lunes, 27 de noviembre de 2023

2342.- ACTIVIDADES DE 1946

Gerardo Raynaud (La Opinión)

Durante 1946, Cúcuta estuvo convulsionada por varios eventos que escandalizaron a la ciudadanía que hasta entonces no había sido víctima de esta clase de excesos por parte de los políticos de la región. Hubo atentados contra el erario en la Fábrica de Licores del Norte de Santander y en la sede de la Aduana local. En ésta, vamos a recrear el ambiente que se vivía en la Perla del Norte, años antes de terminar la primera mitad del siglo XX.

Quiero advertirles que el recuento que leerán a continuación no sigue una línea de tiempo estricta ni se trata de una cronología juiciosa, sino que se relatarán hechos que tuvieron alguna trascendencia en la vida local y regional, por esta razón, empezaremos señalando la convocatoria que la Compañía Eléctrica del Norte S.A., en cabeza del presidente de la Junta Directiva y encargado de la gerencia, Andrés Augusto Fernández, hacía a los accionistas con el objeto de “hacer la elección de Gerente, tanto para el resto del período en curso como para el año entrante, así como también para efectuar las demás elecciones y actos que por tal consecuencia fueren necesarios”, la Asamblea se realizó en “el local de la Empresa”.

La Lotería de Cúcuta había iniciado una agresiva campaña para promocionar la venta de sus billetes con avisos que invitaban a comprarlos. “Adquiera su propia independencia, compre Lotería de Cúcuta todos los martes y serán suyos $7.000 por solo $2.00”.

También era de rigor presentar los resultados de los sorteos, en el que se precisaba dónde había sido vendido y cuánto ganaba cada una de sus aproximaciones. Para ese año, la Lotería ofrecía un premio mayor de $7.000 y un premio seco de $100.

Las aproximaciones al premio mayor eran: la última cifra que ganaba $3.50, las dos últimas, $5.00 y las tres últimas, $10. En lugar de premios secos, la Lotería había establecido que los seis números anteriores al mayor y los tres posteriores ganaban cada uno $5.00.

Los profesionales de todas las especialidades, eran muy solicitados en esa época donde tan pocos las ejercían en la ciudad, al punto que venían de otras ciudades a ofrecer sus servicios, como era el caso del abogado titulado Ciro Serrano Vargas, quien ejercía su profesión en Bucaramanga en el ramo de los asuntos civiles, comerciales y de trabajo, en el edificio Guerrero de la calle 34 No.14-23. Sus consultas podían hacerlas al teléfono 62-14 solicitando el servicio de Larga Distancia Nacional o a su dirección telegráfica “CIRO”.

En el campo de la salud, varios médicos ofrecían sus servicios, especialmente en el ramo de mayor demanda en esos tiempos, la ginecología. Los hermanos A. y Hernando Villamizar Flórez, tenían su consultorio médico en la avenida 7ª. No.8-12, en el antiguo local donde había funcionado la Voz de Cúcuta. Atendían servicio diurno y nocturno, según se lee en los avisos que publicaban.

También el doctor Trino Mantilla Gómez era un médico cirujano y radiólogo graduado en Europa, muy dedicado a sus pacientes, toda vez que atendía doce horas, de las 6 de la mañana a las 6 de la tarde, en su consultorio de la avenida 7° No. 13-12, al sur del mercado de La Estrella y de la Plaza de Mercado. Su especialidad era el Laboratorio de Análisis y Tratamientos Modernos para toda clase de enfermedades.

Los doctores Rafael Lamus Girón y Antonio José Urdaneta tenían el Laboratorio Clínico más moderno de la ciudad situado a media cuadra del afamado El Circo, en la avenida 2° No. 9-36. Tenían lo último en equipos de laboratorio de higiene, como el Ultramicroscopio que les permitía realizar todas las pruebas que los médicos solicitan en esos momentos, como la serología, hematología, química de la sangre, reacciones de Widal, análisis complejos de orina y exámenes de heces, entre otros. Los más de 15 años de experiencia garantizaban la seriedad y exactitud de los resultados.

