En 1960 Doña Ramona Hernández de Bermúdez, hablando de su teléfono #2320
en su casa Av. 11 #11-52, barrio El Llano.
Los jóvenes de ahora poco conocen los teléfonos fijos que fueron tan importantes para las pasadas generaciones, muchos incluso nunca han levantado un auricular y discado un número en esos aparatos que parecen piezas de museo.
Sin embargo, esos nobles aparatos continúan allí como testigos de tiempos pretéritos, sin aspaviento alguno, pese a haber sido cómplices y actores principales de encuentros, de grandes amores, de decisiones trascendentales que han cambiado la historia individual o de un colectivo, de buenas o malas noticias que había que darlas a pesar de las consecuencias. En fin, de todo lo que aportaron a quienes tuvieron el privilegio de tenerlos en las oficinas, negocios o la intimidad de sus hogares.
Los teléfonos fijos no quieren dar el brazo a torcer, pioneros como fueron de las comunicaciones por voz, pese a la competencia fuerte de sus pares modernos, los móviles o celulares, tan engreídos porque la tecnología los dotó con múltiples aplicaciones y usos: videollamadas, videoconferencias, mensajes de voz, texto, dispositivos para juegos, videos, música, noticias, cámara fotográfica, consultar el estado del clima, saber la hora y más importante, llevarlos a todas partes como un órgano más del cuerpo humano.
Miguel*, quien tiene 81 años y se jubiló hace 42 de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones de Teléfonos, Telecom (fundada el 23 de mayo de 1947), recuerda esos momentos de gloria de los teléfonos convencionales o analógicos, que hicieron su aporte al crecimiento de Cúcuta como ciudad y al desarrollo de Norte de Santander, porque permitió interconectar a cada uno de sus 40 municipios, para que los habitantes pudieran comunicarse a pesar de la distancia.
Los teléfonos fijos continúan allí como testigos de tiempos pretéritos.
Este hombre, que dice con orgullo ser “modelo 42” y se desempeña desde su jubilación como técnico en telefonía, recuerda que la Empresa de Teléfonos Departamental de Norte de Santander era la que operaba el servicio en esta capital.
Las instalaciones de la ‘Telefónica’, como se le conocía, estaban en el primer piso de la Gobernación, sobre la avenida 5, en unos kioscos donde las personas iban a recibir llamadas y a llamar, atendidas por unas operadoras, funcionando allí hasta que se construyó una nueva sede en la avenida Cero, entre calles 10 y 11, hasta donde trasladaron los equipos y el mobiliario que hacía parte del inventario de la empresa, que estaba a cargo de la secretaría de Hacienda Departamental.
En el edificio de la Cero modernizaron todos los equipos, se instalaron cabinas para que la gente pudiera hablar con comodidad, operando así hasta 1971 cuando la vendieron a Telecom, “que jubiló a muchos empleados, entre esos figuro yo por el tiempo que tenía de servicio”, recuerda.
“Entré el 2 de mayo de 1955 como citador, yo era el niño que iba en bicicleta y que buscaba a una persona para que se pusiera a la orden a cierta hora, para atender una llamada que le hicieron de un pueblo”.
Después Miguel ingresó a la planta de Telecom como parte de la nómina, recibió formación técnica, además de ver triplicado el sueldo.
En el tiempo que funcionó la Empresa de Teléfonos del Departamento los abonados eran pocos y no pasaban de 200, pero a partir de que Telecom la compró y modernizó, con el paso de los años el número de usuarios fue creciendo y superó los 5.000, ofreciendo además el servicio de fax y de telegramas.
No era para todos
El técnico recuerda igualmente que para la época el servicio de teléfono fijo era muy costoso, comparado con los precios actuales, no todos podían tener una línea de telefonía análoga y quien la adquiría era considerado pudiente, “porque eso era un lujo”.
La persona cuando adquiría el servicio a Telecom, la compañía le entregaba el aparato, que era uno de esos teléfonos negros de disco, que proveía la compañía norteamericana General Electric, luego trajeron los teléfonos de tecnología inalámbrica Siemens y Philips, más modernos y de teclas, relata Miguel.
Telefonía análoga y digital
En Cúcuta como en las demás ciudades del país, grandes empresas y las entidades bancarias contaban con pequeñas centrales telefónicas análogas para su servicio, hasta que se dio un cambio importante al implementarse la telefonía fija de Voz IP (voz sobre protocolos de internet), mediante el computador, con mejor calidad de voz y mayor velocidad de comunicación.
Sin embargo, los operadores que actualmente compiten en el mercado y suman más de 69 millones de líneas móviles registradas en Colombia -según el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (MinTIC)- ofrecen en sus paquetes internet, datos, televisión y telefonía fija.
Es por esa razón, que a las viviendas y negocios aún llega el cable alámbrico por el que viaja la voz, que parte de una central y se van dividiendo por aparatos específicos hasta sus abonados, pero no todos tienen conectado un teléfono y ese servicio no se usa, porque la mayoría prefiere el celular, según un funcionario al servicio de una de esas compañías consultado.
Un final poco esperado tuvo también los teléfonos públicos, instalados en parques y espacios de la ciudad con alta afluencia de gente, que fueron el medio más usado por la mayoría para comunicarse, ya que no todos tenían en sus casas un teléfono, refiere el experto en fibra óptica.
Esos aparatos funcionaban con monedas el mayor tiempo y con tarjetas prepago después.
Los directorios
Las guías o directorios telefónicos también han ido pasando a mejor vida, quedando poco a poco en el olvido ese enorme libro en el que estaban impresos los números de las líneas fijas, que se dividía en dos secciones, las páginas blancas, para los teléfonos de residencias, y las amarillas, para los negocios.
Era de gran utilidad, porque además del número telefónico, organizado en orden alfabético, aparecía la dirección de cada persona o negocio.
“Hoy queda la nostalgia, el recuerdo de aquellos tiempos idos, muchos añoran cosas como leer un periódico, recibir un telegrama, un fax o una carta, y esas largas horas en las que se sentaban frente al teléfono a esperar una llamada”, evoca el experto.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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