando fue reemplazado por el expresidente Joaquín Mosquera. Posteriormente, Mosquera dejó el cargo por conflictos morales ya que el presidente empezó una serie de reformas liberales relacionadas con el laicismo y la educación pública. Por lo anterior Santander volvió a llamar a Márquez para que fuera su vicepresidente, estando en el cargo de 1835 a 1837, cuando fue postulado para ser candidato presidencial.





Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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