En el campo de la medicina veterinaria, el doctor Juan B. García O. era especialista en patología y cirugía veterinarias, inseminación artificial, realizaba peritazgos y representaciones, así como ofrecía sus servicios de asesoría en dirección de fincas. Tenía su consultorio y oficina en la calle 12.

En odontología, el doctor Segundo Velasco Contreras, ofrecía métodos modernos en anestesia y cirugía general, experiencia que había adquirido en sus años como odontólogo del Hospital San José de Bogotá. Se localizaba en su consultorio de la calle 12 No. 7-35.

Por último, en esta lista de profesionales, presentamos un corredor de comercio-comisionista, se trata de Luis Cenón Quiroga. Tenía un largo catálogo de servicios, entre ellos, teneduría de libros, liquidación de facturas, inventarios y declaraciones de renta y patrimonio. Gestiones ante la Jefatura de Rentas e Impuestos Nacionales. Diligencias de Aduana, solicitudes de permisos ante el Ministerio de Guerra para el expendio de artículos de cacería, etc. Permisos para porte de armas, cédulas de extranjería, gestiones ante la Junta de Control de Precios y Arrendamientos. Dinero a interés sobre hipotecas. Compra y venta de fincas raíces. Atendía su oficina de la carrera novena No. 9-73 y 9-75. Su teléfono era el 639.

A principios de ese año, las religiosas Betlemitas de Pamplona quienes dirigían el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús, informaban a toda la ciudadanía del Norte de Santander, que habían obtenido la autorización del Ministerio de Educación Nacional mediante resolución No. 1454 de octubre del año anterior, para otorgar diploma de Bachillerato Elemental y Superior, así como de Comercio y de ofrecer estudios de especialización para las alumnas que no siguen bachillerato ni comercio.

Otros cursos ofrecidos eran, modistería, culinaria y enfermería. Las clases comenzarán el 20 de febrero, de conformidad con lo establecido en el Decreto Ejecutivo expedido el pasado 19 de diciembre de 1945. Según el Reglamento establecido, las alumnas internas debían presentarse el 19 de febrero a las 5 de la tarde y las externas, el 20 de febrero a la 8 de la mañana.

En la radio, se asomaba en el dial una nueva emisora: la Voz Amiga. No se volvió a hablar más de ella, así que esperamos su colaboración, estimados lectores.

Decíamos que el año en mención se había presentado bastante agitado en términos tanto políticos como sociales. La ciudad comenzaba a mostrar un progreso algo inusual, lo que atraía las miradas de los inversionistas locales y foráneos y por esta razón Avianca, que ahora se perfilaba como la línea aérea más importante del país, promocionaba la ruta a Cúcuta, como uno de los destinos más atractivos y a sus viajeros nacionales ofrecía las comodidades de los icónicos hoteles de las principales ciudades del país, en los cuales había instalado sus oficinas de información que le facilitarían todos los trámites necesarios en el desarrollo de sus viajes.

Estos hoteles eran el Granada de la ciudad de Bogotá, el Nutibara de Medellín, el Caribe de Cartagena, el Alférez Real de la ciudad de Cali y el hotel del Prado de Barranquilla. Así mismo, publicaba las tarifas que regirían para el final de año desde y hacia Cúcuta, en viaje sencillo o de ida y vuelta.

Solo a manera de información que nos sirva de comparación con las tarifas de hoy, tenemos que un viaje redondo a la capital de la república costaba $63 y en el mismo sentido a Cartagena: $77.40. Atravesar todo el país, es decir, viajar hasta la frontera sur, a Ipiales $157.50. El único destino al exterior desde la ciudad, era Quito; el viaje de solo ida tenía un costo de $107.50 y de ida y vuelta $193.50.

El dinamismo del comercio era evidente de solo leer las invitaciones que hacían los distintos establecimientos y aunque llamaba la atención que algunos de los más “poderosos”, ellos mismos aseguraban que era innecesario “gastar” en algo que se presentaba naturalmente debido al buen servicio, a la calidad de sus productos y a la atención que le brindaban a su clientela, como era el caso de don Antonio Copello, propietario de A. Copello & Co. uno de los mayores comerciantes de café, quien solamente publicaba un “avisito” de una columna por cuatro centímetros, en que anunciaba: mercancías de primera calidad, precios fijos, mayor y detal y visítelo usted.

Según cuentan, don Antonio no necesitaba más, pues su disposición por contribuir con obras para los más necesitados le había creado una aureola de benefactor y de personaje caritativo que generaba un gran reconocimiento por parte de la población cucuteña.

Algunos productos que para entonces eran de obligado uso era el sombrero. El más popular, pero también el más costoso era el Stetson, del que escribimos, cuando celebró su centenario y como parte de esa celebración, la empresa fabricó un sombrero conmemorativo al que bautizó como “el sombrero de los $1.500 dólares” con el que inició una gira mundialista que abarcó los principales países europeos y americanos.

Recorrió Colombia en febrero de 1956, durante un mes y terminó en Suráfrica antes de regresar a su sede principal de los Estados Unidos.

Pero en Colombia había una empresa de sombreros que se hizo famosa a nivel nacional, era la Fábrica de Sombreros Colombia de un empresario italiano radicado en Barranquilla de apellido Caputo, quien había designado como representante para la ciudad a su paisano Luigi Saracino para ventas únicamente al por mayor, en la calle 11 No. 6-11.

Alfonso Jaimes y sus hermanos Luis Francisco y Chepe, tenían una gran bodega en la calle 11 a espaldas del Mercado Central y ofrecían productos nacionales e importados, desde productos de ferretería, maquinaria y papeles para la industria editorial hasta rancho, licores y galletería americana, así como los más finos regalos para ofrecer el Navidad y Año Nuevo. Ofrecían “grandes descuentos para compras por cantidad”.

La empresa Valencia Hermanos de Pereira había llegado a Cúcuta hace relativamente poco tiempo, atraída por la posible afluencia de visitantes venezolanos, época que comenzaba a ser atractiva para los vecinos. VALHER como era la marca de sus trajes, los que promocionaban como “el vestido que adivina sus medidas” habían establecido una agencia en la avenida sexta número 10-14, en los bajos del Hotel Pálace.

Los avisos indicaban que los precios, confección y calidad estaban fuera de toda competencia y remataban con una sugestiva invitación: Rogamos a usted visitar nuestra AGENCIA a fin de que aprecie el completo y permanente surtido de vestidos, abrigos y gabardinas para caballeros, jóvenes y niños.

En otro sector, ya no de la ciudad sino en el corregimiento de San Luis, don José María Ángel era el propietario del Centro de Recreo La Cigarra, situado al norte del botiquín de Olivo Sánchez. Nótese de acuerdo con el aviso que era más conocido el “botiquín” que La Cigarra.

Desde el mes de enero estaba ofreciendo un nuevo servicio, pues a partir de la fecha brindaría a su distinguida clientela, cenas con gallina, hallacas y mute preparados por un experto culinario. También atendían pedidos de piquetería a toda hora y estaban permitidos los juegos de azar como la baraja y el dominó, así como el divertido juego del Turmequé en sus magníficas canchas, bellamente iluminadas para partidos diurnos y nocturnos.

Había un permanente y continuo suministro de bebidas heladas y licores, en especial el sabroso Brandy Hennessy, a cincuenta centavos el trago. Las noches de los fines de semana, eran amenizadas con una orquesta compuesta de “amables artistas” que se anunciaba ‘sin nombre’, pero con un selecto y novedoso repertorio que aseguraba “hará las delicias de los concurrentes los sábados y días feriados.

Había servicio de teléfono y prometía que al visitarlo con sus familiares y amigos quedaría gratamente sorprendido.

Y, para terminar, las mayores ofertas seguían siendo de productos para la salud. Se ofrecían remedios para curar todos los males –los más conocidos y frecuentes- como los relacionados con las enfermedades respiratorias y nerviosas, los dolores, jaquecas y migrañas, la debilidad, el estreñimiento, las almorranas, los golpes y las quemaduras, sin que faltaran los cosméticos y las pastillas que le aseguraban a las mujeres bellas formas y lindas curvas como las Pastillas Carnol y que “los hombres las admirarán de arriba abajo”.

La última propuesta era la de Discos Fuentes que invitaba a bailar en las fiestas navideñas con sus reconocidos discos. ¡Solo decían “Alégrese!! Baile con Discos Fuentes”.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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